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Fuentes: La Tizza [Foto: Ricardo Tamayo]

Palabras leídas por su autora en la tángana del Parque Trillo, el pasado 29 de noviembre de 2020

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No había estado muy vinculada a la militancia política, al menos no con convicción. De la política había renegado y la evitaba, porque nos hemos acostumbrado a verla como algo ajeno que se hace desde arriba y se asume con inercia.

La política no es eso, pero algunas formas de hacerla han hecho que se perciba como tal. Es por eso que hoy debemos plantearnos avivar la Revolución, desperezar su espíritu revolucionario.

Las bases, la sociedad civil, el pueblo, tienen que sentirse implicadas, tienen que saber y hacer valer que las decisiones de la sociedad las toma la sociedad y que el Estado no es ajeno a ella.

Desde mi punto de vista, esto solo es posible cuando se plantea como condición la justicia social. No puede hablarse de democracia y de poder popular sin presuponer la igualdad social. Y la igualdad social pasa porque no exista ningún tipo de privilegio: ni de clase, ni de género, ni de orientación sexo-afectiva, ni de raza. Y esta equidad no es posible solo con la conciencia y la acción individual, tiene que construirse en una sociedad en cuyas relaciones esté implícita esa equidad; es una decisión política.

Es por eso que la Revolución no puede permitirse que se hable en su nombre con términos homófonos o machistas. Que aquellos y aquellas que nos consideremos revolucionarios reproduzcamos en nuestra vida privada relaciones y prejuicios heteropatriarcales. Como tampoco se puede permitir que se nos divida y que las diferencias pesen más que la meta común —la justicia social—, ni que la derecha e intereses externos se apropien de ningún discurso progresista, porque ningún orden social que implique desigualdades y privilegios —tal es el caso del capitalismo— puede ser verdaderamente justo.

Pero si la izquierda no es lo suficientemente feminista, anti homofóbica, ecologista, antirracista y democrática, le estará regalando estas causas.

El triunfo revolucionario, significó un gran avance para la emancipación de la mujer, pero la Revolución no puede conformarse con aquellas conquistas. Que la discriminación por género no tenga carácter institucional, no significa que no persista en el imaginario social, en la desigual distribución del trabajo reproductivo, dentro del hogar y al interior de las relaciones sexo-afectivas, en la imposición de un único modelo de familia, en la privatización del cuidado de los hijos.

Las instituciones son también la gente que trabaja en ellas.

Mayor aún es el reto de la lucha contra la heteronorma, en favor de las disidencias sexuales y en la conquista de la justicia para el colectivo LGBTIQ.

Para superar estas relaciones heteropatriarcales, que el capitalismo instrumentaliza, es necesario articular la sociedad civil y las instituciones, la responsabilidad del progreso social está en ambas y una no puede frenar ni oponerse a la otra.

Los jóvenes estamos ansiosos de épica, de sabernos sujetos de la historia y este protagonismo no se nos puede negar, tiene que caber dentro del proyecto socialista cubano.

Pero para ser coherentes y completos, ese protagonismo no puede quedarse en el gesto, la meta tiene que ser la justicia social. La Revolución debe ser completa: feminista, diversa, inclusiva, ecológica y anti-capitalista.

Fuente: https://medium.com/la-tiza/completar-la-revoluci%C3%B3n-c99a4448f551