Conmueve ver el interés que de golpe ha tomado el tema de la emergencia climática en los medios de comunicación y cómo una «niña» intenta remover conciencias de poderosos y ciudadanía sobre los problemas medioambientales. Todo se presenta como algo novedoso. Todos buscan la etiqueta verde o «Green». Tanta promoción y publicidad da que pensar. […]
Conmueve ver el interés que de golpe ha tomado el tema de la emergencia climática en los medios de comunicación y cómo una «niña» intenta remover conciencias de poderosos y ciudadanía sobre los problemas medioambientales. Todo se presenta como algo novedoso. Todos buscan la etiqueta verde o «Green». Tanta promoción y publicidad da que pensar. Y pensando al respecto puede uno sospechar sobre intereses económicos de determinadas corporaciones empresariales en este asunto, o de como se está en la contradicción permanente en los mensajes que se envían a los ciudadanos. Te están diciendo que nos estamos cargando el planeta, que hay que salvarlo, que hay que controlar consumos (agua, luz, combustibles, materias primas, etc.) y junto a ello, publicidad sobre Black Friday Cyber Monday, viajes por doquier, cruceros, o ciudades compitiendo para ver quién tiene más bombillas de navidad… O nos dicen que nos bañemos rápido para ahorrar agua y así salvamos el planeta. ¿Nos toman por tontos o es que realmente lo somos?
Se ignora que desde hace décadas hay grupos ecologistas que con estudios, datos y movilizaciones advierten de los problemas ecológicos que provoca un desarrollismo sin control. Ahora, los científicos corroboran esto.
¿Qué soluciones se plantean desde las instituciones de poder? Proclamas institucionales, congresos y cumbres por el planeta, protocolos y declaraciones de intenciones con escasa influencia real pues los problemas, lejos de solucionarse, empeoran. Vamos, que todo parece un paripé verde. Por otra parte, medidas concretas como reciclar, potenciar energías alternativas, proteger algunos espacios o prevenir contaminación no se toman en serio y parecen insuficientes.
Los gobiernos y los organismos internacionales están controlados por las grandes corporaciones industriales y financieras,cuyo objetivo principal es acumular riqueza económica y poder político para una minoría, teniendo poco interés medioambiental si no hay negocio en ello. Y todo lo que hagan al respecto estará dentro de ese marco. Su falta de escrúpulo moral se muestra en sus actuaciones a nivel global, jugando al «monopoly» con el planeta sin tener en cuenta la mínima dosis de humanismo. El negocio es lo que cuenta. No se puede esperar mucho de ellos.
La organización de la economía no se fundamenta en la producción y distribución de bienes para satisfacer las necesidades básicas de todos los seres humanos, sino en un desarrollismo y crecimiento continuo, como si eso fuese posible de forma ilimitada; esto, apoyado en la promoción de un estilo de vida consumista y, por supuesto, un sistema necesitado de una población poco crítica y una publicidad permanente sobre modelos de felicidad asociados a ese consumismo. Este modelo necesita de grandes cantidades de materias primas y energía, generando los problemas ecológicos que todos conocemos, además de grandes desequilibrios regionales y problemas sociales. Mientras una parte pequeña de la humanidad vive en el despilfarro, la mayor parte de la población vive en la indigencia o la precariedad.
Ahí está la raíz del problema, en la contradicción entre desarrollismo incontrolado y protección medioambiental. Hay que buscar unas relaciones menos contradictorias, más armónicas, entre ecología y economía. Creo que se antoja difícil la solución en los modelos sociales en los que nos movemos. Si no hay cambio de modelos en economía y política, no habrá solución, y poco a poco, la tierra, expulsará de ella, como algo accidental en el tiempo, lo que sobra, para seguir su curso natural.
Solo la concienciación individual y la movilización social pueden desarrollar medidas necesarias para afrontar el desastre ecológico que parte de la humanidad, la rica, con su sistema de vida, está produciendo. Ahora más que nunca son necesarios el compromiso, la solidaridad y la lucha social para poder llevar a cabo un cambio radical, tanto en las formas de relacionarse con la naturaleza como en las relaciones entre los propios seres humanos. Si no es así, el colapso ecológico para el ser humano será inevitable.
Es necesario un cambio radical en la manera de enfocar la existencia humana. Pienso que algunas referencias a tener en cuenta podrían ser las siguientes:
– Desarrollar estilos de vida más sencillos, donde la producción esté orientada por las necesidades básicas de la población, alejándose del consumismo irresponsable, el despilfarro y del ciclo de producir-usar-tirar sin sentido.
– Distribución de lo producción para que llegue a cubrir las necesidades básicas de toda la humanidad de forma digna y teniendo en cuenta lo anterior (necesidades básicas). Esto supone desarrollar una mayor justicia social en la distribución del trabajo y de los recursos a nivel mundial.
– El desarrollo científico – tecnológico en los diferentes sectores económicos debe tener en cuenta criterios éticos, estar al servicio de la salud humana y de la protección medioambiental.
– Aplicar de manera efectiva y en serio medidas de educación y concienciación ambiental, el reciclado y reutilización de materias primas, el retorno de envases, la reforestación, la depuración de aguas y aire, potenciar energías verdes, favorecer una producción para una alimentación más saludable…
– Desarrollo democrático para que, en realidad, los ciudadanos tengan el poder de decisión política sobre la organización económica teniendo cuenta el bien social. Las democracia representativas y liberales, democracias aparentes, que suelen estar al servicio de los intereses económicos de determinadas elites minoritarias de poder o de grupos sociales concretos, deben dar paso a democracias participativas y sociales (o socialistas, como prefieran) donde primen los intereses colectivos y el cumplimiento efectivo de los derechos humanos para todos y todas.
Todo esto puede sonar a utopía, o realmente serlo, pero no parece que haya muchas alternativas.
El homo sapiens (hombre sabio) ha sido capaz de una revolución científico – tecnológica impresionante, pero, ¿será capaz de llevar a cabo la revolución moral que necesita para su supervivencia?
Bartolomé Miranda Jurado, profesor de Filosofía.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.