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Se cumplen 70 años de la grandes purgas de Stalin

1937: El año del terror

Fuentes: A Luchar por el Socialismo n.º 42

Este año no sólo se cumple el 90 aniversario de la revolución rusa, sino también el 70 aniversario de la gran purga o «Yezhovshchina» (la «era de Yezhov», el siniestro personaje responsable del NKVD, la policía secreta). Fue el año en que nadie, salvo Stalin, sabía en la URSS si viviría al día siguiente. El […]

Este año no sólo se cumple el 90 aniversario de la revolución rusa, sino también el 70 aniversario de la gran purga o «Yezhovshchina» (la «era de Yezhov», el siniestro personaje responsable del NKVD, la policía secreta). Fue el año en que nadie, salvo Stalin, sabía en la URSS si viviría al día siguiente. El año en que todo el mundo podía ser detenido, juzgado a puerta cerrada, fusilado o condenado a 20 años en un campo de trabajo en Siberia.

DE LAS PURGAS AL TERROR EN MASA

La oleada de terror desencadenada en la URSS en 1936, que alcanzó su cenit en 1937, no salió de la nada. Las distintas etapas de la llegada al poder de Stalin habían sido marcadas por grandes «purgas» del partido (es decir, expulsiones en masa por «oposicionistas», «corruptos» o «acomodados»). Además, las consecuencias del primer Plan Quinquenal y la colectivización forzosa, en 1928-32, extendieron el hambre y el descontento en el campo. Stalin acababa de expulsar y deportar a todos los miembros de la «Oposición Unificada» que se le oponían por la izquierda (trotskystas y zinovievistas) y ahora arremetía contra la oposición «de derechas» dirigida por Bujarin, Rykov y Tomsky. Medidas de represión especiales que no se aplicaban desde la guerra civil volvieron a usarse, como los juicios a puerta cerrada.

En 1934 el hambre había desaparecido, la industrialización iba viento en popa, se extendía la sensación de que todo iba mejor. En realidad, la situación mundial se tensionaba. Hitler había tomado el poder, lo que auguraba una nueva guerra mundial y la agresión a la URSS. El fascismo iba a encontrar en su camino a las clases obreras francesa y sobre todo española en 1936. Pero estas revoluciones, sobre todo la última, eran especialmente inoportunas para el Kremlin.

Fue en1934, a partir del asesinato de Kirov, líder del partido en Leningrado, cuando comenzó una nueva oleada de represión que alcanzó su punto culminante con la sustitución de Yagoda por Yezhov. A partir de ahí, todo el mundo denunciaba a todo el mundo, nadie estaba seguro.

LOS «JUICIOS DE MOSCÚ»

La cara visible del terror que se desencadenó en la URSS fueron los «juicios de Moscú», nombre con el que se conoce a tres juicios celebrados en diciembre de 1936, enero de 1937 y marzo de 1938 . En ellos se juzgaba a casi todos los principales dirigentes bolcheviques que habían participado en la revolución y que permanecían en Rusia. Supuestamente se descubría «centro terrorista» tras «centro terrorista» (trostkysta, zinovievista, bujarinista…), todos habían matado a Kirov y se dedicaban al sabotaje.

Zinóviev, Kámeniev, Rádek, Piatakov, Bujarin, Rakovsky… todos ellos se declararon culpables de los crímenes más aberrantes y fueron condenados a muerte o al destierro sobre la base exclusiva de sus «confesiones», sin más pruebas. Todos habían sido alguna vez opositores a Stalin, pero hacía tiempo que habían capitulado. Ya habían sido aplastados moralmente. Otros no lo permitieron: o se suicidaron (Rudzutak) o tuvieron que ser fusilados en secreto porque no confesaban (Shliápnikov).

Todos los sectores de la sociedad soviética sufrieron su cuota de represión. Los complots «trotskystas-zinovievistas-bujarinistas-monárquico-nazis-etc» se encontraban por todas partes. Stalin ordenaba fusilar masivamente a obreros, secretarios del partido, funcionarios del Komintern, campesinos, kulaks, sacerdotes, periodistas, ingenieros, médicos… cada uno tenía su propio complot. Pero especialmente importante fue el descabezamiento del Ejército Rojo, comenzando por el mariscal Tujachevsky (casi 30.000 oficiales fueron fusilados). Cuando Hitler atacó la URSS en 1941, le resultó más fácil penetrar en territorio soviético gracias a que Stalin había decapitado las fuerzas de defensa del país.

RÍOS DE SANGRE

Durante mucho tiempo se ha especulado con el número de víctimas. Algunos historiadores anticomunistas, como Conquest Pipes, dieron cifras de vértigo. Hoy en día ya se dispone de cifras bastante exactas. Y son increíbles.

150.000 kulaks murieron durante la represión de 1930-1 (colectivización forzosa) y 3 millones de campesinos lo hicieron por el hambre que ésta provocó en 1932-3. Entre 1930 y 1953 (año de la muerte de Stalin), 786.000 personas fueron fusiladas por motivos políticos. De ellas, ¡682.000 entre 1937-38! Es decir, esos dos años se fusilaba a 1000 personas al día. Un millón murieron en los campos de trabajo del GULAG, en los que llegó a haber dos millones y medio de personas (había mucha rotación). ¡Stalin provocó casi 5 millones de víctimas!

Cierto que Hitler mató a más de un millón de judíos, sin contar todas las demás víctimas de la represión. 20 millones de soviéticos murieron luchando contra los nazis. Pero el fascismo es un movimiento que abiertamente glorifica la violencia, la imposición del poder de la raza superior y el desprecio a los «inferiores». El comunismo en cambio tiene el objetivo de abrir el camino a una sociedad sin opresión ni explotación. Por eso estos muertos son especialmente graves. Máxime si tenemos en cuenta que la mayoría de los ejecutados eran, y se siguieron considerando hasta la muerte, comunistas. Stalin mató más comunistas que Hitler y Franco juntos. Esa es la mancha que acompañará siempre su memoria.

Y es que el terror de Stalin liquidó al partido de Lenin. Acusando a toda oposición dentro del partido, pasada, presente o futura, de estar vendida a los nazis, Stalin mató a todo el estado mayor leninista: la mayoría de los miembros del Buró Politico, del Comité Central, etc, de la época de Lenin fueron fusilados. Nada muestra mejor el carácter contrarrevolucionario de la orgía de sangre en la URSS que su carácter paralelo a la política de calumnia y asesinato contra los revolucionarios en la zona republicana en España. Y el brazo asesino del NKVD llegó hasta Méjico, para matar a Trotsky.

EL RESULTADO

En noviembre de 1938 se paró el terror. El mismo orquestador de las masacres, Yezhov, fue condenado. El nuevo jefe de la NKVD, Lavrenti Beria, se ocupó de ello. Aunque los campos de concentración del GULAG siguieron existiendo hasta 1954, y aunque Stalin desató oleadas menores de detenciones y fusilamientos durante y sobre todo después de la II Guerra Mundial, nunca se llegó de nuevo a la pesadilla de 1937. En los años 50, 60 y 70 la represión era puntual, selectiva; usaba más los psiquiátricos y la cárcel que el fusilamiento y el campo de trabajo.

La burocracia privilegiada, la élite que surgió de la carnicería de los años 30, respiró tranquila cuando Stalin murió. Mientras él estaba vivo, nadie estaba seguro. Pero lo que la burocracia le pidió a sus sucesores era que los dejasen disfrutar tranquilamente de lo ganado.

Ante esta masacre y horror sin parangón, surge la pregunta ¿por qué? Los anticomunistas de toda laya tienen la respuesta preparada: está en la naturaleza del «comunismo». Pero entonces, ¿por qué fueron comunistas las principales víctimas?

Tampoco se puede decir que el objetivo era obtener trabajo esclavo. De hecho, el GULAG no cumplió sus propios objetivos en el Plan Quinquenal más que en un 40%. El trabajo de los prisioneros en los campos resultó totalmente antieconómico.

El objetivo no era «defender a la URSS» de complots y sabotajes imaginarios, ni desarrollar la economía usando trabajo esclavo. En realidad la burocracia que usurpaba el poder del que había desplazado a la clase obrera no se sentía segura aún en su nueva posición. Se trataba de una contrarrevolución preventiva que pretendía eliminar cualquier posibilidad de oposición presente o futura. Porque en un país sin propiedad privada, los privilegios de la élite sólo se podían mantener mediante el monopolio totalitario del poder político.

No es casualidad que el terror se desencadenase principalmente bajo la bandera de la lucha contra el «trotskysmo». De hecho sólo el trotskysmo podía dar una salida política a la clase trabajadora para sacar a la revolución rusa del lodazal sangriento en que Stalin la metió.

Un historiador no marxista, J. Arch Getty, que ha buceado en los archivos soviéticos, acaba uno de sus libros diciendo: «La élite de la nomenklatura -pese a que Stalin mató a muchos de sus miembros en la década de 1930, pese a que el Partido Comunista y la Unión Soviética fueron desmantelados a principios del decenio de 1990- sigue viva. Ha sobrevivido a Stalin y al stalinismo. Aunque Stalin logró destruir la élite de la década de 1930, no destruyó, ni habría podido hacerlo, a la nomenklatura en tanto que componente del régimen. Por entonces, Trotsky había vaticinado que el poder creciente de la nomenklatura sólo podía tener dos desenlaces. O los obreros se alzaban y derrocaban a la élite, o la élite lograba convertirse en una auténtica clase dirigente que no sólo ostentaría el poder político, sino que poseería también directamente los medios de producción. Como sabemos, no se produjo una revolución obrera. En lugar de ello, la nomenklatura ha sobrevivido al socialismo y de hecho ha heredado el país. Su cohesión, sus conexiones y su experiencia fueron suficientes para que sus miembros pudieran convertirse no sólo en la «nueva» élite gobernante, sino también en los propietarios legales de los activos y las propiedades del país.«

(*) A Luchar por el Socialismo es una publicación mensual del PRT-Izquierda Revolucionaria, sección oficial en el Estado Español de la Liga Internacional de los Trabajadores – IV Internacional (LIT-CI)