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Entrevista a Joaquín Miras sobre asuntos políticos y culturales (y II)

«Ser consciente de que solo la autoorganización de los subalternos genera proyectos reales y produce cambios reales»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en Rebelión en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx, uno de los grandes conocedores del pensamiento de Hegel, Marx, Lukács, Gramsci y Sacristán en nuestro país, y autor, entre otras obras, de Repensar la política y Praxis política […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en Rebelión en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx, uno de los grandes conocedores del pensamiento de Hegel, Marx, Lukács, Gramsci y Sacristán en nuestro país, y autor, entre otras obras, de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.

Nos habíamos quedado en el Manifiesto 

Es un texto que tiene muy en cuenta que el mundo se produce y reproduce desde el pensamiento que gobierna la actividad cotidiana. Y que el saber científico sobre la sociedad, el saber filosófico, que son, en tanto conocimiento, en tanto autoconsciencia de lo que pasa, suma Potencia intelectual, que nos puede revelar que eso que parece ser cosa, fetiche, no es sino nosotros mismos y nuestra actividad y sus consecuencias; sin embargo es suma IMPOTENCIA cuando pretende convertirse en el creador de orientación práxica.

Todo movimiento sustantivo, organizado, de masas surgido en la historia se ha originado de forma autónoma, sin intervención de una elite dirigente externa que pretendiera crearlo. Se ha generado a partir de un mundo cultural, y de unos problemas que impulsan a las gentes, a los que trabajan por sus manos, a desagregarse del mundo social existente, Si se llega a constituir un movimiento de masas, su capacidad de hacer dependerá de sus éxitos organizativos y de la subsiguiente capacidad de generar control sobre la actividad -«poder», el control sobre la actividad es el poder- que produce y reproduce la sociedad. Será una capacidad de hacer sólo cognoscible una vez se desarrolle y a medida que se crea y desarrolla; y será cognoscible de forma inmediata, por experiencia, la de sus coparticipantes, experiencia de la praxis, filosofía de la práctica, donde «de la práctica» es genitivo subjetivo, experiencia, tal como escribió Sacristán. Filosofar en cuyo ejercicio no se puede sustituir al Soberano, si bien sí se le pueden suministrar saberes, conocimiento, instrumentos intelectuales para que los use de forma protagonista.

Los proyectos que se vayan generando, si se quiere que sean realizables, y consecuencia de la reflexión soberana, democrática, deberán surgir del seno del movimiento, y estar en relación con sus capacidades y su control sobre la actividad. Historicidad.

Esa es la palabra clave.

Este punto de vista, frente al de la ingeniería social, que propugna y defiende objetivos , cadenas de objetivos, unos, intermedios, y, otros, finales -el socialismo…- y dice concluir todo eso de la ciencia, parece, de primeras, ser muy inseguro. Pero hemos visto adónde conducen los precisos y predefinidos proyectos ingenieriles elaborados por elites. Y por otro lado, este otro punto de vista que no pretende pronosticar ni prescribir, lo que sí hace es reflexionar sobre la historiografía, y tener clara una antropología metafísica, la del carácter ontológico histórico del ser social práxico humano. Que el ser social humano, es un ser radicalmente histórico, que carece de proyecto social natural o innato, que su única característica permanente, junto a la socialidad intersubjetiva o comunidad, es la libertad de auto creación motivada por su carencia de proyecto positivo social de vida en común, del cual dependerán sus necesidades nuevas y su nueva antropología, históricas también. Por ello, nuestro no saber no es ignorancia, es sapiencia, saber que somos un ser sin proyecto prescrito, y un ser que se autogenera. Un ser cuyo pensamiento fundamental, el que lo produce y reproduce, no es la ciencia, ni la filosofía, sino el saber que genera actividad, cultura de vida. El saber que es saber hacer. Respecto del cual la filosofía, las ciencias historiográficas, etc poseen la consciencia de lo que es, explican las consecuencias del mismo, pero ese saber autoconsciente, el de las ciencias sociales, el de la filosofía, es un saber segundo -tercero, si consideramos segundo a la reflexión inmediata de todo ser humano a partir de su propia experiencia, sobre la misma- respecto del nivel central que gobierna la autorreproduccion de la especie.

Esta muy bien esto eso que señalas sobre saberes de un grado u otro, sobre todo ese apunte sobre la reflexión inmediata de todo ser humano a partir de su propia experiencia, saber este, por cierto, muchas veces desconsiderado, política y gnoseológicamente incluso. Paco Fernández Buey escribió notas de mucho interés sobre esto que has apuntado.

Por cierto que lo mejor de la cultura comunista, ha sido capaz de asumir empíricamente, al menos en ciertos lugares y para ciertas épocas, que la tarea política era precisamente ayudar a la organización de un movimiento de masas concreto, a partir de las necesidades de cada sociedad. El concepto heurístico de las luchas generadas por movimientos que dieron la dirección a ciertos partidos comunistas, -el vietnamita, por ejemplo- se basó en la comprensión de la situación; el concepto era el de Imperialismo, lo que permitía entender la lógica de lo que emergía. No en la propuesta del socialismo como banderín de enganche. Curiosamente, es ese comunismo cultural, quiero decir, posterior a la Komintern, que fracasa, y a la Kominform, el que se convierte en una fuerza de liberación en muchos países. Mientras no trata de sustituir el movimiento organizado. Que es el mal de las fuerzas progresistas en general del siglo XX. El mal del que mueren no solo los particos comunistas, sino también los FLN, los Baaz, el nasserismo, la revolución mexicana… industrialismo acelerado y sustitución por élites.

He criticado antes el uso de la palabra «socialismo»

Matizadamente…

Lo he hecho en la medida que se instrumenta para justificar la elaboración externa a los procesos históricos de movilización y lucha, de una meta externa, descrita y prescrita, en nombre de la ciencia.

Creo que se te ha captado bien.

Mi crítica va en el sentido de denunciar esa ideología cientifista que permite darle sentido y contenido al término al margen del proceso histórico, ideología que lo convierte en noción para la ingeniería social. Pero si mi crítica a la palabra socialismo es esa, está claro que no es una condena contra el mismo término en sí, lo que sería fetichizar las palabras. Socialismo sigue siendo un término digno, como denominación elegida para auto identificarse individualmente como miembro de una corriente cultural e ideológica histórica, una tradición cultural, que ha participado en múltiples luchas históricas, y cuya experiencia histórica incluye conocimientos fruto de su misma experiencia continuada de lucha -uno de ellos debería ser lo disparatado de la variante cientifista del socialismo- que son útiles, y deben ser puestos al servicio de la mayoría social, la compuesta por los explotados… Por mi parte, yo, para definirme, soy de los que prefiere el término «comunista», a pesar del descrédito que conlleva y lo lastra.

¿Por qué ese preferencia?

Tiene la ventaja, consecuencia del fracaso, de que es más fácilmente perceptible -y autopercibible- como denominación de identidad de persona y grupo, de tradición cultural de lucha, no de «Proyecto Histórico Científicamente Garantizado», así, con mayúsculas. Y, además, la ventaja de que no fue nunca definido en tales términos, -quizá por su condición de nombre reservado para el Eskatón-; lo que pone de manifiesto su carácter de imperativo moral, de aspiración y esperanza sostenida, por parte de quienes lo utilizamos para autodenominarnos, de que seamos capaces de dotarnos de otra forma de vida: «reino de la libertad», «a cada cual según sus necesidades de cada cual según su trabajo»… términos así de genéricos y vagos. Una moral cuyo origen está en el mundo social de los subalternos, que son quienes crearon la palabra: el ethos, la cultura material de vida de los artesanos franceses en el siglo XlX, agredidos por el capitalismo, a partir de las tradiciones comunitarias de pensamiento político heredadas -la comunidad, el Omnia sunt communia, el aristotelismo medieval recogido por el iusnaturalismo en la Edad Moderna, a partir del que se inspira la Revolución Francesa…- Y permite denominar a esa otra forma de hacer.

No está nada mal tu vindicación del concepto.

Ser consciente de que solo la propia autoorganización de los subalternos genera proyectos reales y produce cambios reales . Los conocimientos positivos empíricos de las ciencias, el filosofar, son recurso para ayudar auxiliarmente a un movimiento, en caso de que exista y en el grado que existe. Auxiliares de un pensamiento, ese sí, creador, que es el saber hacer generado, nuevo, que produce un ethos nuevo y un movimiento social nuevo, que solo surge como consecuencia de la autogénesis de movimientos de masas capilares, históricos, nuevos. Auxiliares, en tanto pensamiento crítico. Crítica que proporciona elementos y ayuda a la deliberación del Sujeto generador de nuevo hacer. Como, por ejemplo, La Vanguardia, periódico, en otros tiempos glorioso  

En tiempos 2-republicanos.

Si, sí, en efecto. Luego fue el orgánico de la burguesía barcelonesa y catalana, ayudaba a los burgueses, era instrumento auxiliar de información, de formación, sin pretender sustituirlos. Como lo era el centro escolar para burgueses Virtelia, el Liceo Francés, o, actualmente, IESE, EADA… Pensamiento que da formación, proporciona instrumentos intelectuales, critica, pero que ni pronostica, ni prescribe, ni dirige, ni pretende ser el creador ex nihilo del bloque organizado. Como los nipoti del Padre Bresciani de Antonio Gramsci.

Has hablado antes de ellos.

Nunca, nunca, nunca en la historia el saber teorético, la ingeniería social, creó mundos nuevos, alternativas de sociedad. Historicidad. Quiero terminar recordando lo que, al respecto explicaba, en este sentido, y como caso concreto en contra de la ingeniería social, Karl Polanyi, el padre de la Antropología Económica: no fueron los economistas los que, mediante la ciencia económica y la ingeniería social en ella inspirada, inventaron el capitalismo. Fueron los capitalistas, surgidos y constituidos en clase históricamente -históricamente, esto es: como consecuencia de procesos históricos emergentes, disruptivos, concretos, antes imposibles e impensables-, quienes, en primer lugar, necesitaron de contables y se los procuraron. Y luego, al percibir la singularidad de procesos revelados por las contabilidades, «inventaron» a los economistas como servidores orgánicos suyos, para que dieran explicación de esos mismos extraños procesos generados por su práctica de capitalistas. Esto, lo que es la historicidad, lo que implica utilizar la palabra «historia», debería ser una evidencia elemental para todo quien lea y comparta el «Materialismo histórico«. Pero no quiero repetirme, que ya es suficiente la chapa.

No te repites. De hecho, conviene repetir a veces las tesis y argumentos para entendernos mejor. Podemos dejarlo aquí por el momento. ¿Te parece?

Me parece.

Más en la próxima entrevista. Que conste que me han quedado muchas preguntas en el archivo. Para el próximo mes.

De acuerdo. Hasta abril, que es mes republicano.

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Primera parte: Entrevista a Joaquín Miras sobre asuntos políticos y culturales. «Todos los movimientos históricos revolucionarios, triunfantes y derrotados, se organizaron en torno a proyectos surgidos de la propia experiencia de lucha» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253297

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.