La legendaria pareja -sobrevivientes de la dictadura tras refugiarse en el monte chaqueño- son hoy los responsables de la chacra «Naturaleza Viva».
Aquí explican cómo es posible producir sin agredir a la naturaleza, sin envenenar los alimentos y sin esclavizarse como productores. «Al productor le devuelve las ganas de vivir, el entusiasmo, porque pasa a ser la parte más importante del proceso productivo», mientras que en la agricultura de los agroquímicos «es un paria, un instrumento de las multinacionales».
«Naturaleza Viva» es una chacra de unas 200 hectáreas, en el norte santafesino, en Guadalupe Norte, donde trabajan quince familias que producen una gran variedad de alimentos sin utilizar agroquímicos ni transgénicos. Su producción llega a miles de hogares en numerosas provincias argentinas. La notable experiencia es liderada desde hace tres décadas por Irmina Kleiner y Remo Vénica, una pareja de ex militantes del Movimiento Rural de la Acción Católica, perseguidos por la dictadura militar por organizar a los campesinos en lucha. La increíble historia de supervivencia de Remo e Irmina durante cuatro años en el monte chaqueño quedó reflejada primero en el libro Monte Madre de Jorge Miceli (edición del autor, 2006) y luego en la película Los del suelo, del director Juan Baldana (2015).
La revolución por la que entonces lucharon tomó otros rumbos en las vidas de Remo e Irmina: su chacra «Naturaleza Viva» es una poderosa muestra de que es posible producir alimentos de otra manera, de que la agroecología es sostenible y que puede resistir a crisis económicas y modelos injustos de la más variada índole. La granja recibe escuelas, delegaciones y familias interesadas en conocer esta experiencia, y es constante la presencia de estudiantes y profesionales que realizan pasantías, produciendo un rico intercambio de saberes y experiencias procedentes de distintos puntos del país y del mundo.
La prédica de ambos, presentes a veces en persona pero multiplicada por un aura que de a poco se convierte en leyenda a lo largo y a lo ancho del país, es un mensaje pleno de lucidez, convicción y sensatez, y así aparece en este diálogo sostenido en Gualeguaychú, en el marco de una jornada sobre producción agroecológica como parte de las actividades del Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana de esa ciudad.
Los responsables de «Naturaleza Viva» explican aquí cómo es posible producir sin agredir a la naturaleza, sin envenenar los alimentos y sin esclavizarse como productores. La calma de Irina contrasta con Remo, quien habla con un apasionamiento admirable. Por supuesto, la transcripción de la entrevista no logra transmitir la calidez y entusiasmo de sus voces, al contar cómo fue apostar -treinta años atrás- a lo que aun no se conocía con el nombre de agroecología: el modo más natural de emanciparse de las deudas que los agobiaban. Y aseguran que esta forma de producir vuelve a poner en el centro, junto a la naturaleza, «al productor, le devuelve las ganas de vivir, el entusiasmo, porque pasa a ser la parte más importante del proceso productivo», mientras que en la agricultura de los agroquímicos «es un paria, un instrumento de las multinacionales».
«La fertilidad se mantiene a través del ciclado de los elementos de nuestro ecosistema: el sol es gratis, el aire es gratis, el agua es gratis y la tierra es naturalmente gratis para el campesino. Un correcto manejo del sol, del aire, de la tierra y del agua optimiza la producción»
Remo e Irmina, ustedes están al frente desde hace ya más de 30 años, desde 1987, de una de las experiencias más interesantes de producción natural, de producción agroecológica, en la Argentina. Quisiera saber cómo fue el inicio, que los decidió a apostar a esa manera de producir.
Remo: Respecto al cómo fue, al momento del cambio… ¿Sabés qué pasa? Cuando te ajusta el zapato, lo que tenés que hacer es cambiarlo. En este caso, nosotros ya estábamos en un momento perverso de la «revolución verde», del uso de agroquímicos. Y entramos en ese juego sin ser conscientes de él, entonces nos fuimos endeudando. En el campo de mi padre hubo un gran endeudamiento, con riesgo a perder la tierra. Entonces lo que hicimos fue: señores, demos vuelta, provoquemos un cambio posible, salvemos la tierra. Y para eso decidimos impedir el uso de los agrotóxicos en el campo, porque ya veíamos el efecto negativo de los agrotóxicos en la calidad de la tierra.
Irmina: La decisión fue no seguir endeudándose comprando más insumos, y por otra parte también el suelo, que estaba muy deteriorado, muy empobrecido, no tenía vida. Eso era un desafío muy fuerte, había que reconvertir, empezar otro proceso de volver a fertilizar, a vivificar, a generar árboles en el ambiente, materia orgánica. Ese fue uno de los elementos para tomar la decisión.
Remo: ¿Cuál es la cuestión más grave, para el productor, de las técnicas de producción que la «Revolución Verde» convirtió en habituales, las técnicas de la agricultura industrial? Es el endeudamiento permanente del productor, porque compra insumos y los saca a cuenta de la producción que va a sacar dentro de cuatro a seis meses. Pero si nuestros abuelos, nuestros padres, nunca entraron en eso, porque eran autosustentables en el tema, porque producían sus semillas, y no necesitaban comprar venenos o insumos porque trabajaban mirando la tierra, mirando la calidad y la vitalidad del suelo.
¿Y cómo fue la decisión?
Remo: Fue de un día para el otro. Decidimos no usar más agrotóxicos y comenzamos. No teníamos muchos indicadores de experiencias similares en el país ni en el exterior. Estamos hablando de 1987, y no había ni siquiera marco legal. Hubo una resolución sobre producción orgánica en 1994 y la Ley 25.127 de producción orgánica recién es del año 1999.
En 1987 tampoco había internet como para buscar…
Remo: No. No había internet. Vos hoy apretás un botoncito y tenés experiencias de China, de Estados Unidos, de Europa, de Brasil, etcétera. No teníamos nada de eso. Pero teníamos nosotros una percepción de lo que sucedía, porque los dos fuimos dirigentes campesinos, del Movimiento de Ligas Agrarias, del Movimiento Rural de Acción Católica Argentina, que ha trabajado mucho en la región formando grupos de jóvenes campesinos. Eso nos ha permitido identificar y observar campesinos de Misiones, de Formosa, de Chaco, de Corrientes, de Santa Fe, de distintas partes del país y del Noroeste, ver cómo se desarrollaban las actividades. Muchos de los pequeños campesinos eran agroecológicos sin ponerle nombre. No tenían el rótulo, pero ellos no usaban venenos, no usaban semillas compradas, no usaban herbicidas, usaban el lomo, la azada. Y eso para nosotros fue muy fuerte.
Irmina: Y otro de los ingredientes es que nosotros en el 84 habíamos regresado del exilio, habíamos estado en Europa, y ahí vimos fuertemente los movimientos ambientales, la lucha contra la contaminación. Vimos los ríos muy contaminados, el ambiente contaminado. Entonces veíamos a dónde llevaría este proceso de matar la fertilidad del suelo, de contaminar y usar agroquímicos. Teníamos la imagen muy cerca.
¿Cómo funciona Naturaleza Viva?
Remo: Nuestra perspectiva es biodinámica, pero en el mismo trabajo que estamos realizando utilizamos otras según las condiciones: ya sea si son frutales, horticultura, producciones extensivas. Hay variables, hacemos de todo. Tambo y producciones lácteas. Nunca, o excepcionalmente, vendemos leche: lo que vendemos es queso, yogur, ricota, manteca, dulce de leche. En las otras actividades que tenemos, agricultura, hacemos la producción agropecuaria pero también hacemos la transformación de los productos. El hilo y el girasol los transformamos en aceite prensado en frío. El pellet, que queda de ese proceso de prensado, vuelve a ciclar en la granja. Por eso hablamos de granjas integrales, por eso hablamos de la importancia de saber cuántos minerales le quitamos al suelo a través del tipo de producciones que hacemos, para que el suelo no se desgaste y pierda la capacidad productiva. En eso es muy importante la agroecología, es decir, la recuperación de los nutrientes del suelo a partir de los procesos biológicos de los modos de producción. Y el trigo, el maíz, transformados en harinas integrales, que también tienen una diferencia respecto de las harinas integrales con lo que consumimos como harina blanca.
Es como un circulo virtuoso ¿verdad?
Irmina: Un suelo fértil es muy eficiente para producir sin agroquímicos. Porque los insectos y las malezas vienen en suelos deteriorados. De suelos deteriorados surgen plantas enfermas, y las plantas enfermas son atacadas por microorganismos, insectos, plagas en general. Pero las plantas plagas desaparecen con la fertilidad de la tierra, y la fertilidad se mantiene a través del ciclado de los elementos de nuestro ecosistema: el sol es gratis, el aire es gratis, el agua es gratis y la tierra es naturalmente gratis para el campesino. Un correcto manejo del sol, del aire, de la tierra y del agua optimiza la producción. Y si en el proceso productivo hacés rotación de cultivos, combinación de cultivos, combinación de agricultura y ganadería, se favorecen la vida y la incorporación de nutrientes. En el caso de «Naturaleza viva», hacemos un agregado muy importante que es devolver el fósforo a la tierra a partir de la molienda de los huesos de nuestros propios ganados, que se vende la carne pero no los huesos. No hay que ser estúpidos en el trabajo agrícola, hay que ser inteligentes en la recuperación de los nutrientes. Si yo vendo el grano de girasol estoy vendiendo los minerales, porque lo que vendo es energía, vendo el aceite que consumen. Lo mismo si yo, en vez de vender la naranja, vendo el jugo, todo el resto forma parte del ciclado de los elementos, y así sucesivamente. Entonces, ¿cómo ciclan estos elementos? A través del animal. Las vacas lecheras consumen el pellet del girasol, consumen elementos vitales para ciclar, los minerales en el suelo para permitir una agricultura sustentable de alta rentabilidad pero además sustentable en el tiempo.
Esa alta rentabilidad, en el caso de ustedes, está vinculada además con el hecho de que no venden las materias primas…
Remo: Exacto. Nosotros tenemos toda la cadena: producción, elaboración, transformación, venta. Nosotros entregamos el alimento a ciudades y pueblos de 23 de las 24 provincias del país. Tenemos redes. Porque además lo hacemos a través de redes.
¿Es central entonces que el productor no resigne la elaboración de su propio producto?
Remo: Y además tiene que ver con la historia de la agricultura. La historia de los pueblos originarios. La historia de nuestros abuelos europeos. Ellos entregaban los productos al mercado porque en aquella época no nos olvidemos que más del 50% de las personas vivían en el campo. Hoy tenemos apenas el 7%, y me parece que estoy exagerando. Todo este fenómeno hizo que se apropiaran del trabajo del productor agropecuario. Entonces el productor agropecuario pasa a ser simplemente un productor de materia prima, que es el rubro más complejo y más riesgoso que existe. Porque tenés los factores climáticos: lluvia, sequías, plagas, enfermedades. Todo eso se fue complicando cada vez más y nos han quitado, conscientemente, esto de ser productores de alimentos. Porque además, detrás estaba todo el uso de los venenos, que no tienen nada que ver con la producción de alimentos. Esta es la gran paradoja de la sociedad actual, para los hombres de las ciudades, para los trabajadores agropecuarios. No puede ser que seamos productores de alimento contaminado con agroquímicos, y peor todavía, afectando la vida de nuestra Pachamama, que es la que nos da la posibilidad de vivir hoy y de seguir viviendo en el futuro. Estamos en una sociedad con mucho riesgo a partir de este gran fenómeno de urbanismo y cero ruralidad. Y además hemos perdido esto de la totalidad de la cadena de elaboración de alimentos.
«Estamos acostumbrados a ver los campos libres de personas, de individuos, de familias. Tenemos que replantearnos seriamente esto, es muy grave lo que ha sucedido. Tenemos que repoblar la tierra». Ahí reside el secreto.
Remo: ¡Claro! Cuando nosotros nos dimos cuenta de eso, pues ahí estaba la papa: triplicamos la ganancia reduciendo los riesgos. ¿Te imaginás? Nos quedamos con los tres eslabones, pero no solo eso, lo más rico de esto es que de un eslabón a otro no hay trasmisión ni impuestos porque es el mismo productor el que genera todo. Por lo tanto desde la producción primaria, del movimiento de suelo, hasta el producto terminado es toda una cadena donde queda toda la ganancia para el productor y de esa manera puede reinvertir, puede recrear los sistemas productivos. Y todo eso a partir de recuperar la vida de la tierra, del suelo, el potencial más extraordinario que debemos cuidar para que las nuevas generaciones, tanto de los argentinos como de todos los que vivimos en el planeta podamos seguir viviendo en el futuro.
Irmina: Y por otra parte cada uno de esos eslabones productivos requiere manos y cabezas atrás haciendo y concretando las cosas, entonces del campo despoblado pasamos a un campo generador de empleo, de ocupación, y por lo tanto de recursos para las familias. Y se vuelve a poblar. Es un aspecto social fundamental, la estructura productiva del campo es una cuestión social.
Remo: Estamos acostumbrados a ver los campos libres de personas, de individuos, de familias. Tenemos que replantearnos seriamente esto, es muy grave lo que ha sucedido. Tenemos que repoblar la tierra.
Ustedes demuestran que no es una utopía, no es imposible.
Remo: Trabajamos doscientas hectáreas quince familias. Y si tenemos en cuenta que hay más de 60 millones de hectáreas en el país que no están pobladas, entonces 60 millones de hectáreas, dividido 200 por 15 necesitan de entre 4 y 5 millones de familias para repoblar el campo. Y seguramente me vas a decir «Che, ¿pero cómo vas a repoblar el campo?, si se perdió la cultura». ¡La debemos recuperar! La cultura no está enterrada, está viva en nuestros abuelos y en experiencias de muchos campesinos, porque hay experiencias de Paraguay, de Brasil, de Colombia, de Ecuador, de Costa Rica, extraordinarias en este sentido, y hay universidades que se están replanteando los sistemas educativos y formativos para impedir este proceso decadente de una agricultura de los agrotóxicos y de los venenos y provocar una agricultura de la vida, de la fraternidad, de las relaciones afectivas y constructivas entre el campo y la ciudad.
Es un fenómeno que ya se está dando.
Remo: Sí ¿sabes por qué? Porque está colapsando la «Revolución Verde», la cultura de los agrotóxicos: no saben qué hacer porque los suelos se están deteriorando. Según datos de los organismos internacionales, cada minuto se desertifican doce hectáreas en el planeta Tierra. ¡Doce hectáreas! Es grave.
Irmina: Sí, es muy grave. Y por el otro lado, el argumento fuerte de la «Revolución Verde» siempre fue la necesidad de producir alimentos para combatir y reducir el hambre en el mundo. Resulta que después de 30 años no se reduce el hambre en el mundo, al contrario, sigue aumentando: entonces sabemos que no es un problema de producción de alimentos, sino de distribución de esos alimentos. Y que con las tierras desertificadas o pérdidas importantes de fertilidad obvio que se va a producir menos, si de dónde va a salir si matamos la vida del suelo. Eso es muy lógico: si no tenemos suelo, no podemos producir alimentos.
Remo: Tenemos problemas de hambre y a la vez de enfermedades graves, pero ¿cómo vamos a tener una población sana si consume agroquímicos, agrotóxicos, venenos? Entonces tenemos que modificar el sistema productivo para producir. Hay una frase muy linda de un gran maestro de la humanidad que fue Hipócrates, 350 años antes de Cristo: «Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento».
Otro concepto que ustedes mencionaban, en relación con la diversidad de experiencias y de técnicas que se van generando. Hasta hace poco esas perspectivas tenían poco contacto entre sí, pero ahora cada vez hay más interrelación, en buena medida por los avances comunicacionales. Ustedes mencionaban que no son perspectivas contradictorias sino complementarias…
Remo: Sí, son propuestas que han surgido de la realidad, de personas muy habilidosas, entre ellos maestros como el caso de Masanobu Fukuoka, en Japón, con la agricultura natural. O la propuesta de Jairo Restrepo con la agricultura regenerativa, la biodinámica de Rudolf Steiner, la permacultura de Bill Mollison. Con todas ahora, por suerte, estamos interactuando, buscando los aspectos favorables de cada una, porque en una región favorece una, en otra región favorece otra, favorece con un sistema productivo, con otro sistema productivo. Son complementarias, y esto es lo importante: hay varias maneras de producir sin agredir y sin envenenar fundamentalmente los alimentos para nuestra querida población.
Y algunas de esas técnicas son milenarias, o están inspiradas en prácticas muy antiguas.
Irmina: ¡Es que antes de la «Revolución Verde» también existía la agricultura! Pero a partir de este sistema, todos los organismos de investigación fueron apoyando, investigando y dedicando sus energías y recursos a esa propuesta. Y se dejó de investigar lo otro. Entonces hoy es un terreno que desde la ciencia tendrán que recuperar. Pero menos mal, tenemos todas estas otras instituciones, organizaciones y estudiosos que por cuenta propia fueron desarrollando muchas herramientas para producir de otra manera, o para apoyar con técnicas específicas esa producción natural que se venía haciendo. Con errores, pero que no dañaban ni contaminaban el ambiente como la agricultura basada en agroquímicos.
Remo: Nosotros trabajamos en 200 hectáreas, de las cuales 110 son propias, y 120 que se alquilan a productores que han abandonado a partir de las deficiencias de la productividad de los suelos. Nosotros las vamos recuperando e incorporando a la producción agroecológica. Esto es muy importante decirlo porque lentamente los pooles de siembra, en nuestra región que es el norte de Santa Fe, con suelos de tercera, están abandonando las chacras porque terminan siendo improductivas. Porque además tienen que pagar el alquiler al productor y sacar sus ganancias. Y ahora están con algunos fenómenos mínimos, algunos de grandes lluvias y otros de sequía como las que tuvimos actualmente, entonces colapsa el sistema porque ellos, la agricultura de los químicos, tiene un alto porcentaje de costos, y sí o sí tienen que sacar cultivo para pagar las inversiones, los insumos comprados. Conozco casos de familias que producían en 13 a 15 mil hectáreas y que colapsaron. En la agroecología la ventaja es que vos no arriesgás previamente: la semilla la producís vos, los insumos de la fertilidad de la tierra los producís vos a través del manejo de las pasturas, de los abonos verdes, de los composts, a través de los biofertilizantes, a través de los preparados biodinámicos, a través de la agricultura regenerativa, que con una tonelada de preparados que vos hacés podés hacer 100 hectáreas, 200 hectáreas vitalizar y provocar el efecto de mayor fertilidad y de mayor productividad de la tierra.
El otro elemento que me parece central en una época que la que hay tantos factores que encadenan a las personas, es que la producción natural le devuelve la autonomía al productor, el poder sobre sí mismo, el sentido de ser dueño de su destino ¿verdad?
Remo: ¡Claro! Y no solo la autonomía. Le devuelve las ganas de vivir, el entusiasmo, porque el agricultor pasa a ser la parte más importante del proceso productivo, el que genera el proceso productivo. En la agricultura de los agroquímicos, el productor es un paria, es un instrumento de las multinacionales.
De hecho puede estar o no estar. Da lo mismo.
Remo: Puede estar o no estar, tenés los personeros de las corporaciones que le pueden desarrollar el cultivo sin necesidad de que estén presentes. Pero en la agricultura ecológica el campesino es parte activa, porque va desarrollando el proceso, un proceso de crecimiento. Un proceso ascendente de fertilidad. Un proceso ascendente en mano de obra. Un proceso ascendente de calidad de vida, de salud, de bienestar, de diversidad biológica, de comenzar a vivir procesos extraordinarios. También desde el punto de vista de los animales que vienen a repoblar el lugar.
«En la agricultura ecológica el campesino es parte activa, porque va desarrollando el proceso, un proceso de crecimiento. Un proceso ascendente de fertilidad. Un proceso ascendente en mano de obra. Un proceso ascendente de calidad de vida, de salud, de bienestar, de diversidad biológica, de comenzar a vivir procesos extraordinarios».
¿Cómo es eso?
Irmina: A nosotros nos preguntan «Che pero ustedes que hacen mermelada de higo, hacen higos en almíbar, ¿cómo hacen, si a mí me comen todo los loros?» Bueno, en la granja habitan las águilas coloradas y los caranchillos que no dejan una cotorrita. No existe una cotorra en «Naturaleza viva». Pero si no era por la reflexión de este productor, no sabríamos por qué. Entramos a observar de qué manera están las aves. Porque tenemos árboles altos. Eucaliptus, y otros árboles altos…
Remo: De todo tipo de árboles muy altos. Además tenemos una familia de monos, que lo poblaron hace 8, 10 años, vino una hembra, pionera, y antes del año vino el macho, y ahora son ocho monos que están poblando «Naturaleza Viva». Y además es una forma eficiente: nos siembran los bosques que construimos. Porque nosotros empezamos «Naturaleza Viva» con 60 árboles que los gringos teníamos en aquellos tiempos nada más, porque todo había que dedicarlo a la agricultura. Hoy tenemos más de 20 mil árboles, en un sistema de bosques interactuando con frutales, además con otras especies del lugar y especies misioneras, de frutales, que se adaptan perfectamente a nuestra región del norte de Santa Fe porque pasamos a ser una zona casi tropical.
Qué maravilla. Dan ganas de ir a ver «Naturaleza Viva»
Remo: ¡Cuando quieras! Y te aseguro que es un lugar que al ir a verlo, da ganas de compartir, porque el ser humano es protagonista, no es un paria. Porque mientras que para el sistema molesta el agricultor, para la agroecología es el protagonista. Es el que conduce el proceso. Porque además tenés muchas alternativas.
Me hizo acordar a la idea del antropocentrismo humilde, que propone Guillermo Priotto. El ser humano asumiéndose como parte del ambiente, pero dirigiendo el proceso, claro que con otros valores.
Remo: ¡Sí! Y a tal nivel de humildad que me tuve que sentar en el bosque a reírme porque los monos me enseñaron a producir en el bosque.
A ver, cuente eso.
Remo: Claro, porque el grupo de monos que tenemos come los frutales que están en el predio de la granja y me los llevan al bosque. Como decir, cerella, mamón, chirimoya, dátiles, nísperos, chaucha ingá, una chaucha dulce. Todo eso lo comen, y van y duermen en el bosque. No hace mucho me tuve que sentar a reír en el bosque. Pensar que los monos me enseñaron. Porque yo peleando para producir frutales que me afectaban por el sol o las heladas. Y ellos, no: me los sembraron con abono y en el bosque. Así que ahora tengo los plantines hechos por la familia de los monos.
Hecho naturalmente por los monos, al ir a hacer sus necesidades…
Remo: Naturalmente. Te aseguro que yo no les dije nada (risas).
La última: ¿qué debemos exigirle al Estado? Hoy conversábamos acerca de su rol, la presencia o la ausencia, la complicidad del Estado o la decisión de impulsar algo distinto. En el caso del estado municipal, que normalmente se desentiende de estas cuestiones («no es problema mío, es problema de la provincia o el Estado nacional»). ¿Qué pasa si el Estado, y en especial el Estado municipal acepta el desafío de impulsar a sus productores a producir alimentos de manera ecológica, para darle de comer a su gente, a sus propios vecinos?
Irmina: Es fundamental: que el Estado, que sin duda alguna tiene el rol de velar por toda la población y procurar que su organización, sus caminos, vayan por el mejor lugar posible. Si nosotros integramos el problema de la salud que está relacionado íntimamente con esta cuestión del alimento, lo ambiental, el suelo, y la parte productiva, creo que la mejor propuesta es esto, ir limpiando metafóricamente los caminos, porque a todos va a favorecer, a los productores porque van a retomar el camino de las producciones limpias y dejar de gastar en agroquímicos que en realidad no son necesarios; en contribuir que desde la producción se revitalice el suelo, y así cerrar el camino de la pérdida de la fertilidad; a repoblar de árboles donde se pueda repoblar, o sea, los árboles pueden ser para uso forestal como árboles de producción de alimentos, las dos cosas. Y sobre todo, la salud para la población, en un ambiente limpio, la salud de la población obviamente va a ser mucho mejor.
Remo: Un intendente debe ser, entre otras cosas, el administrador de la calidad de vida de la ciudad, y debe provocar a la gente de campo a que revise su comportamiento para evitar que se sigan deteriorando los suelos, pero también evitar que se sigan hipotecando comprando agrotóxicos y venenos, y que además proyecten una acción de la agroecología que ya nos está dando ejemplos. Es lo que tenemos que hacer. A partir de este fenómeno de la «Revolución Verde», hemos perdido la sensibilidad de las relaciones mutuas entre los seres humanos, entre el campo y la ciudad, entre la producción de alimentos y los consumidores. Tenemos que recrear relaciones de humanos, de seres humanos, no de bestias como sucede en este momento. Y digo que es posible porque nosotros hace ya 31 años que somos autosustentables en la producción de alimentos. Lo único que tenemos que comprar es la sal, pimienta y un par de otras cosas. El resto lo producimos todo, porque la Pachamama es maravillosa, nos da la oportunidad con mínimos manejos que nosotros como agricultores, como campesinos, como personas vinculadas a la tierra, podemos generar todo en nuestras tierras. La agricultura de los agrotóxicos, la agricultura industrial, le hace perder al productor el cariño a la tierra. ¡A cualquier ser humano! ¿Qué cariño puedo tenerle si la estoy envenenando?
Américo Schvartzman, director de La vanguardia, licenciado en filosofía, periodista, autor de Deliberación o dependencia, ambiente, licencia social y democracia deliberativa (prometeo 2013).