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64 años de la masacre en El Carmen (Norte de Santander)

Fuentes: Rebelión

Con motivo de los 100 años del natalicio del político conservador LUCIO PABON NUÑEZ, el pasado 21 de octubre de 2013; dos columnistas del diario La Opinión de Cúcuta, se refirieron a ese controvertido personaje. Tan inusual referencia onomástica pudiere haber pasado desapercibida, si no fuere porque el citado aparece con la grave sindicación de […]


Con motivo de los 100 años del natalicio del político conservador LUCIO PABON NUÑEZ, el pasado 21 de octubre de 2013; dos columnistas del diario La Opinión de Cúcuta, se refirieron a ese controvertido personaje.

Tan inusual referencia onomástica pudiere haber pasado desapercibida, si no fuere porque el citado aparece con la grave sindicación de lesa humanidad, de ser el responsable de las muertes, violaciones, robo, saqueo e incendios, que ocurrieron en la población del Municipio de El Carmen; distante a media hora de la ciudad de Ocaña, en el mes de noviembre de 1949 y porque a la sazón fungía como Gobernador del Norte de Santander, el tunante LUCIO PABON NUÑEZ.

 

El escenario de la violencia

Un año después del magnicidio del caudillo liberal y candidato a la Presidencia, Jorge Eliécer Gaitán; el 9 de abril de 1949, el escenario de matanzas fratricidas cundía por todo el territorio colombiano. Los partidos oligárquicos: Liberal y Conservador, incentivaban la violencia bipartidista.

La reacción popular por el asesinato de Gaitán se conoce como «el bogotazo», generando un estado de conmoción y parálisis nacional; así como llamados a la toma del poder popular. El entonces gobierno de Mariano Ospina Pérez, inició la más cruel persecución contra el campesinado y los liberales en las ciudades. Alistando como suya a la Policía Nacional, cual aves de mal agüero, se desplazaban por los campos y barrios populares en las ciudades, arrasándolas, recibiendo el nombre de policías chulavitas. Desde entonces el carácter de policía política criminal y represiva no ha cesado con su actividad en Colombia.

Ya para inicios del año de 1949, conocido como el año electoral, la reacción de protestas populares fue sofocada a sangre y fuego; consolidándose los oligopolios liberales y conservadores en la conducción del Estado colombiano. Pasadas las trifulcas del mes de abril de 1949, con ocasión del primer aniversario del asesinato de Gaitán, y en un ambiente de «calma chicha», se llevaron a cabo las elecciones legislativas el 5 de junio de 1949; signándose desde entonces la minoría constante del partido conservador y la mayoría electorera de la maquinaria liberal. A raíz de esas elecciones el Congreso era mayoritariamente liberal y de insoportable e inaceptable situación para el gobernante conservador Mariano Ospina Pérez. 

Alertado y alarmado el gobernante conservador, sus secuaces de la curia abogaron por la presencia de Laureano Gómez- conocido como «el monstruo«- quien llegó como candidato a la presidencia por el partido conservador; en tanto que por el partido liberal lo sería Darío Echandía. Las elecciones presidenciales se llevarían a cabo el 27 de noviembre de 1949. Temiendo los conservadores perder el poder presidencial, Mariano Ospina Pérez, propicia un golpe de mano cerrando el congreso, el 9 de noviembre de 1949. La policía política chulavita de Ospina Pérez, incrementó su accionar criminal en todo el país y tan bochornosa situación conllevó al pusilánime Darío Echandia a renunciar a la candidatura presidencial, siendo electo presidente Laureano Gómez para el periodo 1950-1954. (Valga recordar que en 1953 el generalato colombiano lo derrocó instaurando la dictadura del coronel Gustavo Rojas Pinilla).

En abril de 1949, el Consejo Municipal carmelitano, en cabildo abierto, decidió erigir un busto del caudillo liberal asesinado, Ese acto de expresión popular fue calificado como de rebeldía tanto por el gobierno nacional como por el departamental, encabezando la gobernación, en ese momento, el conservador LUCIO PABON NUÑEZ; también conocido como «Pavor» Núñez.

El cierre del Congreso el 9 de noviembre de 1949, repercutió en la población mayoritariamente liberal de El Carmen de Ocaña.

El genocidio carmelitano comenzó a gestionarse, soto voces, en las alcaldías de Ocaña y Convención. Ya el gobernador conservador, con anterioridad, había ordenado sofocar las protestas de los carmelitanos, liberales en su mayoría. 

Elementos de la ultragodarria conservadora de Ocaña y Convención, coludidos con la policía chulavita, que les facilitó el uso de prendas policiales a algunos de los facinerosos, cumplieron el empeño de acallar armados a los bulliciosos y desarmados carmelitanos. Eran comerciantes, bodegueros, uno que otro profesor…Posando de empleados públicos entraron dos cuadrillas y se tomó el pueblo. A ciencia y paciencia de las «autoridades» departamentales, permaneció paseándose la jauría de violadores y rastreadores de mujeres. Fueron diez días con sus tenebrosas noches de desvelo. Las campana enmudecieron pero no el grito de las victimas. Bebieron todo el guaro del estanco y las cantinas. Los vecinos del lugar escaparon por huertas y tejados para salvar sus vidas. 70 carmelitanos fueron salvajemente asesinados. Son 70 mártires populares que hoy evocamos como victimas del Terrorismo de Estado en Colombia!. Violentaron puertas y ventanas de tiendas, almacenes, bodegas y no cejaron en su empeño. Violaron, saquearon, incendiaron. Apropiándose de camiones y volquetas las llenaron de valiosas mercancías. Así ahítos de orgía y sangre dispusieron regresar con su botín de guerra y trofeos asqueantes. No contaban los chulavitas asaltantes que a la salida les coparan la retaguardia. Un valeroso ciudadano, el Mocho Lázaro, logró averiar con pólvora y la ayuda de pocos, un puente de salida, lo cual le causó serios inconvenientes a los facinerosos. La osadía del Mocho Lázaro no la cuentan en las escuelas de El Carmen. Constituyó una respuesta armada a la barbarie armada paramilitar del Estado. Constituyó legítimo acto de autodefensa popular. Sirvió ese episodio para justificar denuestos lanzados contra los mismos carmelitanos, injuriándoles que ellos mismos habían contribuido así a la masacre…

Las volquetas y camiones salieron repletos de mercancías de El Carmen con destino a Convención y Ocaña.

Uno de los columnistas de La Opinión, el periodista Nahum Sánchez Numa, redacta: 

«Luego de los 10 días de la sangrienta toma, sus autores regresaron con camiones y volquetas repletos de mercancías y hasta con las puertas, camas y utensilios de cocina que cupieron en los vehículos. Como por arte de magia, los radicales delincuentes se convirtieron en respetables comerciantes, reconocidos dirigentes conservadores, socios de los clubes sociales más prestigiosos de Ocaña y Convención. Varios de ellos murieron de viejos y seguramente perdonados por los representantes de Dios en la tierra, los que sobreviven, no faltan a las misas dominicales , comulgan y no se sabe si hayan confesado sus terribles pecados.»

El otro columnista, Olger García, apunta: «Mucho se ha hablado de Lucio Pabón Núñez desde el punto de vista político por algunos hechos luctuosos que sucedieron en la ciudad de El Carmen. ¿Qué pasó en El Carmen? es una publicación del propio Lucio Pabón, basada en numerosos y bien examinados documentos que comienza diciendo que los boletines que circulaban al respecto eran editados por los liberales en Bogotá y Barranquilla y las acusaciones eran producto de pasiones políticas para enlodarlo».

Es decir, asume la actitud del «Yo no fui…». Si a la mente del estimado lector llega la imagen de otro siniestro personaje actual, no es pura coincidencia. Punto.


La historia se repite

La masacre de El Carmen en 1949, obedece a la misma concepción del «enemigo interno» que aplica hoy el Pentágono y la Casa de Nariño. Obedece a la danza de la muerte, el baile rojo…Demuestra la causalidad del engendro paramilitar en Colombia; primero como arma fratricida en la guerra civil no declarada que padece el pueblo colombiano desde hace mas de sesenta años y hoy como una practica contrainsurgente, aupada por un ejercito Colombia-Usa, que ofende mínima dignidad a calificar algunas de esas campañas de guerra como «Patriotas». 

Pero volvamos, someramente, al contexto geopolítico por el que transitaba la nación colombiana hacía 1948. En plena época de la post II Guerra Mundial, las ideas fascistas anidaban en Nuestra América. En España, el 18 de julio de 1936, el golpe militar de Franco, desbocó en la guerra civil. Las huestes conservadoras en Colombia consolidaron la vocación fascista. Un nuevo orden mundial reorganizado, habilitaba la emulación de la dictadura franquista, comenzando el sucedáneo de los golpes militares en América Latina. Se incubaba el neo-liberalismo de imposición dictatorial a partir de la década de 1970. Todo fruto de la correlación paramilitarismo con acumulación neoliberal.

En todo el país, la regeneración conservadora aspiraba a gobernar durante unos 30 años, más. La Hegemonía conservadora, resultado del triunfo conservador de la guerra de los mil días, por la derrota de Rafael Uribe Uribe, gobernó bajo el legado de Colombia para los norteamericanos… Hasta 1930, el liberal Olaya Herrera asume las riendas del Estado colombiano y comienza la violencia contra el pueblo conservador; siempre con las armas de la fuerza publica. Producto del fraude y la vindicta, asume la presidencia Mariano Ospina Pérez, en 1946 y comienza la segunda fase de la violencia bipardista, contra el pueblo liberal; hasta el año 1957. Se da el Pacto Liberal- Conservador del Frente Nacional, que como si fuera una piñata, se reparte milimétricamente el aparato estatal entre esos dos partidos fratricidas, excluyendo a los comunistas, a los socialistas, a los sindicalistas, a los ya nacientes revolucionarios. Los socialdemócratas de entonces, derivan en disidencias tácticas para abrevar también de las migajas del poder estatal. Como ejemplo de ello destacan la creación del Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen y el del Nuevo Liberalismo de Luís Carlos Galán. Con el asesinato del candidato presidencial Galán y de los inolvidables candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Pizarro León- Gómez, continúa la estela de asesinatos impunes en Colombia. Comenzando con la emboscada que sesgó la vida, en 1830, al mariscal Antonio José de Sucre, lugarteniente de Bolívar, consolidando a los santanderistas y la del caudillo Jorge Eliécer Gaitán (1948) catapultando el conflicto interno armado, que hoy padecemos.

Pero también volvamos a la ubicación de ese contexto en la Provincia nortesantandereana de Ocaña.

A los nacidos en la década de 1940, los identifico como los de la Generación de la Violencia.

La inteligencia militar del ejercito colombiano ( valga aclarar que para algunos es un contrasentido lo de esa «inteligencia», acorde con la visión civilista de la incompatibilidad de la espada con las letras!), dada la ubicación geopolítica y estratégica de la Provincia de Ocaña, llegó a afirmar en su parafernalia que en cada casa de la Provincia de Ocaña, habitaba un guerrillero.

Todavía en la década de 1960, gracias a la orientación de los profesores de educación física, Peralta, en el Colegio Nacional José Eusebio Caro y Luís Gallardo, en el Instituto Técnico Industrial, en los festejos veinte julieros de la primera independencia patria de España, el saludo a la bandera se hacia con el brazo extendido a la usanza fachista!. El Directorio conservador de Ocaña, insistía en marchar con teas durante manifestaciones de campaña electoral convocadas en horas nocturnas, rememorando las marchas de las camisas negras y las camisas pardas de Musolinni.

¡Que no se repita una masacre más!

Los luctuosos sucesos de El Carmen en 1949, no fueron documentados en el reciente informe del Grupo de Memoria Histórica. En el punto 3 de la Mesa de Conversaciones de La Habana, aspiramos se logre abordar en el tema de Las Victimas. Ya la Insurgencia ha reiterado el llamado al gobierno nacional para integrar la Comisión de Revisión de la Verdad de la Historia del Conflicto Interno colombiano. Corresponde a los partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil.

Una merecida reivindicación para el pueblo carmelitano que en sus empedradas calles y su paisaje de portones de casas con paredes blancas, se pudiere instalar, nacionalmente, esa necesarísima Comisión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.