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30 años de Transición

Fuentes: El Mundo

Afirmar que no conviene insistir en la abominación neta y sin paliativos del franquismo arguyendo que eso crea problemas a la actual convivencia entre los españoles tiene tanto sentido como el que tendría sostener que mejor harían los alemanes en prescindir de la condena del nazismo, no vayan a sangrar otra vez por sus viejas […]

Afirmar que no conviene insistir en la abominación neta y sin paliativos del franquismo arguyendo que eso crea problemas a la actual convivencia entre los españoles tiene tanto sentido como el que tendría sostener que mejor harían los alemanes en prescindir de la condena del nazismo, no vayan a sangrar otra vez por sus viejas heridas.

Las sociedades acceden a la categoría de libres cuando sus ciudadanos aprenden a distinguir claramente la libertad de la tiranía, cuando saben apreciar tanto la primera como repudiar la segunda y cuando son capaces de examinar desde esa perspectiva, sin complacencias ni paños calientes, su propio pasado.

En la Alemania de hoy se puede denostar abiertamente el nazismo porque, salvo un puñado de nostálgicos de Hitler, todo el mundo está de acuerdo en que el III Reich fue un horror, y bien que lo lamentan.

No cabe decir lo mismo de España. Aquí quedan todavía sectores sociales de importancia a los que les incomoda que se coloque al régimen franquista en la larga y sangrienta relación de las tiranías que enlutaron la Historia del siglo XX.

No hay más que echar un simple vistazo a la actualidad para comprobar que incluso algunos órganos del propio Estado son incapaces de trazar la necesaria línea divisoria entre las arbitrariedades de la dictadura y las leyes del régimen parlamentario.

Tómese el ejemplo que acaba de proporcionarnos la Fiscalía de la Audiencia Nacional, que ha considerado, a instancias de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que la manifestación en recuerdo de los cinco últimos fusilados por la dictadura que se celebró el sábado podía ser constitutiva de un delito de «enaltecimiento del terrorismo». El fiscal en cuestión, con el respaldo del titular del Juzgado Central de Instrucción número 2, partió del sobreentendido de que levantarse en armas contra un régimen tiránico es terrorismo, y a correr. (Hay otra posibilidad: que piense que el franquismo no fue un régimen tiránico. Cualquiera sabe.)

Con todo, lo que más me ha llamado la atención en este asunto es que a ninguno de los implicados en la iniciativa (AVT, fiscal y magistrado) se le pasara siquiera por la cabeza la posibilidad de medir con su particular rasero la otra marcha que ha tenido lugar este pasado fin de semana, y que fue desde Moncloa al Valle de los Caídos para homenajear a Francisco Franco. Ni se les ocurrió pensar que ese acto sí que estaba explícitamente dedicado a enaltecer a un criminal de tomo y lomo. Así que ni lo denunciaron ni lo catalogaron ni nada: vía libre para los fascistas.

Curiosa situación: los antifranquistas bajo vigilancia y los franquistas a su aire.

Dicen algunos que nuestra realidad no lleva la impronta del franquismo.Descartado que se lo crean -no son tan obtusos-, imagino que lo dicen para disimular. Pero algunos parecidos son indisimulables.