Cataluña lleva años en proceso. Lleva años padeciendo una política teatral en una sucesión de pantallas-etapas que se van quemando al gusto de Mas. Nadie puede negar la importancia de estas elecciones, ni de las movilizaciones independentistas. De la misma forma que tampoco se puede negar la importancia que tienen para la refundación del pujolismo. […]
Cataluña lleva años en proceso. Lleva años padeciendo una política teatral en una sucesión de pantallas-etapas que se van quemando al gusto de Mas. Nadie puede negar la importancia de estas elecciones, ni de las movilizaciones independentistas. De la misma forma que tampoco se puede negar la importancia que tienen para la refundación del pujolismo. Podríamos decir que este domingo se la juega CDC más que el «procés». Se juega liderar, cuando no controlar, una mayoría parlamentaria para aplicar un proyecto de país «business friendly». Esta es la realidad, todo lo demás es aprovecharse de la ilusión de miles de personas que ven en la independencia la salida a la crisis del sistema económico y político.
Este ciclo político ha sido protagonizado por la fuerza de las movilizaciones populares, por la reaparición de las masas en la vida política. Esta campaña electoral ha sido un ejemplo claro. Quizás ha sido una de las campañas con los actos más masivos de los últimos años. Como muestra las multitudes que acudían a los actos de Junts Pel Sí, o a los de Catalunya Sí Que Es Pot. Está por ver qué participación habrá finalmente, pero se puede decir que esta campaña electoral ha supuesto un episodio más del ciclo de movilizaciones ciudadanas en el que han coexistido, y confrontado, la Cataluña del Sí-Sí y la del Sí Se Puede. También ha aparecido la Cataluña del NO, una Cataluña existente pero pasiva, que se manifiesta por los cauces institucionales y que tímidamente aparece en las calles. Esta campaña, pues, ha sido el reflejo de la realidad del país, de las diferentes corrientes en las que se sitúa la ciudadanía.
Más allá de las corrientes y las olas, el mapa político que salga del 27S marcará el cierre del ciclo político que se inició con el 15M -por poner una fecha señalada, entendiendo que el inicio es también una cuestión a debate- y la apertura del siguiente en Cataluña. Este 27S marcará seguramente el 20D. Lo marcará porque está en juego que sea Podemos o Ciudadanos quien se erija como alternativa solvente al bipartidismo. Todos damos por segura la victoria de Junts Pel Sí. Su implantación territorial -en parte debido a la estructura de poder semi-caciquil de las comarcas de interior-, su capacidad de movilización y su maquinaria electoral son incomparables con el resto de fuerzas políticas. Lo que realmente está en disputa estas elecciones es quien lidera la oposición y si Mas puede asegurarse un pacto de gobernabilidad, que le permita seguir construyendo una Cataluña neoliberal y seguir navegando las olas del «procés». Para asegurar que la oposición la lidere la izquierda, que en Cataluña exista una oposición real que niegue la mayor del proyecto convergent, el voto indignado debe concentrarse en Catalunya Sí Que Es Pot.
Es verdad que existen más opciones de izquierdas y de centroizquierda. Nadie lo niega, pero tampoco se puede negar que solo existe una fuerza que pueda disputar el liderazgo de la oposición. Por una parte, el PSC ha hecho una campaña centrada en defender la unidad de España llegando a proyectar una bandera borbónica gigante en un acto. Asimismo, los socialistas han caído de pleno en el marco convergent. Ha asumido que estas son unas elecciones plebiscitarias, que substituyen un referéndum. En sus discursos lo niegan, pero actúan como si en estas elecciones España se jugara realmente su unidad. La realidad es bastante diferente. No se ha dado ningún caso en que se reconozca a un Estado proclamado de forma unilateral y por la vía de una mayoría absoluta parlamentaria. Solo se ha dado en casos en los que potencias occidentales estaban interesadas en desmembrar Estados enemigos, o en antiguas colonias. En todo proceso hacia la construcción de un Estado independiente el reconocimiento internacional es crucial para la misma existencia de este. Sin el reconocimiento de nadie la soberanía no se puede ejercer. Si Cataluña se declara independiente pero no tiene capacidad para controlar, gestionar y gobernar su territorio la independencia no saldrá jamás del marco simbólico. La izquierda, que es soberanista por naturaleza, no puede apostar por un proceso político que conduzca a la nada ni asumir sus marcos.
Muchos son los que acusan a la candidatura encabezada por Lluís Rabell de no tener un proyecto nacional para Cataluña. La verdad es que en su manifiesto y en su programa se especifica. Catalunya Sí Que Es Pot apuesta por el referéndum como salida real al conflicto político en el que nos encontramos. En ningún escenario es factible una declaración de independencia que no sea dialogada y reconocida por el Estado español. No existe una desconexión real con ningún Estado si no es reconocido por terceros, e incluso si no es reconocida por el 50% del mismo país. Solo el referéndum consigue generar un consenso capaz de construir un proyecto nacional. Por otra parte, la candidatura de Rabell apuesta por la construcción de una República Catalana que tenga unas relaciones jurídicas con España decididas por la ciudadanía, esto es que una vez constituida una arquitectura institucional estatal se someta a referéndum si se prefiere una relación federal, confederal o que esta República sea independiente. Considero que no existe ninguna ambigüedad en este proyecto. Es difícil de explicar porque tiene mil matices, es cierto, pero es la única que puede presentarse realmente como proyecto nacional. Conjuga las aspiraciones de una amplia mayoría a la vez que pone como eje vertebrador la participación democrática.
El proyecto de Junts pel Sí es, en realidad, un proyecto que podría mutar tranquilamente en los próximos meses. No sería ninguna novedad que Artur Mas cambiara de plan en mitad de la partida. Su prioridad es seguir gobernando y seguir aplicando el mismo proyecto. Parece mentira que haya independentistas de buena fe que no se hayan dado cuenta que, al finalizar todas las pantallas, Mas siempre acaba siendo el protagonista. Ningún episodio ha acabado sin Mas como único protagonista. El 27S acabará con Mas como presidente si la aritmética electoral lo facilita y la CUP lo permite. Hoy por hoy las dudas sobre la acción postelectoral de la CUP son gigantescas. Es cierto que han anunciado que no harán a Mas presidente, pero a la vez han afirmado que harán presidente a aquel que apueste por la independencia. Teniendo en cuenta que CDC tendrá el 60% de los diputados de Junts Pel Sí, y que las figuras independientes seguirán la opinión mayoritaria para asegurarse su puesto, es muy dudoso que cedan en ese aspecto. Si Mas consiguió que ERC asumiera su propuesta bajo amenaza de frenar el «procés», lo más probable es que a partir del 28 veamos una gran campaña de presión hacia la CUP. Esperemos que los dirigentes, y las partes más activas de esa formación, sepan aguantar la presión y no cedan. No todo vale por la independencia.
Ningún proyecto nacional se asienta en la transversalidad en los terrenos económicos y sociales. Se asientan en liderazgos que son capaces de trabajar como centros de gravedad, que son capaces de hacer de sus propuestas el sentido común de la mayoría, que generan marcos conceptuales que el resto de partidos acaban asumiendo (aunque se sitúen en las antípodas). Hoy CDC tiene el liderazgo político en Cataluña. Una CDC más debilitada en número de escaños que nunca, una CDC que está hasta el cuello de mierda. Depende de la izquierda independentista que Convergència vaya perdiendo ese liderazgo, que no realice con éxito una operación de fondo que tiene como objetivo liderar un partido «nacional» al estilo del SNP. Cataluña se juega abrir un nuevo ciclo político que abra la puerta a la disputa del liderazgo político nacional, que abra la puerta a la confrontación de dos proyectos nacionales antagónicos. De una parte el proyecto oligárquico de Mas, de otra parte el proyecto democrático y popular que hoy encabeza Catalunya Sí Que Es Pot. La CUP deberá decidir en que campo se sitúa. La gente de la candidatura de Rabell debe entender que la CUP no es el enemigo, aunque haya sido un rival electoral, y que solo se podrá construir un proyecto nacional y popular teniendo como aliadas a las fuerzas de la izquierda independentista. La gente trabajadora debe movilizarse y convertir su enfado en votos a Catalunya Sí Que Es Pot.
Juanma Rodríguez. Secretario General de la JCC y militante de EUiA
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