Con su voto usted, tú, eres el responsable del futuro del país, de cómo va a funcionar la economía, el empleo, la sanidad y el conjunto de las prestaciones sociales y, lo más importante, es que usted, que tú te lo creas porque sin fe este invento de democracia no funciona, se rompe el trampantojo […]
Con su voto usted, tú, eres el responsable del futuro del país, de cómo va a funcionar la economía, el empleo, la sanidad y el conjunto de las prestaciones sociales y, lo más importante, es que usted, que tú te lo creas porque sin fe este invento de democracia no funciona, se rompe el trampantojo de votar cada cuatro años.
Cuando ni siquiera los candidatos de cada lista electoral son elegidos, sino más bien impuestos por la estructura del propio partido a quien dicen representar, mucho menos van a poder ser tus representantes, sino los de los respectivos barones de los partidos o de quien los pone o impone.
Aun así, a esto han convenido en denominarlo democracia representativa, porque se supone que usted, que tú, verdaderamente eliges, cuando en realidad antes de que usted, de que tú, hayas depositado tu voto la suerte está echada, solo cambiarán las formas, no los contenidos y mucho menos tu participación real en nada que no sea eso, el gesto que no dura más de un minuto cuando entregas una papeleta ya impresa para que la introduzcan en una urna. Así empieza y acaba tu participación, aparte del bombardeo previo, acoso diría yo, de promesas vacías durante toda la campaña electoral.
Partidos que a modo de continente se basan en un puro aparato burocrático en que se colocan toda clase de personajes pero que, en general, solo cuentan con el mérito de haber sobrevivido a las luchas internas dentro del propio partido y que su principal objetivo, por no decir el único, es liderar su propia facción y conseguir el «poder», sin olvidar que para muchos, puede que para la mayoría, la política se convierta en un empleo de por vida, salvo que como pago a los servicios prestados se cuelen en una o en una docena de puertas giratorias de empresas a las que, no casualmente, han tenido que prestar jugosos servicios desde el poder. Puertas que es necesario engrasar. Cientos son los altos dirigentes de la política los que así se han colocado con sueldos magníficos. Nadie regala nada por nada.
Con estos continentes, con estos mimbres, ¿qué contenido podemos esperar? Bien sencillo, nada que no sea que todo siga igual. Igual y a mejor para algunos y peor y a peor para la mayoría, tal como está sucediendo.
Nunca la humanidad ha tenido tantas posibilidades y tantos recursos y sin embargo nunca ha habido tanta pobreza y marginación ni tanta brecha y diferencias entre unos pocos que poseen la mayoría de los bienes y una inmensa mayoría que no poseen nada o casi nada. Esto sucede a nivel global y sucede a nivel local. Sucede en cada localidad, en cada calle y hasta en el entorno de cada uno. Convivimos con el paro, la precariedad, la pobreza extrema y la exclusión social, aunque de todo esto en la campaña con la que nos están bombardeando no solo ni se ha hablado sino que el triunfalismo y las promesas han sido el discurso de cada partido, de todos por igual, salvo matices en las formas. Algunos dirán que claro que sí hay diferencias, las hay, pero solo en las formas y poco más.
Planes, proyectos y promesas sin límite con las que se miente con descaro pero que al día siguiente no hay modo de pedir la más mínima responsabilidad. Así en estas elecciones y en las anteriores, y parece que para seguir.
A todo este montaje publicitario, de puro márquetin, se ha de añadir las continuas descalificaciones a los contrarios solo superadas por el engrandecimiento de lo propio. Votar a esta gente podría entenderse como una forma sutil de validar este modelo de elección, de legalizar cualquier cosa que digan o dejen de decir y sin importar en absoluto cualquier engaño o mentira.
Nos asfixian con sermones en los que hacen gala de libertades y de derechos, pero en ningún caso nada implica ni libertad ni derecho y en absoluto garantizan ni reconocen obligación alguna, es decir, papel mojado. Cualquier derecho como por ejemplo al trabajo, vivienda, sanidad,…, no pasa de ser un derecho, en esto se queda. Juegan con una Constitución llena de derechos, pero sin ninguna obligación. Humo.
La derecha tiene una virtud, algo es algo, no miente. De entrada ya dicen y defienden el libre mercado, el neoliberalismo, mientras que la izquierda no lo acepta pero lo practica de principio a fin, eso sí, con distinto léxico. Díganme si no quién no ha tirado tanto o más del modelo neoliberal y de los recortes en las prestaciones sociales y quién impuso el 155 y lo mantiene. En esto como en tantas otras cosas, o en todas, unos y otros, han de ir a Bruselas a recibir instrucciones de la política económica neoliberal que han de aplicar rigurosamente, sin olvidar las imposiciones inapelables de Donald Trump, o del que toque.
Están en campaña, pero a pesar de ello, de lo que podría ser esencial nadie dice ni palabra, ni partidos ni candidatos, solo hacen apología de lo etéreo.
Concretando y dicho a grandes rasgos: (Cifras en millones de euros, PIB 2018, 1.208.248 M€.)
– Fraude fiscal, 80.000 M€, el 6,6% del PIB
– Corrupción y fraude, 60.000 M€, el 5,0% del PiB
– Economía sumergida, 250.000 M€, el 20,7% del PIB
– Evasión a paraísos fiscales, ni se sabe.
– A la banca 60.000 M€, el 5,0% del PIB
– Sicav, todo muy legal, ni se sabe, solo pagan el 1%
– IRPF, pagan más los rendimientos del trabajo que los del capital
– Pago a la sanidad privada, el 28% del presupuesto del conjunto de la sanidad.
– Pagos a la Iglesia Católica 11.000 M€, más exenciones de IVA, IBI, etc.
– Subvenciones a organizaciones franquistas, neonazis, fascistas, ni se sabe.
Sucede ahora que esa izquierda nacida ya como neoliberal y adoctrinada con más neoliberalismo, se adhirió, se sumó, a la herencia franquista. Los mismos personajes, los mismos símbolos y los mismos monumentos continuaron marcando su identidad y su ideología. Ahora surgen las quejas porque la derecha y la ultraderecha prolifera, como si ello fuera novedad. Desde la llamada transición los sucesivos gobiernos han mantenido su legalidad y hasta la han subvencionado, de modo que solo nos queda decir, viva el fascismo, viva el nazismo y similares, porque todo está permitido y nada prohibido, al contrario, reconocido y legalizado de hecho y de derecho.
Para algunos o para muchos votar no deja de ser un mal menor, pero apostar por lo menos malo o muy malo, significa validar y legalizar cualquier cosa, lo que nos pongan, de modo que si esta campaña es más burda que la anterior, la siguiente aún lo será más que ésta.
Ellos necesitan tu voto, el de usted, pero tú, usted, no espere nada de ellos porque poco o nada le van a dar que usted, que tú, no les hayas dado primero sobradamente.
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