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22-A Republicano: Jaque al capitalismo

Fuentes: La Plataforma

Como es obvio, el edificio de la liberación no podemos empezar a construirlo por el tejado, sino por los cimientos. En este sentido, la manifestación del próximo 22 pretende colocar un nuevo ladrillo en la base, supone un paso más en el camino de pasar de la resistencia a la ofensiva. Desde finales de la […]

Como es obvio, el edificio de la liberación no podemos empezar a construirlo por el tejado, sino por los cimientos. En este sentido, la manifestación del próximo 22 pretende colocar un nuevo ladrillo en la base, supone un paso más en el camino de pasar de la resistencia a la ofensiva.

Desde finales de la década de los 90 hasta principios del nuevo milenio, el movimiento anticapitalista (o antiglobalización) ha estado en una fase de armarse sobre las ruinas, de recomposición desesperada de una lucha pisoteada con saña por el capitalismo imperialista. Fueron años de contracumbres, de protestas contra la guerra, de salir a la calle a gritar que la historia no ha terminado.

Pero ahora nos encontramos con la sorpresa de que mucha gente ha dejado de movilizarse. El PSOE e IU ya no están en el frente del pancartismo radical, más bien están sentaditos en el parlamento, ejecutando la misma política que decían denunciar, disfrutando de la triunfante campaña electoral que llevaron a cabo a la cabeza de las manifestaciones contra la catástrofe del Prestige, contra la LOU, contra la guerra… En los días que corren, los ciudadanos ya no son convocados por la tele y los periódicos empresariales ya no nos recuerdan el calendario de movilizaciones. Ahora nos encontramos con la cruda realidad: las manifestaciones absorbidas por el cinismo electoralista no tenían base organizativa (autónoma) detrás, no existía tejido asociativo (independiente a las estructuras del poder) prácticamente de ningún tipo, era aire en su mayoría, un globo que se infló y luego se pinchó.

Pero algo sucede en los barrios, a los pies de los rascacielos, de las oficinas bancarias y de las instituciones estatales. En Madrid, numerosas organizaciones están tomando las riendas del futuro, empezando a pasar de la protesta a la propuesta. Y la propuesta no es luchar por una Tercera República Burguesa, como algunos piensan. La propuesta es plantear la necesidad de una transformación revolucionaria de la sociedad, y caminar hacia ella.

¿Y por dónde empieza este largo camino? Empieza por lo más ineludible: denunciar que ni en el más remoto de los casos puede ser democrático un estado cuyo jefe ha sido educado y elegido por Franco como su sucesor. Un Rey y Jefe de Estado, Juan Carlos I, que forjó su carácter en las fuerzas armadas franquistas de tierra, mar y aire (según palabras textuales del dictador fascista, 1969). Un personaje cuyo papel principal es simbolizar la unidad del Reino de España, marco territorial de explotación y acumulación capitalista de la burguesía españolista dominante, impuesto por la fuerza a los pueblos que históricamente anhelan la autodeterminación.

El primer paso en este largo camino trata de plantear lo más básico: Señores procuradores… señores consejeros… no nos tomen el pelo, gracias.

La extensión de la desobediencia social

En una sociedad teledirigida y esclavizada ideológicamente hasta los más profundo de las conciencias, se hace cada vez más urgente comenzar a dar la batalla contra el monopolio del consenso social impuesto. ¿Cómo es posible que a la mayoría de la gente le de exactamente igual que tengamos un Jefe de Estado que no lo ha elegido nadie, cuya sucesión es biológica y que -para mayor choteo- ostenta un cargo medieval?

La soberbia de la burguesía española es tal, que nos están regalando un argumento que, usado como arma de movilización, puede resquebrajar la armonía neoliberal reinante. Ahí radica el valor de reivindicar la Tercera República: es un elemento de desobediencia. Pero la conciencia disidente no se construye exponiendo los argumentos en debates virtuales. Es hora de volver a exponer los argumentos a través de la movilización en la calle, de los carteles, los panfletos, las pintadas… Es hora de redecorar Madrid, de tomar por asalto el espacio público.

Por eso la reivindicación de la Tercera República es, esencialmente, una lucha táctica. Queremos destruir el capitalismo, pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos de la implicación masiva de los que sufren las consecuencias de este sistema enfermo, que nos echen una mano y que finalmente se conviertan -nos convirtamos todxs- en los protagonistas. Pero para que la sociedad se implique en la lucha, primero hay que sacudir las mentes absorbidas por la televisión, despertar la rabia de todos los mediáticamente hipnotizados e invitarles a que se autoorganicen. Porque la gente está más que cansada de ser víctima del ninguneo cotidiano, pero hay que demostrar que la desobediencia al orden impuesto no es una utopía. Hay personas y organizaciones que están construyendo un espacio de protesta en la calle, y la entrada es libre. La reivindicación de la Tercera República es, por tanto, un acto de agitación social.

Y si es un acto de agitación social… ¿Por qué Llamazares ha salido públicamente reivindicando la Tercera República? Una pregunta elemental que requiere una respuesta elemental: porque la socialdemocracia pretende convertir la Tercera República en un fin, no en un instrumento. Y si la lucha de masas se vuelve poco a poco realidad, no os quepa duda que será la propia burguesía la primera en instaurar la República (burguesa). Total, el Rey no deja de ser un símbolo a fin de cuentas (coloridas repúblicas tenemos también en Francia, Argentina o EEUU, por ejemplo), cuando no sirva se deshechará con un par de malabares políticos. «Ya está chicos y chicas, queríais la República y aquí la tenéis. Ya os podéis ir a casa», sería el argumento del poder.

Por eso denunciar la Monarquía de mercado en la lucha por la Tercera República es una cuestión táctica. Señalamos al Rey pero en realidad estamos apuntando al aparato de domesticación social. Si queremos avanzar en el camino de la transformación revolucionaria de la sociedad, debemos impulsar mecanismos de desobediencia ideológica. Y en esos espacios de disidencia construida, tenemos la oportunidad de afrontar el debate sobre qué sociedad queremos, qué democracia, que horizontalidad y qué participación. Tenemos la responsabilidad de mantener viva en todo momento la llama de la discusión política de fondo (la de la destrucción del estado burgués y, en última instancia, de toda autoridad), o en caso contrario la Tercera República se convertirá en una nueva «transición», un nuevo engaño, una nueva herramienta de desmovilización.

Si dejamos la iniciativa en manos del poder, qué menos podemos esperar. Si tomamos la lucha en nuestras manos y la sacamos a la calle con toda su complejidad y dureza, y si además empezamos desde ya a trabajar en la construcción de un movimiento popular autónomo e independiente de las estructuras del poder, entonces estaremos dejando abierta la puerta de la esperanza (la esperanza que otorga el tomar y hacer, no el pedir y esperar).

Por eso el 22 de abril (18.30h, Cibeles) nos tocar mover y declarar un «Jaque al Capitalismo». Porque estamos pasando del pataleo a sentar los cimientos de la liberación. Estamos en el inicio de una lucha ofensiva: acumular fuerzas a través de la extensión de la desobediencia.