Corrían los años 80. Una época de hegemonía del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por Felipe González, que pese a seguir teniendo mayoría absoluta en el Parlamento iniciaba su caída paulatina con el respiro temporal de 2004 a 2011. Felipe González, que cada día hacía más visible su derechización hasta ser actualmente teórico derechista […]
Corrían los años 80. Una época de hegemonía del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por Felipe González, que pese a seguir teniendo mayoría absoluta en el Parlamento iniciaba su caída paulatina con el respiro temporal de 2004 a 2011. Felipe González, que cada día hacía más visible su derechización hasta ser actualmente teórico derechista del pacto nacional entre PSOE y PP, socios de las «puertas giratorias», firmó esa misma fecha la aprobación de la Ley 18/19871 para establecer como Día Nacional de España el 12 de Octubre.
La misma ley elaborada por el corrupto de las «Tarjetas Black», el exministro Socialista Virgilio Zapatero, fue aprobada el 7 de octubre de 1987 por votos del PSOE y AP (actual Partido Popular), con la abstención y ausencia de soberanistas catalanes y vascos, y la oposición de Izquierda Unida. El pacto informal entre la vieja socialdemocracia y los conservadores seguía su camino. La breve ley dice que «el 12 de octubre, simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos».
El Régimen del 78 buscaba enmascarar, no limpiar, el pasado de la dictadura militar de Franco para vestirse de democracia y poder entrar en su modernización con la adhesión a organismos supranacionales como la CEE o la OTAN. Enmascaramiento como el ejemplo del 12 de octubre, que en lugar de romper con una fiesta nacional que el mismo Franco celebraba como «Fiesta de la Raza» y «Fiesta de la Hispanidad» se le etiquetó con otro significante pero con el mismo significado.
Desde hace mucho tiempo el 12 de Octubre ha sido considerada una fecha a condenar por movimientos sociales y conciencias políticas de izquierda, antimperialistas y descolonizadoras, con el fin de condenar la historia sangrienta de la colonización. En América Latina, el primer país que dejó de festejar esa fecha fue Cuba tras la victoria de la Revolución en 1959. Otros países, con proyectos antimperialistas, se han ido sumando en el siglo XXI a esta tendencia. Venezuela en 2002 lo etiquetó como «Día de la resistencia indígena», como hace Nicaragua. Bolivia «Día de la Descolonización» desde 2011 y Ecuador, desde el mismo año, «Día de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad». Algo que no gustó a la monarquía española siendo visible en el «Por qué no te callas» del monarca Juan Carlos I al expresidente fallecido Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana de 2007. Pero otros países, de hegemonía conservadora, como México, Honduras, o Colombia, si lo mantienen todavía como «Día de la Raza».
Al igual que en las Américas, en España el 12 de octubre tiene un significado histórico según el contexto político del presente. Años atrás en España, como en la histórica celebración del V centenario en 1992, existía un sentido parecido al de Latinoamérica actualmente. La derecha defiende ocultar el genocidio histórico y tergiversando bajo un enfoque etnocéntrico la tesis de convivencias de culturas, y la izquierda condenando la fecha como una memoria colonialista. Recordando, en el V Centenario en 1992, el lema que se usó ese 12 de Octubre tuvo el significante «La Era de los Descubrimientos», donde era un momento que España se abría a la comunidad Latinoamericana fundado la Cumbre Iberoamericana en 1991, y se celebró la Expo en Sevilla y las Olimpiadas en Barcelona. Pero parece ser que hoy España viste el 12 de octubre de otra manera.
Ya no preocupa el manipular la historia colonial, ahora el acento está sobre el nacionalismo frente al conflicto con Cataluña. En 2014 el lema que se usó en el llamado Día de la Hispanidad por parte de una de las organizaciones unionistas, Sociedad Civil Catalana, y con la participación de miembros del Partido Popular, fue «La España es de todos». En 2015, «Barcelona, capital de la Hispanidad» y en 2016 «España en el corazón». Pero este año, dada la intensidad del conflicto con Cataluña por el referéndum del 1 de octubre, el mismo Gobierno con el Ministerio de Defensa lanzó la campaña «Orgullosos de ser españoles».
El escenario de un gran desfile militar, con el Rey como Jefe de las fuerzas Armadas, de la presencia de los políticos unionistas (Partido Popular, PSOE, Ciudadanos….), de grandes banderas españolas en tierra y aire, e incluso el símbolo de la bandera española en RTVE1 (algo que no recuerdo otros 12 de octubre) es un aviso simbólico a Cataluña como dice el «libro sagrado» de la Constitución «la monarquía española es indivisible».
Este 12 de octubre ha sido una presentación más para avisar al Presidente catalán, Puigdemont, y los partidos independentistas, de las garras que tiene España y las consecuencias que sufriría Cataluña si se aplica finalmente el artículo 155 de la Constitución. Un desfile militar, y no cívico, en el Día Nacional que presentó su supresión la semana pasada en el congreso ERC pero fue rechazada por el Partido Popular y el PSOE. A diferencia de otros países, como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, y muchos países de América Latina, la fiesta nacional se presenta con desfiles, y actividades culturales, donde participan diferentes colectivos sociales, y no solo Fuerzas Armadas.
Más allá del carácter arcaico del desfile militar, el 12 de octubre también ha representado la falta de diálogo entre Cataluña y España. Todos los presidentes autonómicos hicieron presencia, excepto el del País Vasco, Navarra y Cataluña. Algo sucedido en años anteriores, pero más como objetivo simbólico que político.
El 12 de octubre podría haber sido un evento previo a las negociaciones. Si Rajoy, y el mismo monarca, estuvieran abiertos a solucionar democráticamente la cuestión catalana, tras el anuncio de Puigdemont de aplazar la República Catalana. Era un momento clave para abrir la puerta a la mesa de negociaciones. La presencia de mediadores en la jornada, y sobre todo del mismo Puigdemont como estrategia diplomática, que no evitaría críticas de sectores catalanistas y españolistas, hubiera generado un clima de confianza. El 12 de octubre, sin olvidar su contenido bélico y colonial histórico, debería haberse bautizado como «Orgullosos de la Plurinacionalidad». Pero finalmente no fue así, de sueños vivimos algunos. El 12 de octubre de 2017 podrá ser recordado como el evento que pasará a la historia como un punto de quiebre entre España y Cataluña.
Los últimos pasos de la marcha atrás han iniciado su camino. La dialéctica legalidad vs legitimidad está en su punto más extremo. Como abre Eduardo Galeano en su obra Las Venas Abiertas de América Latina – que mejor que recordar su libro el 12 de octubre – «los países se dividen en ganar y otros en perder». Y los países que ganan son los que negocian.
Pisando suelo, hay tres escenarios posibles para los próximos días dado el esperado cierre a cualquier negociación por parte del Gobierno de Rajoy. En primer lugar, «la ruptura catalana». Sectores de la derecha catalana, PDeCat, que provienen de un origen no independentista y arrastran sus intereses comerciales, por ello su visión europeísta, pueden claudicar a las presiones del PP y finalmente llevarles a un choque con sectores más independentistas y la CUP, haciendo que la candidatura JXS caiga. Ello puede llevar a consolidar nuevas estrategias a medio plazo entre ERC, Cataluña en Comú y Podem, que apuesten por una Reforma Constitucional en España y que les dé la posibilidad de un Referéndum Pactado. En segundo lugar, «la fortaleza catalana», es decir, el cierre por parte de Rajoy a cualquier negociación y la aplicación del artículo 155 puede generar un ambiente de represión que haga aumentar la simpatía con la independencia de Cataluña contra el autoritarismo del gobierno español, e incluso ver que respuesta de solidaridad podría crecer en el resto del Estado Español. El gobierno catalán declararía la DUI, y podría ir cuajando presiones internacionales según la represión del PP. Y por último, sin dejar de comentar esta posibilidad hoy impensable, y depende de las presiones europeas, el PP y el PSOE pueden abrirse llevando a cabo una reforma constitucional que podría acordar dar vía a una nueva reforma y/o aprobación del Estatuto de Autonomía del 2006. De esta manera se buscaría el objetivo de apaciguar, finalmente, el crecimiento del independentismo y generar así una división entre soberanistas e independentistas fieles catalanes, ganando, además, el Estado Español una buena imagen en la comunidad internacional. Las hipótesis irán cayendo o fortaleciéndose en un tiempo muy cercano.
Nota:
1 http://www.congreso.es/constitucion/ficheros/leyes_espa/l_018_1987.pdf
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.