Acaba de morir Manuel Zimarro. Sevillano y rojo, fue solidario sin remilgos con la causa de Euskal Herria; sólo un internacionalista consciente y comprometido podía actuar de aquella manera. Tuvo muchos amigos entre nosotros. Los presos y sus familiares lo recordaban con frecuencia dejando entrever el reconocimiento que les merecía. Nosotros tuvimos la suerte de […]
Acaba de morir Manuel Zimarro. Sevillano y rojo, fue solidario sin remilgos con la causa de Euskal Herria; sólo un internacionalista consciente y comprometido podía actuar de aquella manera. Tuvo muchos amigos entre nosotros. Los presos y sus familiares lo recordaban con frecuencia dejando entrever el reconocimiento que les merecía. Nosotros tuvimos la suerte de saludarlo gracias a un amigo común, padre de un encarcelado.
En las horas tempranas de cada sábado, Manuel acudía puntual a la cita que él mismo se había impuesto. La dispersión la habían diseñado mentes ruines; pero esperar la llegada del autobús que transportaba desde Euskal Herria a los familiares de los represaliados era una decisión exclusivamente suya; exigente y arriesgada en una España en la que hasta los pretendidos rojeras nos combaten. Y así, desde aquel 1987 en el que la sañuda dispersión aventó a nuestros presos hasta la cárcel de Sevilla.
Para quienes descendían del autobús -tras una noche larga y mal dormida- resultaba gratificante encontrarse con el saludo madrugador de una persona amiga. Eso es, al menos, lo que cuentan quienes se beneficiaban de aquel gesto solidario: su espera fiel y la disponibilidad para lo que hiciera falta reconfortaban a los viajeros somnolientos. Aunque su ayuda más eficiente fue el posicionamiento que mantuvo respecto a nuestra lucha. Cuando parece que lo políticamente correcto es despojar a nuestros presos de su condición de gudaris, Zimarro se la reconoció siempre; cuando una absurda higiene democrática pide alejarse de los familiares de los presos, él se enorgullecía de ser su amigo; cuando se nos trata como chusma apestosa, el solía viajar a nuestra tierra para dejarse contaminar de la dignidad que encontraba en nuestro pueblo. Eran las arraigadas convicciones de un militante internacionalista y revolucionario.
Amigo Zimarro, sabes que en Euskal Herria cultivamos una sensibilidad sobria que tantas veces se nos niega. Los presos, sus familiares y mucha gente de este pueblo agradecimos en vida tu solidaridad. Aunque te hayas ido, la recordaremos siempre como un sendero a seguir. Eskerrik asko.
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