Guardias civiles impusueron el orden del sistema golpeando con dureza a los trabajadores en las calles de Reinosa. La grave situación laboral derivó en represión que duró semanas.
En los primeros compases de 1987, nadie llegó a imaginar que aquel iba a resultar un año transcendental, trágico, y decisivo para la historia de Reinosa. Estos sucesos marcaron un antes y un después nada positivo para la evolución social, industrial y económica del municipio. La calma comenzó a desestabilizarse por las situaciones de crisis que afectaban a las dos principales factorías locales, Forjas y Aceros y Cenemesa. Mientras en la primera se gestaba un proceso de reconversión industrial que afectaría a varios cientos de puestos de trabajo, en el caso de Cenemesa la situación se planteaba más delicada, con una amenaza de cierre casi decidida que, al final se evitó con la entrada de la firma ABB.
Tras varias jornadas de acciones reivindicativas protagonizadas por los trabajadores de ambas empresas, con huelgas, encierros y manifestaciones, el día 12 de marzo, en una operación perfectamente coordinada, una unidad especial de la Guardia Civil, tras una desmesurada carga, logró liberar al presidente de Forjas y Aceros, Enrique Antolín, retenido desde el día anterior por los trabajadores en una dependencia de la empresa, y trasladarle al País Vasco para jurar su cargo como nuevo consejero de Obras Públicas. La operación terminó en una auténtica batalla campal que, posteriormente, se trasladó al casco urbano de la ciudad, en donde continuaron las cargas policiales, repelidas de forma contundente por los propios trabajadores y vecinos, con escenas de especial convulsión, sobre todo cuando un grupo de guardias civiles, procedentes de distintos puestos de la región, fueron acorralados, y algunos de ellos desarmados por los manifestantes, resultando varios efectivos con heridas de cierta importancia.
Conmoción
Estos sucesos colapsaron la ciudad y conmocionaron a toda la región, con un gran impacto y repercusión a escala nacional. Mientras las emisoras nacionales y las televisiones destacaron en sus informativos los hechos, al día siguiente toda la prensa española recogía en primera página y en editoriales lo sucedido en la ciudad el día 12 de marzo. La jornada finalizó con una multitudinaria manifestación, unas ocho mil personas, que culminó en la Plaza de España, en donde los sindicalistas y representantes de los trabajadores solicitaron la dimisión del entonces delegado del Gobierno, Antonio Pallarés. En fechas posteriores, las peticiones de dimisión se ampliaron al entonces ministro del Interior, José Barrionuevo; al alcalde de Reinosa, Daniel Mediavilla, y, por supuesto, la dimisión fulminante de quien años más tarde terminaría con sus huesos en la cárcel, Luis Roldán, director que fue de la Guardia Civil. Al final tan solo se cesó al jefe de la Benemérita en Cantabria, el teniente coronel Tomás Sanz. A partir de esta jornada, las movilizaciones y los actos de protesta en la ciudad se fueron sucedido, casi a diario, convocados por los sindicatos y representantes de los trabajadores. La mayoría de esas movilizaciones eran observadas y controladas por las Fuerzas del Orden con la presencia diaria en la ciudad de grupos antidisturbios.
Jueves Santo trágico
Tras un tiempo de tensa calma e incidentes callejeros, volvieron los enfrentamientos. El 16 de abril, festividad de Jueves Santo, un contingente especial antidisturbios ‘peinó la ciudad’, con un resultado de 33 heridos, cuatro de ellos de consideración, 64 personas detenidas, principalmente trabajadores y vecinos, y graves desperfectos en establecimientos, instalaciones y viviendas. En el tenso y trágico rifirrafe, no se salvó nada ni nadie: calles tomadas, interrupción de los actos de Jueves Santo en la Iglesia de San Sebastián, establecimientos, garajes y locales violentados, así como el ambulatorio, allanamientos de moradas, destrozos de locales, pelotas de goma contra los espectadores en el campo de fútbol, amenazas, pelotazos, culatazos, humillaciones… El ‘día después’ los vecinos presentaron más de 1.500 denuncias por agresiones y desperfectos de locales y de enseres.
Como consecuencia de la brutal refriega, el 16 de abril, el trabajador de Forjas y Aceros, vecino de Matamorosa, Gonzalo Ruiz García, resultó herido grave, con rotura del tabique nasal y una fuerte intoxicación provocada por los botes de humo lanzados por efectivos del contingente en su propio garaje, por lo que fue ingresado de urgencia en la UVI de Valdecilla. Como consecuencia de las lesiones sufridas, Gonzalo Ruiz, de 32 años, casado y con una hija, Laura, de cinco años, murió en Valdecilla en la noche del 5 de mayo. Su muerte fue acogida con dolor e indignación en la ciudad. El día 6 fue convocada una jornada de huelga general, celebrándose por la tarde una multitudinaria concentración en la Avenida de José Antonio. La concentración finalizó con una gran manifestación que contó con la participación de numerosos líderes políticos y sindicales locales, regionales y nacionales. El día 7, en el que también fue secundada una jornada de huelga general en toda la comarca, se celebró en Mataporquera el funeral y entierro del trabajador fallecido. El acto, al que asistieron unas diez mil personas, líderes políticos, sindicales y numerosas autoridades, se desarrolló en silencio, interrumpido a veces por los aplausos al paso del féretro y el sonido de las sirenas de la factoría de Cementos Alfa. El día del sepelio, miles de trabajadores de toda Cantabria secundaron un paro de dos horas. Tras la dura e inolvidable jornada del jueves, día 16, las cosas comenzaron a serenarse de forma paulatina.
Campaña
Estos acontecimientos coincidieron con la campaña electoral de los comicios municipales y regionales de 1987, y tuvo como protagonistas en la ciudad a los primeros espadas de algunas de las formaciones, como el líder de AP, Antonio Hernández Mancha, y de IU, Gerardo Iglesias, así como destacados dirigentes del PSOE, como fue el caso de José Luis Corcuera. Uno de los actos más polémicos fue el ofrecido por el PSOE el sábado, día 30 de mayo, en la Plaza de España, en donde los intervinientes, Daniel Mediavilla, José Luis Corcuera y Jaime Blanco, recibieron sonoras pitadas, insultos, y manifestaciones de rechazo proferidas por una gran mayoría de los aproximadamente mil asistentes, viéndose obligados a soportar al mismo tiempo una lluvia de huevos y de piedras arrojadas por una parte de los concentrados.
Todos a Madrid
El 3 de julio, los trabajadores de Forjas y Aceros, unos mil quinientos, fletaron 22 autobuses para manifestarse de nuevo en Madrid, ante el Instituto Nacional de Industria y el Ministerio de Industria. La manifestación, a la que se sumaron líderes sindicales nacionales y numerosos reinosanos residentes en la capital española, se desarrolló sin incidentes. El acto reivindicativo sirvió para conseguir un compromiso en firme para retomar las negociaciones que se encontraban rotas o suspendidas. En fechas posteriores, las negociaciones se volvieron a romper al insistir la dirección de Forjas y el INI en la reapertura del expediente para la rescisión de 463 puestos de trabajo. Tras una serie de nuevas manifestaciones en días alternativos, el martes, 28 de julio, se celebró una huelga general en la comarca convocada por los trabajadores de Forjas y Aceros. A pesar de las numerosas y agotadoras jornadas reivindicativas, aprovechando la etapa de vacaciones, la Dirección General de Trabajo procedió a la aprobación del expediente de 436 excedentes laborales de Forjas y Aceros.