Hemos comenzado el año a caballo entre los recortes y la corrupción. El centro de gravedad se traslada continuamente de un lado a otro, porque su corrupción son nuestros recortes. La generalización de los casos y su gravedad (papeles de Bárcenas, Urdangarin, Pallerols, EREs de Andalucía, Díaz Ferrán, etc.) y la menor tolerancia de la […]
Hemos comenzado el año a caballo entre los recortes y la corrupción. El centro de gravedad se traslada continuamente de un lado a otro, porque su corrupción son nuestros recortes. La generalización de los casos y su gravedad (papeles de Bárcenas, Urdangarin, Pallerols, EREs de Andalucía, Díaz Ferrán, etc.) y la menor tolerancia de la sociedad por el contexto de dificultades económicas han hecho que la población salga a la calle, vaya ante las sedes del PP y se produzcan abucheos a ministros y políticos. La corrupción es un delito y como tal tiene sus culpables y víctimas. Éstas son los propios españoles y si no se hace justicia con los culpables, la legitimidad de la democracia será cero.
La situación económica no mejora. El FMI dice que 2013 va a ser peor que 2012. Hemos comenzado el año destruyendo 8.500 empleos diarios y estamos en los seis millones de parados, según la EPA, aunque lo intente negar el presidente de una patronal que en vez de invertir se dedica a destruir masivamente empleos aplicando la reforma laboral. La pasada semana en un acto de presentación del libro ¿Qué hacemos con la política económica?, en el Ateneo de Madrid, surgieron dos datos económicos espeluznantes: a) aunque se empiece a recuperar la economía vamos a mantener cinco millones de parados durante más de una década; b) la tendencia a la empleabilidad de los mayores de 50 años tiende a cero. El primer escenario niega toda esperanza con el actual gobierno y su política económica. No hay recuperación posible ni creación de empleo suficiente con una tasa de paro estructural tan brutal y la consiguiente caída del consumo. Menos aún, cuando se mantiene la política de austeridad y el presupuesto de la UE se ha recortado para la próxima década. El segundo dato es peor aún: los parados mayores de 50 años tienen muy difícil colocarse y muchos acabarán mal viviendo con pequeños subsidios. Pero, sobre todo, pone de manifiesto la gran mentira del sistema: ¿si es muy difícil encontrar trabajo antes de los 30 años y después de los 50 también, cómo se van a poder tener cotizaciones de 37 y más años para tener derecho a una pensión digna?
Por eso, detrás de los falsos anuncios de brotes verdes de ministros, banqueros, autoridades de la UE lo único real es un inmenso saqueo al país y a sus ciudadanos. Es la aparición de una nueva barbarie. Y lo que llamamos neoliberalismo es justamente esta gran perturbación. Porque la barbarie está anidando en la tremenda brecha que se ha abierto en el sistema-mundo capitalista, en la desesperación de los trabajadores al borde del hambre, en la mentira interesada en que se acabe la lucha de clases para convertirse en lucha entre etnias, en la hipocresía de los ricos que ven una amenaza en los «inmigrantes», esos pobres que tienen la desgracia de buscar un trabajo manual fuera de su país de origen, en un mundo globalizado donde se mueven a discreción los capitales y las mercancías.
Pero lo que produce angustia no es sólo la permanencia y extensión de los males sociales, sino la constatación de que la resistencia o se siente impotente o todavía está sin columna vertebral. Hosbawm decía que quizá el mayor problema es que nos hemos acostumbrados a convivir con la barbarie. Y mal asunto cuando se aprende a tolerar lo intolerable. ¿O no es intolerable la obscenidad de un sistema económico que podría acabar hasta cuatro veces con el hambre en el mundo con la fortuna de las cien personas más ricas y no lo hace?
En España parece que hemos perdido una guerra. Con seis millones de parados, la destrucción del débil estado de bienestar, la expropiación de lo público, los desahucios de viviendas, el empobrecimiento generalizado de las masas obreras y hasta de la clase media. Conocemos lo que pasa, la verdad del holocausto social. Lo padecemos. El castigo tan tremendo que están sufriendo los trabajadores y ciudadanos hace que la conciencia social esté empezando a despertar del letargo. Sobran motivos para la movilización, la pregunta es ¿por qué no se produce un estallido social?
El poder construye el sistema de alienación y de dominación sobre los ladrillos del miedo y de la mentira. Y el miedo y la represión son muy paralizantes. Por eso no es fácil combatir el desorden. Por falta de conciencia o porque la indignación no es suficiente. Decía Paco Fernández Buey que las gentes suelen estar con Goliat, con el Poder que se supone que va a ganar la desigual batalla contra el débil, contra el pobre, contra el obrero. Sólo suele estar con David post festum, cuando los hechos ya han pasado y los avatares son parte de la memoria. Y cuando los apoyos se dividen durante el transcurso de los acontecimientos, es porque existe alguna expectativa razonable de que David, con su honda, es un poder o está a punto de serlo. Y la honda de David debe de ser un programa alternativo y una bandera ética.
Para que el miedo cambie de bando, para que crezca la esperanza entre los ciudadanos, para que no nos roben definitivamente el futuro, es necesaria una ética de la resistencia. Para poder sobrevivir a tanto desorden, para volver a empezar una y otra vez la lucha contra la barbarie, porque sigue habiendo en este país más llanto y sufrimiento del que se puede comprender. Y ello pasa por tomar conciencia de la situación, movilizarse de forma unitaria y contundente, construir alternativas programáticas y políticas que apuesten por la regeneración democrática de raíz.
Dar cauce a la indignación, defender los derechos y transformar la situación, de eso se trata. Para ello, el 23 de Febrero más de dos centenares de organizaciones convocan o se adhieren a grandes marchas en Madrid y en otras ciudades de España. Van a estar todas las grandes mareas ciudadanas (verde, blanca, violeta…) que vienen luchando por los derechos sociales, los servicios públicos y contra las privatizaciones; también participan los grandes movimientos sociales que se han creado en las plazas, calles y barrios (asambleas 15-M, 25-S, Frente Cívico…), un amplísimo entramado organizativo de base y algunos partidos de la izquierda y progresistas. Los únicos que no han respirado hasta la fecha son los grandes sindicatos, seguramente ensimismados en sus rutinas de congresos y negociaciones con la CEOE y gobierno mientras la historia circula por otro lado. Deberían de convocar también, aunque sólo sea por acompañar a sus afiliados.
En Madrid las marchas llegarán a Neptuno para expresar la defensa ciudadana de la Democracia cuando estamos asistiendo a un golpe de estado financiero. Va a ser un salto cualitativo la unificación de todas las mareas y movimientos que vienen movilizándose por separado. Por el seguro éxito de participación, por su pluralidad, por la oportunidad de rechazar la corrupción y las políticas antisociales. Y ojalá lo fuera por sentar las bases de una alternativa ciudadana y política al turnismo de los partidos dinásticos de la segunda restauración borbónica.
Yo el 23 de febrero iré a Neptuno en defensa de la Democracia y en contra de los recortes sociales, porque el «estado de excepción» social y económica en que vivimos lo han convertido en la regla cotidiana. Porque frente a la farsa del debate del «estado de la nación» de dos días antes, el pueblo debe hacer acto de presencia frente a unas Cortes que no le representan y exigir su derecho a decidir. Porque no quiero que me confundan con corruptos, saqueadores, cómplices o pasivos que se quedan en su casa y que se acaba apuntando a su favor Rajoy. Pero, sobre todo, saldré a la calle por algo tan elemental y tan importante como la Decencia.
Agustín Moreno es profesor de Enseñanza Secundaria en Vallecas (Madrid) y miembro de la Marea Verde.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/tribuna/23f-mareas-ciudadanas-por-la-democracia/3918