Un día más en el calendario. Un 8 de marzo más transcurre. Un día que hasta podría pasar desapercibido. Pero es el Día Internacional de las Mujeres trabajadoras y están las calles, una vez más, repletas de lucha.
Sí, las organizaciones feministas estamos parando el mundo.
La Convocatoria está en todas partes. Difícilmente otra consigna garantice este nivel de convocatoria a las luchas “desde abajo” de manera simultánea y a nivel global. Las calles son nuestras, al igual que en otros momentos de la historia en 1908 en Nueva York, en 1917 en Rusia, 2018-2019 en Argentina y en 2020 en Chile.
Hoy nuestra lucha sigue más viva que nunca y estamos llamadas a parar, movilizarnos y hacer oír nuestras voces en contra de la opresión capitalista y patriarcal que vivimos.
Este 8M nos encuentra a mujeres y disidencias en un contexto que no ha cambiado demasiado en términos de desigualdad. Es más, en la progresiva salida de la pandemia, los ricos son más ricos y les pobres somos más pobres. Sumado a eso, nuestros contextos también parecen ser aún más violentos.
ONU Mujeres afirmó que «En 2019 y 2020, las mujeres perdieron 54 millones de empleos en todo el mundo”. Por otro lado la OMS, informó que “1 de cada 3 mujeres, alrededor de 736 millones, sufren violencia física o sexual por parte de una pareja o violencia sexual por parte de una persona que no es su pareja. La violencia infligida por la pareja es, por lejos, la forma de violencia más prevalente contra las mujeres: afecta a 641 millones de mujeres en el mundo: 9 de cada 10 agresores son las parejas”.
En Latinoamérica, las mujeres están dejando de trabajar o luchando por encontrar un trabajo: “(…) la participación de las mujeres en la fuerza laboral se redujo a cerca del 46% en 2020 (desde el 52% de un año antes). (…). En el mismo periodo, la tasa de los hombres se redujo del 73,6% al 69% (…). Respecto de los índices de violencia durante los dos primeros meses de 2021, la organización Mundosur informó que al menos 190 mujeres fueron asesinadas en Latinoamérica.
En Argentina, los índices no son muy distintos. Según el Observatorio Ahora que si nos Ven, van 51 femicidios al 28 de febrero de 2022; según la consultora Voices, Argentina se encuentra entre los primeros 5 países con el mayor porcentaje de mujeres que declaran que sufrieron algún tipo de violencia.
Según cifras oficiales, por cada 100 pesos que gana en promedio un varón, una mujer gana 79; y entre las edades centrales de 30 y 64 años, mientras 8 de cada 10 hombres participa en el mercado laboral, solo 5 de cada 10 mujeres lo hace. 1,7 millones de niñas, niños y adolescentes viven en hogares monomarentales, donde la única que está a cargo para sostener, cuidar y criar es la madre. El 70 % de eses chicxs, o sea 1,2 millones vive en situación de pobreza según Unicef y la Dirección de Economía y Género del Ministerio de Economía de la Nación. Además, el INDEC informó que la tasa de actividad en 2021, para varones de entre 14 y 29 años fue del 53,7%, y entre las mujeres de la misma edad llegó sólo a 39%.
Estos índices de desigualdad son la materialización y cristalización de la situación en la que vivimos no solo las mujeres sino también las disidencias. Nos encontramos sometides a un sistema profundamente violento e injusto. Y esto tiene larga data y determinaciones estructurales y profundas.
Las mujeres hemos sido históricamente sometidas, y lo seguimos siendo, a diferentes formas de explotación en el sistema capitalista: por un lado, al interior de la familia como reproductora de la mercancía fuerza de trabajo y desarrollando los trabajos de cuidados, sin remuneración alguna. Se podría decir que, en la fase industrial capitalista, el salario del obrero, debía garantizar la subsistencia y reproducción de mano de obra, es decir, la familia. Por otro lado, la mujer también es introducida al proceso de producción capitalista fuera del hogar, donde realizamos el mismo trabajo que los varones pero no percibimos el mismo salario.
Entendemos que la explotación en cualquiera de sus formas es violencia. Y no existe solo un tipo de violencia, sino que hablamos de múltiples violencias, física, económica, política, psicológica, social, etc.; todas tienen un origen común: el sistema capitalista. La violencia, como dice Silvia Federici, “no es individual es del estado, del patriarcado y del capital». En síntesis, es sistémica.
“Lo vamos a tirar” es de nuestras consignas fundamentales, conscientes de que, para que cambie la situación de opresión, hay que cambiar el sistema. La raíz de la violencia se encuentra en la estructura del sistema capitalista patriarcal. El movimiento feminista popular define, desde esta consciencia, su enemigo común, y teje desde allí la unidad necesaria.
Este 8M nos vuelve a encontrar organizadas y luchando. Salimos una vez más a las calles, en todos los rincones del mundo. Gritamos en Argentina “La Deuda es Con Nosotres” no con el FMI que solo ha traído hambre y pobreza a nuestros pueblos; en Chile “Vamos por las Vidas que Nos Deben”; en España “Vamos a Cambiar el Sistema”. Nuestras consignas inundan las redes sociales, en un llamado masivo a encontrarnos en «nuestra casa», nuestro escenario de batalla.
Es la construcción y profundización de redes globales de organización y sororidad las que nos permitirán consolidar el Movimiento Feminista con iniciativa Revolucionaria del pueblo. Dependerá de nosotras, de nuestra construcción de poder, de nuestra apuesta a ser vanguardia de las clases históricamente oprimidas y de la direccionalidad que imprimamos a la lucha, para conseguir la victoria tan esperada: “tirar el sistema”, y construir el mundo de la humanidad y la vida, del cuidado de la madre Tierra, de las relaciones desmercantilizadas y de la dignidad como bandera.
* Profesora en Psicología, integrante argentina del Centro de Estudios Feministas (CEFEM, @EstudiosFem), asociado a Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Fuente: https://estrategia.la/2022/03/08/8m-deudas-pendientes-con-los-feminismos/