Recomiendo:
0

6 Diciembre: ¡a la calle, que ya es hora!

Fuentes: Rebelión

En Catalunya, como en Euskal Herria, esto no da más de sí. Es hora de dejar de mirar a Madrid y mirar a nuestro propio pueblo. La vía estatal se ha demostrado como una vía muerta, como un laberinto sin salida, como un muro ante el que se estrellan todo tipo de iniciativas y que […]


En Catalunya, como en Euskal Herria, esto no da más de sí. Es hora de dejar de mirar a Madrid y mirar a nuestro propio pueblo. La vía estatal se ha demostrado como una vía muerta, como un laberinto sin salida, como un muro ante el que se estrellan todo tipo de iniciativas y que precisa de algo más que rogativas para abrir en él puertas a un futuro de libertad y soberanía.

Tal como han reconocido sus propios redactores -siete padres dicen que tiene…, y ninguna madre- los artículos de la Constitución referidos a la sacrosanta España, a su carácter indisoluble e indivisible y a la soberanía única de la nación española, fueron redactados al dictado del viejo generalato franquista reconvertido de la noche a la mañana en demócrata de toda la vida.

Letamendia propuso en el debate constitucional que el derecho de autodeterminación fuera reconocido en su texto. Su enmienda fue rechazada por 268 votos en contra (PNV incluido), 5 a favor y 19 en contra. Luego, en el referéndum, en Euskal Herria triunfó el no y la abstención, pero nos la impusieron. Más adelante, en Nafarroa ni tan siquiera se nos permitió -única Comunidad histórica- refrendar lo que llamaron Amejoramiento del Fuero.

La reforma del Estatuto de Gernika -Plan Ibarretxe- aprobada en el Parlamento de Gasteiz fue llevada a Madrid para su aprobación, pero ni siquiera la admitieron a trámite: 313 votos en contra (IU incluida), 29 a favor. El Estatut catalán, aprobado en 2005 por su Parlament por 120 de sus 135 miembros (PSC, ERC, ICV y CIU), cuya tramitación sí fue aceptada, resultó luego «cepillado» a conciencia por el propio PSOE. A pesar de que sus sobras fueron refrendadas en Catalunya, el Tribunal Constitucional (T.C.) le dio una segunda desbastada convirtiéndolo así el texto inicial en mera caricatura.

Tampoco ha sido Madrid muy proclive a que la voz de los pueblos vasco y catalán pudiera expresarse libremente. La Ley de Consulta vasca, de 2008, que pretendía obtener la opinión de la ciudadanía en relación con la apertura de un proceso de negociación para alcanzar la paz y la normalización política, fue declarada inconstitucional por unanimidad por esa fotocopia del Gobierno de turno que es el T.C. Lo mismo sucedió con la Ley de Consultas catalana, de 2014, arrojada al infierno de la ilegalidad por ese mismo conciliábulo.

En esta pasada legislatura dos iniciativas similares a las anteriores se han debatido y votado en el Congreso. En una de ellas, el Parlament catalán solicitó en 2014 le fueran delegadas competencias para poder «convocar y celebrar un referéndum sobre el futuro político de Catalunya». Fue apisonada (PP, PSOE, UPyD,..) por 299 votos en contra y 47 a favor. Resultado similar al obtenido unos meses antes por Amaiur, ERC y BNG, cuando propusimos conjuntamente al Congreso reconocer el derecho de autodeterminación.

Con todos estos precedentes llegamos al 9 de noviembre pasado, en el que el Parlament catalán aprobó una resolución declarando «el inicio de un proceso de creación de un Estado catalán independiente en forma de república» y «la apertura de un proceso constituyente ciudadano».

Las intervenciones apocalípticas y amenazantes del PP y Ciutadans no sorprendieron a nadie. Tampoco las de un PSC que ha aparcado ya definitivamente sus postulados anteriores (programa electoral-2012 «derecho a decidir en un referéndum acordado en el marco de la legalidad»), para entrar en el terreno de la más estrecha españolidad. Más llamativo resultó el lenguaje beligerante de «Catalunya Si que es Pot», en el que no faltaron duros adjetivos para descalificar la resolución («interpretación tramposa del 27-S», apuesta por el «cuanto peor, mejor», «fariseismo», «declaración de insurgencia»…), más propios de cualquiera de los grupos anteriores que de esta formación.

Se pretende así dar otra vuelta más a la misma noria de treinta y cinco años de esfuerzos baldíos, porque proponer en el Congreso español una reforma a la ley estatal de referendos que permita iniciar en Catalunya un proceso constituyente que contemple un referéndum de autodeterminación es, no solo vender humo (PP, C’s y PSN rechazaron ya el lunes 9 esa propuesta en el propio Parlament), sino soslayar dar respuesta a la obligada pregunta que es preciso hacerse: «Y cuando sea rechazada esa propuesta, como lo han sido todas las similares anteriormente planteadas, ¿qué?».

Se acabó el jugar con su baraja, sus cartas marcadas, sus árbitros comprados; con quienes exigen ir siempre de mano y descartarse a voluntad. Es hora de tirar el viejo naipe a la basura y pedir baraja nueva. Es hora de dejar de jugar a la pequeña y comenzar a jugar a la grande, exigiendo el derecho a decidir y a ponerlo en práctica si no nos lo reconocen. Porque éste corresponde a los pueblos, no a los Estados. Y porque el pacto solo es posible si se da entre iguales, y no es el caso, pues ellos tienen su Estado, su Constitución, su T.C., su ejército, sus leyes básicas y a nosotros tan solo nos dan las sobras: autonomías chicle cuyas competencias estiran o encogen a conveniencia.

El día 6 de diciembre, día de la Constitución, tenemos una cita en la calle. En negativo para denunciar la cárcel de pueblos en la que vivimos. En positivo, para solidarizarnos con Catalunya y reclamar libertad y soberanía; para abrir ya, desde hoy, el camino que nos conduzca a la independencia, a la República Vasca, a un proyecto de futuro asentado en firmes pilares de libertad, igualdad y justicia social; a una sociedad que rompa amarras con el patriarcado, declare y practique su hermanamiento con la naturaleza y apueste por construir un mundo basado en la solidaridad entre todos sus pueblos.

La cita no es solo para la manifestación que ese día haremos por las calles de Bilbo, sino para que todos los centros de estudio, barrios y pueblos de Euskal Herría conviertan esa fecha en un hervidero de iniciativas. Rienda suelta, pues, a la imaginación y marcha al cuerpo, toda la que se pueda, para materializar todo lo imaginado. Las últimas hojas del otoño centralista están ya al caer. Las primeras de la primavera libertaria están ya asomando.

(@sabinocuadra)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.