Además de la necesidad de seguir avanzando en la igualdad retributiva, gracias, entre otras medidas, al incremento del SMI, hay que seguir trabajando en la redistribución de los trabajos.
Las tendencias recientes en el mercado de trabajo apuntan a una mejora en la situación laboral de las mujeres, que se concreta en la caída de la brecha salarial y una mayor participación. Si bien esto constituye un avance hacia un mercado de trabajo más igualitario, debemos avanzar hacia un modelo que incida directamente en la redistribución del tiempo de trabajo.
Los últimos datos de Eurostat y del Instituto Nacional de Estadística apuntan a una reducción de la brecha salarial de género en 2017. Por un lado, la brecha salarial global, que es aquella que se calcula en base a los salarios anuales brutos, se reduce en 2 puntos porcentuales desde 2013 hasta el 22%, recuperando así los niveles previos a la crisis económica. Y, por otro lado, la brecha salarial por hora, calculada en base a los salarios brutos por hora y que por tanto no contempla diferencias en las jornadas laborales ni en la segregación sectorial por género, se reduce también en 2 puntos porcentuales, alcanzando su mínimo en un 14% desde 2008.
Esta evolución de la brecha salarial invita a varias lecturas que confirman la necesidad de seguir luchando y legislando en favor de un mercado de trabajo más igualitario.
Las mejoras en materia de reducción de la brecha salarial bruta por hora se han dado de manera constante desde 2008, a pesar de los años de crisis económica. Mientras que la brecha salarial global aumentó durante la crisis y con la reciente recuperación se encuentra en niveles de 2008. Esta diferencia entre los dos indicadores pone el énfasis en la necesidad de redistribuir y reorganizar el uso del tiempo y con ello los cuidados, al deberse principalmente a una mayor concentración de mujeres con jornadas parciales y a la segregación horizontal por género.
Para hacernos una idea, las mujeres con jornadas parciales involuntarias (es decir, subempleadas) alcanzaron el 72,3% de las personas en esta situación según los datos del cuarto trimestre de 2019 de la Encuesta de Población Activa (EPA). Asimismo, y atendiendo a la misma fuente de datos, el porcentaje de mujeres con jornadas parciales por dedicarse a tareas de cuidados ascendió al 94% del total.
A pesar de la evolución positiva de la brecha salarial, no debe tampoco perderse de vista su transversalidad. Así, nos encontramos con persistentes brechas salariales que se reproducen con independencia de la edad, el tipo de jornada, la masculinización o feminización del sector y el grado de responsabilidad. Por añadidura, es necesario incorporar una perspectiva interseccional: lugar de procedencia, clase social, religión, entre otras categorías, acentúan injustamente aún más la brecha.
Gráfico 1: Transversalidad de la brecha salarial global en 2017 Encuesta Salarial Anual, INE
Del gráfico anterior se desprenden una serie de conclusiones. En primer lugar, la brecha salarial global en España es superior a la media de los países de la Unión Europea. En segundo lugar, una mayor presencia de mujeres en una sección de actividad o en una ocupación no implica una menor brecha salarial. Esto sin duda es reflejo del conocido “techo de cristal”. En tercer lugar, las mujeres procedentes de países de África y del resto de Europa, sin contar con la Unión Europea, sufren una brecha salarial global superior a la media nacional. Y, por último, la elevada brecha que se observa en la población mayor de 65 años, la cual se corresponde con la también elevada brecha en las pensiones de jubilación (34,6% en 2019).
Por todo ello, además de la necesidad de seguir avanzando en la igualdad retributiva, gracias, entre otras medidas, al incremento del Salario Mínimo Interprofesional –que beneficia más a mujeres que a hombres, por concentrarse en mayor medida en la parte baja de la distribución– hay que seguir trabajando en la redistribución de los trabajos. Con esto nos referimos, a la actual división sexual de los trabajos remunerados y no remunerados. Llegadas a este punto, resalto dos fundamentales que han de impulsarse de cara a la redistribución del tiempo de trabajo.
En primer lugar, el desarrollo de una economía de cuidados enfocada en dos aspectos. El primero es el acceso gratuito y garantizado de la educación de 0 a 3 años. Cuando hablamos de la economía de los cuidados, nos referimos a que la sociedad en su conjunto asuma esta tarea y le otorgue la importancia que se merece. En ese sentido, la universalización de la educación infantil de 0 a 3 años, no sólo favorece a aquellas personas que deseen crear una familia y que no dan el paso por la falta de este derecho social, sino que también contribuye a redistribuir los tiempos de trabajo y a eliminar las llamadas “lagunas” en las vidas laborales de las mujeres, las cuales repercuten negativamente en su pensión. El segundo es el que se refiere a un sistema universal de dependencia. El sistema social de cuidados tiene un doble sesgo de género. Por un lado, las mujeres son las principales beneficiarias de los servicios de dependencia y, a la vez, son quienes en su mayoría asumen dichos servicios (ya sea formal o informalmente). Es por ello, que necesitamos un sistema que garantice la autonomía funcional de estas personas y que valore tanto económicamente como socialmente a las mujeres sobre quiénes recaen estos trabajos.
En segundo lugar, necesitamos que se reduzca la jornada laboral de trabajo. Así se fomentaría un reparto más paritario de los tiempos de trabajo, tanto de los productivos como los reproductivos. Además, se reequilibrarían las jornadas de tal manera que los hombres con sobreempleo liberarían horas de trabajo remunerado, mientras que mujeres subempleadas podrían acceder a jornadas completas. Adicionalmente, la reducción de jornada contribuiría a facilitar tanto la conciliación de la vida familiar como la individual, en aspectos tan importantes como el ocio, la cultura o el deporte y tendría un efecto positivo en la productividad.
Salgamos otra vez a la calle porque queda mucho camino, salgamos otra vez a la calle porque juntas avanzamos.
Paloma Villanueva es investigadora del ICEI y miembro de La paradoja de Kaldor.