A pesar de los intentos del gobierno y del Centro Democrático (partido de Uribe) por evitar una participación masiva de los colombian@s en las marchas y protestas programadas para el próximo 21 de noviembre (llamado por las centrales obreras «Paro Nacional»), parece que la jornada de movilización ciudadana y popular va a superar las convocatorias […]
A pesar de los intentos del gobierno y del Centro Democrático (partido de Uribe) por evitar una participación masiva de los colombian@s en las marchas y protestas programadas para el próximo 21 de noviembre (llamado por las centrales obreras «Paro Nacional»), parece que la jornada de movilización ciudadana y popular va a superar las convocatorias anteriores.
Es innegable que las castas dominantes y los sectores políticos más reaccionarios y ultra-conservadores de Colombia están asustados. Saben que se juntan circunstancias que pueden hacer explotar la inconformidad latente dentro del pueblo colombiano, que hasta ahora no se había manifestado plenamente debido al impacto e instrumentalización del conflicto armado.
Esa circunstancia especial corresponde a la coincidencia en el tiempo de la debilidad de un gobierno que no quiere ni puede escuchar a la gente y de la explosión de protestas que están en pleno desarrollo en el mundo y en la región (Haití, Honduras, Ecuador, Chile y Bolivia) que se ha desencadenado contra gobiernos autistas que tercamente se enconchan y aíslan de las mayorías sociales.
El gobierno y el uribismo se han jugado con todo para meter miedo y deslegitimar la protesta del 21N. Al igual que los gobiernos de Moreno y Piñera, quieren hacer creer que es obra de Cuba y de Venezuela, cuando hace unos meses trataban de hacernos creer que «Maduro tenía los días contados«.
Además, igual que sus colegas del Grupo de Lima tratan de sobredimensionar los actos violentos (muertos, heridos, detenidos) y de vandalismo (saqueos, incendios y otros) que han sido causados en esos países (y en muchas ocasiones en Colombia) por efecto de la agresiva represión a manos de las fuerzas armadas oficiales («¡estamos en guerra!» dijo Piñera) y por provocaciones de infiltrados.
Además, el gobierno de Duque ha tratado de deslegitimar la convocatoria hecha por las Centrales Obreras y otras organizaciones sociales, porque estas han levantado una serie de reivindicaciones contra reformas laborales a pensiones, salarios y otros temas relacionados, que aún no son proyectos formales ni han sido presentados ante el Congreso (por el temor a la reacción popular) pero si son parte de la agenda legislativa que está en preparación por orden y presión del FMI y de la OCDE.
Lo que se alcanza a sentir en el ambiente general, es que más allá de los intentos del gobierno por deslegitimar el Paro Nacional y evitar que la ciudadanía se movilice, la participación va a ser masiva, alegre y pacífica, a pesar que desde las mismas organizaciones convocantes -incluyendo algunos partidos y dirigentes políticos- a veces se les hace el juego a quienes se oponen a la protesta social al querer apropiarse de ella de manera estrecha, sectorial y sectaria.
Se puede apreciar con entusiasmo que las gentes se están auto-convocando encabezadas por los jóvenes y las mujeres, más allá de intereses sectoriales y/o partidistas. Diversas figuras públicas (artistas, la «reina» de belleza, deportistas, intelectuales, etc.) se han manifestado a favor de «salir a marchar», con la sola finalidad de reivindicar el derecho a la protesta y que los gobernantes escuchen y cambien sus políticas en favor de las mayorías. Esas ciudadanías auto-convocadas no están interesadas en las representaciones y/o negociaciones puntuales. Solo quieren hacerse ver y escuchar.
Las redes sociales son la herramienta principal de las auto-convocatorias. Son llamados anónimos o personales muy creativos, plurales y diversos como expresión de la multitud y de las ciudadanías libres. De no suceder nada grave a última hora (atentados terroristas, provocaciones de la ultra-derecha o errores de los convocantes), se demostrará la existencia de las inmensas reservas democráticas y el potencial de la movilización popular en Colombia que está conectada con lo que ocurre en el mundo.
La acción del 21N sólo es la continuidad en Colombia de la oleada global de manifestaciones de inconformidad, rebeldía y rebelión que tendrá que fortalecerse para mover los cimientos de una sociedad cansada de la desigualdad y la injusticia. ¡Todos y todas a marchar!
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