Colombia vive una de sus jornadas más largas y de profundo impacto social solo equiparable con el paro nacional del 14 de septiembre de 1977. Las movilizaciones del 21 y 22 de noviembre quedarán grabadas con letras sobre mármol en la historia del país como consecuencia de una inconformidad generalizada, que tuvo como válvula de […]
Colombia vive una de sus jornadas más largas y de profundo impacto social solo equiparable con el paro nacional del 14 de septiembre de 1977. Las movilizaciones del 21 y 22 de noviembre quedarán grabadas con letras sobre mármol en la historia del país como consecuencia de una inconformidad generalizada, que tuvo como válvula de escape, la batería de reformas propuestas por el Gobierno del presidente Iván Duque, lesivas en su conjunto a las clases populares.
Decir que las concentraciones en todo el país rebasaron las expectativas, sería llover sobre mojado. Lo que marca la diferencia es que las protestas siguen y están acompañadas por cacerolazos que, a partir de golpear duro ollas y elementos de metal y aluminio, expresan el sentir de millones de colombianos: es necesario hacer un pacto social amplio que revise cómo anda el país y hacia dónde se dirige, ahora que a través de nuevas cargas impositivas se pretende cubrir el déficit fiscal que se arrastra desde hace muchos años, producto del despilfarro, la corrupción y el desgobierno.
Con nuevos tributos, como advierten las centrales obreras, se pretende que la amplia base popular cubra lo que unos pocos se robaron.
Un paro que suma dos días de permanencia
Bogotá, Cali y Medellín son tres de las principales capitales donde las protestas se han mantenido. El que haya personas en las calles, manifestándose, evidencia que la rabia contenida por tanta injusticia, no cesa.
No bastó la intervención del presidente Duque. Admitió que el pueblo se pronunció y que es necesario abrir espacio a un debate nacional sobre las expectativas que les asiste a los colombianos. Hasta allí, bien. Pero de inmediato declaró: «Debemos reconocer que al igual que los derechos, es importante que en la sociedad colombiana tengamos un gran debate sobre los deberes porque no se puede invocar derechos para pasar por encima de los demás«. Con estas pocas palabras en su alocución televisada, volvía sobre el mismo tema que ha sido recurrente: pretender deslegitimar la protesta social.
Cabe recordar aquí que, a menos de un día, se realizaron una serie de allanamientos en varias ciudades, en sedes sindicales y de organizaciones populares, en procura de «material subversivo». Una actitud represiva que enrareció el ambiente y envió un mal mensaje, avivando la rabia de la gente.
La vivienda de la otrora candidata a la alcaldía de convergencia de izquierda en la ciudad de Palmira, suroccidente del país, la comunicadora social Teresa Consuelo Cardona, fue allanada. Lo hicieron sin argumentos, solo por sospecha.
Así las cosas, aun cuando el presidente Duque ha tratado de salir al paso, la olla a presión que conjuga la sumatoria de muchas inconformidades, se encuentra a punto de estallar. Una situación así, de movilizaciones permanentes y concurridas, no se había visto en los últimos 30 años.
Pescando en río revuelto
Lo lamentable de la jornada de inconformidad y protestas que experimenta Colombia, lo representan los brotes de vandalismo.
Se trata de bandas de desadaptados que han asaltado comercios y aún unidades residenciales, con lo cual le hacen el juego al Gobierno nacional. Ha sido el principal basamento para que se declare el toque de queda u orden gubernamental de guardarse en casa bajo la amenaza de terminar presos quienes se encuentren en las calles a partir de determinadas horas.
Estas actividades delincuenciales que el Gobierno se ha encargado de posicionar a nivel internacional para desprestigiar el paro y sus secuelas, son ajenas y no tienen ningún cariz político ni de protesta.
La hora de un gran pacto nacional
Recabamos en la voz de alerta que estas protestas ciudadanas representan. Es el llamado a construir una nueva historia, en la que los colombianos de clase media y popular, no puede seguir soportando los errores de gobiernos que han malbaratado lo que había, empecinadas en «raspar la olla». Hoy se ve con el estudio de medidas impositivas para que, vía tributos, se cubra el hueco fiscal.
Pero el llamamiento no solo es para el Gobierno de Duque sino para quienes, con el rótulo de políticos, ejercen hoy como concejales, diputados y congresistas, trayendo más desigualdad social.
Ya el ejecutivo nacional, congresistas y quienes administran el país, tienen claro que un equívoco, convocará de nuevo a las multitudes a las calles. Y, como van las cosas, no sabemos a qué límites se pueda llegar porque a Colombia también están llegando los vientos de la Primavera Latinoamericana.
Blog del autor www.cronicasparalapaz.wordpress.com
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