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26 de Julio: La historia lo absolvió. ¿Y ahora qué?

Fuentes: Progreso Semanal

Los eventos contemporáneos de televisión marginan el papel de la historia. La TV transmite la muerte desde Líbano, Gaza e Israel, pero prestó poca atención al 53 aniversario del inicio revolucionario de Cuba. El 26 de julio de 1953, Fidel Castro dirigió a unos 150 hombres para capturar el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba. […]

Los eventos contemporáneos de televisión marginan el papel de la historia. La TV transmite la muerte desde Líbano, Gaza e Israel, pero prestó poca atención al 53 aniversario del inicio revolucionario de Cuba. El 26 de julio de 1953, Fidel Castro dirigió a unos 150 hombres para capturar el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Este acto de voluntarismo nacionalista fracasó. Los revolucionarios tenían la esperanza de que el heroico acto catalizara un levantamiento en toda la isla. Sin embargo, en enero de 1959 los guerrilleros de Fidel tomaron el control de la isla.

Mientras los cubanos celebraban el 53 aniversario del ataque al Moncada, confrontaron nuevamente las famosas palabras de Fidel Castro. «La historia me absolverá», fueron sus palabras finales de su defensa en el juicio por el asalto. Sus logros más que lo absolvieron. Pero la era de la inocencia revolucionaria que produjo la revolución cubana ha terminado, como lo demostró dramáticamente el 11 de septiembre.

Fidel continúa siendo un líder impresionante que nunca dependió de anuncios en TV o «manipuladores» políticos para hacer llegar sus mensajes a los cubanos y a millones de otros en todo el mundo. La gente escucha porque él tiene algo que decir. Su agenda -justicia, igualdad, terminar con la pobreza, enfrentarse a los peligros de la erosión ambiental- sigue teniendo una urgente contundencia. Compárense sus presentaciones con las «ideas ligeras» ofrecidas por los principales jefes de estado.

Desde la década de 1960, los críticos han ignorado las nobles ideas de Fidel y han dirigido sus dardos al sistema cubano de racionamiento y la escasez crónica. Los anticastristas se niegan sistemáticamente a comparar la vida de la isla con la de sus vecinos, cuyos niveles de salud y de vida son mucho peores. A diferencia de los residentes de otros países sudamericanos, los cubanos de la era post-Batista no han tenido que temer a los escuadrones de la muerte o a las «desapariciones».

Cuba no tiene una prensa libre ni partidos políticos. Pero esto ha provocado problemas que Cuba enfrenta hoy: la ausencia de diálogo público. Sin embargo, estas deficiencias no le restan méritos a sus logros.

La revolución convirtió a una colonial económica informal de EEUU (hasta 1958) en una nación digna cuyos ciudadanos danzaron en la escena de la historia contemporánea. En los emocionantes días de las décadas de 1960 y 1970, los estudiantes regresaban de estudiar en el exterior para unirse a los que estaban en el país para construir hospitales, escuelas, carreteras y centros de cuidados infantiles. La revolución también dio a Cuba derechos que solo sueñan otros pueblos del Tercer Mundo. No fue solo educación, salud, derecho a un empleo y a una pensión de retiro, sino la oportunidad de cambiar la historia.

En 1993, en la toma de posesión de Nelson Mandela después de la desaparición del sistema de apartheid, el nuevo presidente sudafricano abrazó a Fidel Castro: «Usted hizo esto posible», susurró para que todos lo oyeran, refiriéndose a la derrota que los cubanos inflingieron en 1987-1988 a las fuerzas sudafricanas del apartheid en las batallas de Cuito-Cuanavale.

En África, durante las décadas de 1960 a las de 1980, las tropas cubanas desempeñaron papeles históricos en la salvaguarda de la integridad de Argelia, Angola y Etiopía. En solidaridad, Cuba envió a 1 500 soldados para combatir junto a las tropas sirias en la guerra de 1973 en el Medio Oriente. Médicos y técnicos cubanos dieron ayuda a Viet Nam en los años de 1960 y 1970. Los médicos cubanos son los primeros en ofrecerse como voluntarios para ayudar a las víctimas de terremotos y otros desastres en todo el mundo. Ciertamente los pakistaníes recordarán la contribución que los cubanos hicieron en la atención a las víctimas del reciente terremoto.

Artistas, intelectuales, escritores, atletas y científicos cubanos también han grabado su trabajo y sus proezas en los anales de muchos países en todo el mundo. Cuba tiene más médicos en el extranjero que toda la Organización Mundial de la Salud. La cantidad de médicos por pacientes es similar a la de Beverly Hills.

Otras revoluciones y movimientos de independencia en pequeñas naciones no lograron este nivel de éxito. Después que los poderes imperiales saquearon sus recursos y cerebros durante siglos, les «dieron» la independencia; en algunos casos, los colonizados se la ganaron. Los antiguos benéficos gobernantes les dieron de plazo diez o veinte años para que se convirtieran en «democracias» capitalistas en completa operación. Los imperialistas no reemplazaron los recursos robados ni compartieron tecnología; no ofrecieron créditos fáciles ni términos comerciales beneficiosos. La única opción, que te atrape el FMI, como decía el difunto Primer Ministro de Jamaica Michael Manley.

La buena suerte de Cuba, que tenía una verdadera compañía de seguros dispuesta a suscribir una póliza de desarrollo a largo plazo, significó que la Unión Soviética proveería la infraestructura y el know-how necesario para el desarrollo. A pesar de los defectos e imperfecciones del sistema soviético, funcionó. La mortalidad infantil y la expectativa de vida en Cuba alcanzaron niveles comparables a los del Primer Mundo. Cuba tiene una tasa de analfabetismo igual o inferior que la de Estados Unidos.

La Revolución Cubana fue un éxito. ¿Lo fue realmente?

En 1990 la Unión Soviética se disolvió. Cuba perdió la ayuda que le daba y su socio comercial. Sus líderes transigieron a regañadientes -dólares y turismo- a fin de sobrevivir en un clima hostil promovido por EEUU. A medida que crecían las dificultades, decenas de miles de cubanos confiaron su destino en las balsas o, posteriormente, en manos de los contrabandistas, y en los inciertos mares que separan a la isla de la Florida.

Sin embargo, antes de la disolución de la URSS, Cuba ya había comenzado a perder su pureza revolucionaria. Heroicos guerrilleros a menudo se convirtieron in ineptos jefes de ministerios y peores políticos. No construyeron una transición democrática en su modelo por medio de la transferencia de su poder en un compacto de confianza a la misma generación que educaron. En su lugar, los líderes que disfrutaban de ciertos privilegios materiales comenzaron a perder el vínculo estrecho con el pueblo. El paternalismo, heredado de siglos de cultura española, también comenzó a erosionar la compenetración y entusiasmo espontáneos de los primeros años.

En 1968, mientras yo realizaba Fidel, un documental para el Servicio Público de TV, Fidel me dijo que «la democracia socialista debiera garantizar la participación constante de todos en la actividad política». Esta perspectiva es incompatible con el control paternal -aunque sea para el «bien» del pueblo. Las actitudes paternalistas debilitaron la iniciativa en la sociedad cubana. Al «dar» al pueblo lo que necesitaba sin exigir responsabilidad madura y al mantener el control en prácticamente todos los proyectos, el Partido Comunista y el gobierno ayudaron a despolitizar al propio pueblo que habían educado.

Los revolucionarios de 1959 juraron cumplir las metas de los líderes independentistas de los años 1860 y 1890 que comenzaron la lucha por la nacionalidad. Fidel expandió su visión para convertirla en una de conciencia comunista: la total participación política de cada ciudadano. En 2006, gran parte de la población no responde a los llamados a la conciencia comunista ni participa de manera significativa en la política.

En su lugar, los visitantes a la isla escuchan decir «No es fácil», un prefacio a la lista de quejas. Es más, los salarios del gobierno no permiten que la mayoría de los cubanos vivan al nivel al que están acostumbrados. Por lo tanto, el mercado negro sigue vital.

Los cubanos consumen -no todo lo que desean- pero no producen artículos que traen divisas del exterior. Sin embargo, tanto los productores como los del sector privado no sufren el estrés de empleo que experimentan los norteamericanos.

«Trabajar duro en empleos aburridos, eso es capitalismo», me dijo un amigo cubano. «El socialismo no gasta la energía del pueblo en tareas sin sentido que no le benefician a él ni a la sociedad».

Frente al rostro humano del socialismo cubano, hay gente que continúa arriesgando su vida para abandonar la isla a cambio de una existencia incierta. Jóvenes cubanos, dentro y fuera de la isla, demuestran altos niveles de cultura, excepto cuando surgen los temas políticos: la vista se les pone en blanco.

Cuando regresé de Viet Nam en marzo, un amigo cubano me preguntó acerca de ese país.

«Prospera», dije.

«Imagínate, los norteamericanos los bombardearon hasta llevarlos a la Edad de Piedra y ellos están prosperando. Ni una bomba ha caído en La Habana y nosotros vivimos como en la Edad de Piedra.»

Este lloriqueo habitual debe tomarse con reserves. La inversión de Cuba en el capital humano estimuló inicialmente la conciencia política. Los cubanos defendieron su revolución contra una implacable guerra sucia por parte de EEUU, porque comprendían su causa -y la de sus enemigos. ¡Una lucha anti-imperial y de clases!

Durante los años 70 los cubanos recordaron las prácticas asesinas y el capitalismo injusto de la era pre-revolucionaria. En la actualidad, 75 por ciento de la población no recuerda la crueldad de Batista ni el neocolonialismo de EEUU. Al carecer de recuerdos vívidos y sin aportación política, se han cansado de la gastada jerga y lemas del Partido que tienen poca relación con su realidad.

Esto me preocupa, porque el plan de Bush de julio para Cuba llama a la reanudación del control por parte de EEUU en una era post-Castro; la privatización de su economía y la reconformación de su estructura política para hacerla compatible con la visión de la actual administración de lo que es democracia. Estados Unidos quiere incluso enseñar a los cubanos a administrar eficientemente las escuelas y las granjas. A partir de julio de 2005, Bush ya había nombrado a un coordinador para la transición -sin siquiera molestarse en invadir a Cuba, como hizo en Afganistán e Irak.

Este plan «Made in Washington» demuestra la obsesión inherente a la memoria imperial. En Washington, los sabios de la política se mantienen fieles a viejas reivindicaciones económicas en Cuba. El plan de julio debe recordar a los cubanos que perderán su educación gratuita, sus cuidados médicos gratuitos y sus viviendas y que comenzarán a pagar un alto precio por esos servicios. Los cubanos debieran imaginar la vida bajo los exiliados de Miami hambrientos de bienes raíces.

Lo duro y sin sentido que significaría su vida laboral cuando su trabajo fuera para enriquecer a una clase verdaderamente parasitaria.

La re-colonización de Cuba del plan de Bush ofende a los cubanos. Pero ese horrible camino es posible si el cinismo se profundiza en la isla. ¿Tendrá Fidel la voluntad suficiente para lanzar otra campaña, un movimiento por la democracia socialista? La premisa de un buen comienzo sería reconocer que los educados ciudadanos cubanos merecen la confianza y por tanto el poder para decidir, así como participar en las políticas que guían su nación. Daría un renovado significado a su lema de «¡Patria o Muerte!»

El filme de Landau Fidel, realizado en 1968, está disponible en DVD.

Noticia original: http://www.progresosemanal.com/index.php?progreso=Landau&otherweek=