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Elecciones en Euskadi

25 S: radiografía de campaña

Fuentes: Rebelión

Se puede decir que Los resultados de las elecciones autonómicas han sido el fiel reflejo de la actitud de los candidatos y sus partidos. Pese a la importancia dada a estos comicios, sobre todo desde Madrid, ha sido una campaña sin crispaciones, casi amable. De ello salen dos grandes beneficiados, tres perjudicados y un ausente […]

Se puede decir que Los resultados de las elecciones autonómicas han sido el fiel reflejo de la actitud de los candidatos y sus partidos.

Pese a la importancia dada a estos comicios, sobre todo desde Madrid, ha sido una campaña sin crispaciones, casi amable. De ello salen dos grandes beneficiados, tres perjudicados y un ausente por incomparecencia.

Siempre se le ha achacado a Iñigo Urkullu una timidez y tensión que convertían sus apariciones públicas en forzadas. Es un hombre correcto, impecable para muchos y que a nadie disgusta del todo. Su campaña se ha basado en la gestión, distanciándose sin tapujos de Cataluña en los objetivos identitarios, por más que algunos lo nieguen. Con algunos matices, pocos o muchos, se puede decir que ha sido un buen gobernante, cuanto menos decente, para la gran mayoría. Desde el fin de la dictadura, el conservadurismo oficial de su partido se ha combinado siempre con unas políticas sociales más progresistas, acercándose en muchos casos a la socialdemocracia. Y a todo ello se ha sumado, en esta campaña, un cambio en Urkullu. Junto a un discurso bien estructurado, ha sabido soltar lastre en sus comparecencias públicas, transmitiendo confianza y seguridad. Todo ello se ha reflejado en su forma de mirar a cámara y a los rivales en los debates electorales, con quienes expuso con serenidad sus argumentos. Quizá demasiada, en ocasiones con invisible arrogancia, pero siempre con buen resultado. A la vista está.

También Bildu ha mostrado una importante evolución en relación a comicios anteriores. Para empezar, la Ikurriña ya no invade su gráfica de campaña, incluso hasta casi desaparecer. Multicolor y con tipografías simpáticas, los escenarios de Bildu parecían irreconocibles para la mayoría. Igual o más importante fueron sus candidaturas. La sentencia que impedía a Otegi concurrir no impidió su presencia en la campaña, a modo de estímulo. A ello se suman las tres candidatas, mujeres con una amplia y reconocida trayectoria profesional. No son, no eran, políticas, y posiblemente sean la primera señal del verdadero cambio en la forma de hacer política de Bildu. Su última experiencia de gobierno en Gipuzkoa, en diputación y ayuntamientos, constituyó un fracaso. Por primera vez, y ya sin la violencia de ETA, tuvo que asumir la responsabilidad de gestionar y mostrar que su programa iba más allá de las soflamas independentistas, y fracasó estrepitosamente incluso entre sus bases. Y el partido aprendió. Esta campaña se ha centrado en las políticas sociales, abandonando casi por completo el viejo discurso. Y también el viejo corset de las sudaderas con capucha, los pelos militantes y los piercings hasta en los estornudos. Ojalá no sea un espejismo.

El caso de Podemos es el más desconcertante. O no. Cierto es que en Euskadi, de las generales a las autonómicas hay siempre un mundo. Es cierto que irrumpir en el Parlamento Vasco como tercera fuerza está muy bien. Pero no lo es menos que las sensaciones se alejan mucho del éxito. No es un fracaso, se sabía que Bildu recuperaría votos, y que era imposible obtener los resultados de las generales. Pero lo más relevante es que gran parte del voto perdido de Podemos no se ha mudado a otros partidos, sino que se ha quedado en casa. Un contundente toque de atención. Pili Zabala ha sido una gran candidata, pero ha quedado más que mostrada la debilidad estructural del partido en Euskadi. También la ambigüedad de su discurso. Todo el mundo, incluso quien lo niega, sabe que Podemos no es independentista. Por eso, la importancia que le ha otorgado al debate sobre autodeterminación no tiene sentido y le ha llevado a omitir muchos de los principios que le hicieron surgir con fuerza arrasadora en Euskadi. Es importante, vital, que Podemos recuerde de dónde surge y para qué. Si no lo hace, se convertirá en residual. Le queda tiempo y posibilidades, pero que no se confíe.

Lo del PSE ya no se lo explican ni los médicos. No es de ahora, el partido lleva años perdiendo votos e influencia, y a veces da la impresión de que buscan de forma estúpida la autodestrucción. Lo decía Idoia Mendia, y es cierto, el PSE ha sido fundamental en Euskadi a lo largo de los sucesivos gobiernos. También lo es que muchas de las mejores y más progresistas mentes del partido llegan de Euskadi, como lo es que casi siempre son ninguneadas por la cúpula. Nadie sabe lo que en los últimos años ha pasado por la cabeza de cada candidato socialista, pero lo que es innegable es que corporativismo irracional del partido lo está matando lentamente, al igual que la renuncia casi total a sus principios e ideales. Su campaña ha sido muy parecida a la del PP, llamando al miedo y satanizando tanto al nacionalismo como a Podemos. No puede ser. Es cierto, el PSE es imprescindible, pero así mejor no.

El PP ha perdido poco. Ya no puede bajar más. Es su éxito, vivir de su voto cautivo, el más a la derecha. No le importa, bueno, al menos en quienes les dirigen desde Madrid, que siguen considerando a Euskadi como argumento electoral y nada más. Es muy probable, casi seguro, que quienes tratan de dirigirlo desde aquí no piensen igual, en esto y en el problemilla de la corrupción. Pero faltan agallas. El día en que aparezcan, será un gran día.

Ciudadanos, a la derecha del PP, sí. Que nadie se deje envolver por ese manto regenerador que se autoadjudica. Que nadie se engañe, no es un partido nuevo y, hasta hace muy poquito, su argumentario era similar al de la vieja Batasuna, aunque a la inversa. Su programa en Cataluña giró en torno a la unidad de España, la vieja unidad, sin autonomías, sin diputaciones. Y nada más. Saben que no tienen nada que hacer en buena parte de España. A veces, llenarse la boca con conceptos como pluralidad y convivencia no hacen sino esconder un ideario radicalmente opuesto a ello. Y es el caso. El de la mosca cojonera.

Es lo que hay, un nuevo escenario parecido a los anteriores, con matices que, ojalá, sean determinantes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.