«…al principio le dieron una gran paliza, especialmente por el guardia C…, perdiendo el conocimiento. Entonces lo mataron con un tiro de pistola cada uno que recivieron (sic) por separado.Posteriormente los embolvieron (sic) en mantas viegas (sic), penetrándolos en el Ford Fiesta…ordenando Castillo Quero, que fueran volcados en el sitio que no les viera nadie y se les pegara fuego para que no conocieran los mal tratos… Antes de pegar fuego con la metralleta de los compañeros el Guardia C. gastó dos cargadores de 30 cartuchos cada uno sobre los cadáveres en combinación con el depósito de la gasolina del Ford. Sin nada más se despide un gran amigo de Vds que en la actualidad es Guardia Civil pero no asesino. No me identifico porque sería una cosa no oportuna para mí» El fragmento pertenece a una carta anónima enviada en 1984 por un guardia civil a la familia de Juan Mañas, uno de los tres jóvenes asesinados.
De noche, sin luz, tres cadáveres ensangrentados y un conciliábulo de sicarios y verdugos pensando cómo quitarse de en medio aquella papeleta… Tuvieron que despedazar a aquellas criaturas para poder meterlos en el coche, después lo despeñaron, le metieron fuego y se pusieron a pegar tiros». Esta es la narración, cruda y dura, que realizó el abogado y teniente coronel de la Guardia Civil Victoriano Guillén sobre los sucesos que ocurrieron en Almería el 10 de mayo de 1981. Para la historia quedó como el caso Almería. Las víctimas fueron tres jóvenes inocentes, torturados y asesinados por un grupo de guardias civiles que los confundió con un comando de ETA.
El único delito que cometieron Juan Mañas, Luis Montero y Luis Manuel Cobo fue atravesar todo el Estado español, desde Santander a Pechina (Almería), en un vehículo para asistir a la comunión del hermano del primero, Francisco Javier. Son tres víctimas del terrorismo de Estado que el PSOE utilizó como bandera en 1981 para atacar al gobierno de UCD y que después, con la mayoría de 1982, olvidó y nunca más reivindicó.
El caso Almería comenzó el 7 de mayo, en Madrid. ETA había atentado en la capital del reino borbónico contra el general Valenzuela, jefe del Cuarto Militar del Rey. La tensión que se vivía por aquellas fechas era extrema, dos meses antes se había producido el autogolpe del 23-F, y el Ministerio del Interior intentaba conseguir capturas a cualquier precio.
Mañas, Montero y Cobo tuvieron problemas con su vehículo y se vieron obligados a parar en la ciudad de Puertollano (Ciudad Real), donde alquilaron un Ford Fiesta. Un vecino del pueblo, tras ver las fotos de los militantes de ETA por televisión, confundió a los tres jóvenes con los miembros de la organización armada vasca.
Automáticamente, la Guardia Civil, con el soplo del diligente ciudadano y el número de la matrícula del Ford Fiesta, montó la caza y captura del supuesto comando. Al frente del grupo perseguidor se situó el teniente coronel Castillo Quero.
Mañas, Montero y Cobo fueron detenidos a punta de pistola y sin oponer resistencia en una tienda de Roquetas de Mar (Almería), mientras hacían unas compras para la comunión de Francisco Javier, el hermano de Mañas. Al día siguiente, los cadáveres de los tres jóvenes aparecieron dentro del Ford Fiesta, calcinados y agujereados por múltiples balas.
Castillo Quero y sus hombres torturaron a los tres jóvenes una y mil veces durante toda aquella noche en un antiguo cuartel de la Guardia Civil, abandonado, que estaba situado en la localidad almeriense de Casafuerte. El teniente coronel Victoriano Guillén, que se había significado por su repulsa contra el 23-F, se encontraba apartado y realizando operaciones burocráticas en la Comandancia de Almería. Luego pudo reconstruir todo lo ocurrido: «La dirección General de la Guardia Civil mandó un radio (nombre que se daba en la Guardia Civil a los fax o télex) diciendo que eran «etarras» y que habían atentado contra el general Valenzuela. Castillo Quero, que era un enfermo mental, un imbécil poseído y que, además, presumía de su amistad con el Rey, vio allí la ocasión de hacer un servicio y hacer méritos, colgarse medallas».
Guillén, que murió hace tres años, recordó que la Comandancia de Almería se encontraba en pleno centro de la ciudad y que en ella vivían los familiares de los guardias civiles, por lo que Castillo Quero y los miembros del servicio de información decidieron llevarse a los detenidos fuera de la ciudad para poder torturarlos sin problemas: «En Casafuerte ocurrió la tragedia, porque fue tal la tortura, la paliza, la cafrada, que se les quedaron en las manos. Cuando se dieron cuenta, los habían matado».
Tras el error, Castillo Quero intentó borrar todas las pruebas de la masacre. Guillen, que cuando realizó estas declaraciones en el año 2002 ya estaba jubilado y tenía que soportar un par de diálisis semanales, se encendía y se cabreaba cuando recordaba aquellos momentos: «Tuvieron que despedazar a aquellas criaturas para meterlos dentro del coche. Después se llevaron el coche, los despeñaron, le metieron fuego y se pusieron a pegar tiros».
Pero el documento más importante y esclarecedor de lo que ocurrió en el caso Almería le llegó a la familia Mañas, en forma de carta anónima, tres años después del asesinato de su hijo y de que el Tribunal Supremo confirmara la sentencia de 24 años de cárcel contra el teniente coronel Castillo Quero, 15 para el teniente Gómez Torres y 12 para el guardia Fernández Llamas.
En esa carta anónima, escrita por un guardia civil de la Comandancia de Almería, se detalla de forma pormenorizada la cantidad de barbaridades que cometieron contra los tres jóvenes inocentes y el total de miembros de la Guardia Civil, con nombre y apellidos, que participaron en el aquelarre: «Mi querida familia, ante el respeto que merecen me dirijo a Vds para contarles el hecho siguiente respeto a las extrañas circunstancias de la desgracia de buestro (sic) hijo y compañeros que fallecieron en manos de los asesinos de la Comandancia de esta localidad».
El anónimo comunicante, que descubre que «en la actualidad (1984) es Guardia Civil, pero no asesino» relata a la familia Mañas las circunstancias en las que murió su hijo y sus compañeros: «Los trasladaron en los mismos vehículos al cuartel de Casafuerte, donde fueron sometidos a interrogatorio, acto seguido ordenó Castillo Quero que tenían que ser sometidos a garrote y pidió voluntarios».
Y entre los voluntarios, según el anónimo, salieron: «J.M ., pertenece al Servicio de Información Después, el sargento C..Otro, el guardia P Otro, el guardia F., también destinado en el Servicio de Información. Estos fueron los tres asesinos de buestro (sic) hijo…». Ninguno de esos guardias fue juzgado y condenado por la Audiencia de Almería como autores materiales del asesinato de Mañas y sus amigos.
Después de las torturas llegaron las muertes: «Al principio le dieron una gran paliza, especialmente por el guardia C.., perdiendo el conocimiento. Entonces lo mataron con un tiro de pistola cada uno que recivieron (sic) por separado. Posteriormente, los embolvieron (sic) en mantas viegas (sic), penetrándolos en el Ford Fiesta, en el asiento trasero, ordenando Castillo Quero que fueran volcados en el sitio que no les viera nadie y que se les pegara fuego para que no conocieran los mal tratos».
El anónimo Guardia Civil llega incluso a relatar en su carta que los asesinos, de los que da nombre y apellidos, utilizaron el dinero que llevaban las víctimas para comprar la gasolina con la que prendieron fuego al Ford Fiesta con los tres cadáveres dentro: «Antes de pegar fuego con la metralleta de los compañeros el guardia C. gastó dos cargadores de 30 cartuchos cada uno sobre los cadáveres en combinación con el depósito de la gasolina del Ford, acto seguido con el mechero que pegó fuego a la gasolina que se derramaba del depósito, añadiendo la que tenía en la lata aparte».
La familia Mañas ha solicitado en varias ocasiones que su hijo y sus dos compañeros sean reconocidos como víctimas del terrorismo, pero siempre han recibido la callada por respuesta por parte de todos los organismos a los que se han dirigido desde hace más de 20 años. Tampoco han recibido el apoyo ni la comprensión de la Asociación Víctimas del Terrorismo de la que ayer resultó reelegido presidente el ultraderechista Francisco José Alcaraz con el apoyo de la COPE.