El cierre de las urgencias sanitarias nocturnas en pequeños municipios -con el foco ubicado en Castilla-La Mancha- ha soliviantado a buena parte de la opinión pública. Pero en los distritos del norte de Valencia capital y algunos municipios y pedanías del área metropolitana, cerca de 340.000 vecinos llevan dos años con las urgencias médicas a […]
El cierre de las urgencias sanitarias nocturnas en pequeños municipios -con el foco ubicado en Castilla-La Mancha- ha soliviantado a buena parte de la opinión pública. Pero en los distritos del norte de Valencia capital y algunos municipios y pedanías del área metropolitana, cerca de 340.000 vecinos llevan dos años con las urgencias médicas a más de 7 kilómetros (en algunos casos, incluso a 10 y 12). Esto ocurre desde que se produjo el desmantelamiento del antiguo Hospital Universitario La Fe, en febrero de 2011, al que estaban adscritos.
La Comisión Cívica para el Retorno del Hospital La Fe a Campanar, que agrupa a vecinos afectados y comerciantes de la zona, surgió como respuesta a la decisión de desmontar el centro hospitalario y reducir sus prestaciones a las urgencias más básicas. Su lucha apunta a un objetivo elemental: que el hospital continúe operativo. Consideran un «despilfarro» que el edificio se abandone y deje degradar, mientras se desatienden las necesidades de una población muy numerosa.
Inaugurado en 1968, el antiguo Hospital Universitario La Fe ha sido, durante décadas, el buque insignia de la sanidad pública valenciana. Para los barrios limítrofes de la zona norte, incluso supuso en su día un catalizador para que floreciera el pequeño comercio. No resulta extraño, por lo demás, que personas con enfermedades crónicas adquirieran viviendas en su día cerca del hospital. Muy cerca este macrocomplejo, al que se puede llegar mediante diez líneas de autobús urbano o metro, también se emplaza la gran superficie comercial de Nuevo Centro y la estación de autobuses de Valencia.
¿Por qué a los vecinos se les ha arrebatado este servicio esencial? A juicio de Matías Alonso, miembro de la plataforma vecinal y persona directamente afectada, «el abandono del hospital de La Fe obedece a una estrategia premeditada; la Conselleria de Sanidad ha permitido que las instalaciones se ensucien y deterioren, y así tener la coartada perfecta para desmantelarlas; pero el edificio se halla en condiciones para continuar funcionando, si existiera voluntad política para ello».
Pero como no la ha habido, unos 340.000 vecinos han de desplazarse, al quedarse sin urgencias médicas y atención hospitalaria, al otro extremo de la ciudad, a La Nueva Fe, centro hospitalario que se les ha asignado. Para llegar a este hospital, ubicado en la zona sur y de complicado acceso, los vecinos sólo disponen de dos líneas de autobús urbano (ambas con una frecuencia de paso de más de 45 minutos); pagar por un taxi o en el aparcamiento del hospital si se usa el vehículo privado.
Aun así, la interrogante continúa en el aire: ¿Por qué? La respuesta, según Alonso, apunta a un objetivo de gran calado: «el Gobierno Valenciano tiene en la mente, en todo momento, la privatización de la sanidad pública; no es casualidad que en el entorno de la antigua Fe se localicen hasta tres hospitales privados, en funcionamiento o en proyecto; y que en el antiguo hospital haya muchas menos camas que en el nuevo; así se persigue un fin muy claro: que la gente tenga que recurrir a la sanidad privada».
Mientras, el que fuera durante 40 años mascarón de proa de la sanidad pública valenciana, se ha convertido en un «hospital fantasma». Está al alcance de cualquiera recorrer las plantas del pabellón central (el único que permanece abierto) de la vieja Fe, donde pueden verse por los pasillos camillas abandonadas, cajas apiladas repletas de libros, fragmentos de vidrio o sillas arrancadas; algunas fotografías atestiguan la existencia de quirófanos despojados de parte de su instrumental. Esto, en las plantas abandonadas. La parte operativa del hospital se ha visto reducida, prácticamente, a la atención de enfermos de larga estancia, crónicos o terminales; urgencias muy básicas y análisis de sangre, a lo que se añade la precariedad de medios materiales y humanos.
Esta merma de la atención sanitaria se traduce en dramas de carne y hueso. A Consuelo Leándrez, de 42 años, se le tuvo que trasladar al nuevo hospital de La Fe una noche, tras sufrir un ataque de epilepsia, cuando reside a sólo dos minutos del antiguo hospital. Su caso se agrava por el hecho de padecer asimismo una bronquitis crónica, retraso en el desarrollo de la musculatura y una minusvalía reconocida. La Comisión Cívica denuncia casos delirantes. Por ejemplo, el de un vecino que vivía a 100 metros del antiguo centro hospitalario y que, aquejado de un infarto, se le desplazó al nuevo hospital. Falleció en la ambulancia.
También se ha dado el caso de ciudadanas que han parido en la ambulancia mientras se las trasladaba al nuevo hospital, cuando residían a pocos minutos del antiguo, aseguran fuentes de la plataforma. Critican, asimismo, que en el hospital que se les ha asignado (el nuevo macrocomplejo de La Fe), suelen desorientarse fácilmente para acceder a las urgencias, ya que se hallan muy lejos de la entrada. Esta circunstancia, añaden, ha provocado numerosas quejas.
Visto el panorama, hace dos años que las personas afectadas, organizadas en la asamblea por el retorno de La Fe, comenzaron a movilizarse. Desde mayo de 2011 han organizado una veintena de manifestaciones por los barrios afectados, con una asistencia media de entre 300 y 500 personas, pero con unos «picos» (en las convocatorias más relevantes) de 3.000. Las movilizaciones han contado con el apoyo de las asociaciones de vecinos, colectivos de usuarios de la sanidad pública, 15-M y partidos de izquierda. En las reivindicaciones se han significado dos colectivos especialmente perjudicados: comerciantes y personas mayores. Pero, si en un primer momento, la Conselleria de Sanidad respondía con promesas vagas, «ahora ni nos reciben», afirman portavoces de la plataforma. Para el día 20 de febrero, fecha en que se conmemora el segundo aniversario del traslado del último paciente de la antigua Fe a la nueva, está prevista una amplia movilización.
Situación actual del antiguo Hospital La Fe
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Con el boato y la fanfarria habitual de las últimas dos décadas en el País Valenciano, en abril de 2011 se inauguró el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia. Un mes después se celebrarían las elecciones municipales y autonómicas. Según la página web del nuevo hospital, el presupuesto para la construcción de estas instalaciones ascendió a 383 millones de euros. Con toda la prosopopeya de edificio inteligente y vanguardista, se anunciaron 1.000 camas con todas las habituaciones individuales y 120 millones de euros destinados a equipamiento tecnológico de última generación, 195 locales de consultas y 116 de exploraciones especiales.
Igual de mediático resultó el traslado de los pacientes del viejo al antiguo hospital (250 pacientes en 40 ambulancias durante dos fines de semana). No se «vendió», sin embargo, que los facultativos se pasaron -antes de la inauguración de la nueva Fe- varios meses a caballo entre ambos centros. Atendían a los pacientes hospitalizados en el antiguo hospital y, en el nuevo, las consultas externas. «No dábamos abasto con el trasiego», asegura uno de los médicos. Actualmente, los análisis de sangre se llevan diariamente en taxi, del nuevo centro hospitalario al antiguo, con riesgo de que se produzcan alteraciones en las muestras.
Hoy se han corregido muchas de las deficiencias del Hospital Universitario y Politécnico La Fe pero, cuando se inauguró, los medios informativos dieron cuenta de la precipitación y las prisas en el estreno. De hecho, las camas no cabían por las puertas de las Unidades de Cuidados Intensivos y los techos de los quirófanos se caían. A esto se agrega la política de recortes, común al conjunto de la sanidad pública. En el nuevo centro hospitalario se han suprimido programas (por ejemplo, el de tabaquismo en los centros de especialidades), y eliminado la atención de tarde en quirófanos, lo que ha disparado las listas de espera en el último año (una prótesis de rodilla o cadera puede demorarse dos años, aseguran facultativos consultados). Tampoco se sustituye al personal médico que se jubila ni se contrata a los trabajadores de enfermería necesarios (una enfermera y un auxiliar cubren seis consultas especializadas en este hospital «de referencia»). Por lo demás, tras realizar el MIR en el centro, a los pocos médicos que continúan trabajando se les firman contratos de 20 horas semanales o únicamente se les pagan las guardias, con lo que laboran en condiciones precarias.
También se ha reducido notablemente el número de camas respecto al antiguo centro hospitalario (en el área de neumología, la vieja Fe contaba con 60 camas, frente a las 45 del nuevo hospital). Los facultativos se quejan, asimismo, del programa informático de este hospital «inteligente», pues, aseguran, además de ser muy lento, no concuerda con el del centro de especialidades, lo que dificulta en buena medida el trabajo. En este centro vanguardista y de excelencia tampoco se invierte en investigación que, si experimenta algún avance, es por el empeño de los profesionales. Unos médicos a los que se les ha suprimido, aseguran, la carrera profesional (complementos en la nómina por la actividad o años de ejercicio).
Como en cualquier descripción sobre los recortes y las deficiencias en los servicios públicos, sobre la sanidad gravita la afilada sombra de la privatización. En el hospital de la Fe se han privatizado los servicios de limpieza, restauración, lavandería, comida y pruebas diagnósticas. Se despieza el hospital en pequeños nichos de negocio para las empresas privadas. Y se presiona a los médicos (con plantillas ya menguadas) para que la prioridad absoluta sea el ahorro: que las estancias medias de los pacientes se dilaten lo menos posible. Sin embargo, afirman médicos consultados, estos criterios no son incompatibles con el hecho de que se haya creado una superestructura de cargos intermedios afines al Partido Popular, con responsabilidades creadas más o menos ex profeso para el cargo.
Según la doctora Dolores Nauffal, neumóloga de La Fe (desde 1978 en el antiguo hospital y desde hace dos años en el nuevo), «todo apunta a la privatización. De hecho, el caso valenciano se utiliza como laboratorio de pruebas, con ejemplos como el Hospital de la Ribera, en Alzira, pionero en el modelo de hospital público con gestión privada. Pero a diferencia de Madrid, en el País Valenciano la privatización de realiza de manera gradual, con el fin de que se note menos». Respecto a la clausura de la atención hospitalaria y las urgencias en la antigua Fe, considera «que debería haberse remodelado este centro hospitalario en lugar de construir uno nuevo, muy incómodo para personal y pacientes, mal ubicado y de difícil acceso». Una tendencia que se repite por doquier: abandonar y degradar, desmantelar y privatizar.
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