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Entrevista a Francisco Báez Baquet sobre "Amianto: un genocidio impune"

«En lo relativo a determinadas cuestiones, las empresas actúen de forma solidaria, sin fisuras»

Fuentes: Rebelión

Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las […]

Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las páginas de Rebelión.org).

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Estábamos en el apartado 2.6: «Chovinismo, hipocresía y dobles estándares». Me ha llegado estos días una recomendación suya: «Amianto rojo» de Paco Puche. ¿Qué tiene de interés este nuevo trabajo de su amigo?

Con el juego de palabras que supone el título de su trabajo, viene a poner de relieve el carácter sangriento de todas la variedades de amianto, cualquiera que sea su verdadero color.

¿Alguna noticia destacada más que quiera comentar?

En el presente mes de marzo, se publica en el International Journal of Occupational and Environmental Health un trabajo de Baur y colaboradores, en el que estos autores denuncian cómo se ha intentado socavar la campaña de la Organización Mundial de la Salud, para detener el uso de todas las formas de amianto, incluido el crisotilo.

Esta denuncia pública, viene a poner en evidencia que, en el presente, prosiguen sin cesar las maniobras de uso torticero y sesgado de los datos científicos disponibles, y de su interpretación, a conveniencia de los poderosos intereses económicos que en la sombra siguen financiando ese tipo de prostitución de la labor científica. Es un eterno combate, que no cesará hasta que los gobiernos de todas la naciones se decidan a sumarse a una generalización completa de la prohibición del crisotilo o amianto blanco, lo que, en la práctica, vendría a equivaler a hacerla extensiva a todos los tipos de asbesto.

Me centro en su libro. Abre el apartado 2.6. con una cita: «No existe en vigor ley global alguna, capaz de permitir la diferenciación entre actividades criminales al estilo mafioso y «actividad comercial normal»». ¿Es así es su opinión? ¿Coincide con este comentario de Baunman?

Hay ciertas prácticas, que se toleran, que no se las condena judicialmente, y que sin embargo representan demasiados «coladeros» por donde las empresas pueden escurrir sus responsabilidades. En mi libro hablo de algunas de ellas, relativas a los buques, a su trazabilidad como producto industrial, y a la titularidad y estado real de conservación de los mismos: los abanderamientos de conveniencia, los cambios frecuentes de titularidad (con el evidente propósito de dificultar su identificación), los cambios frecuentes en la denominación de los barcos mercantes, con el mismo propósito, el falseamiento en la declaración de ruta y puerto de destino; no declarar al buque en situación de desguace, para hacerlo de improviso, una vez arribado al puerto verdadero; el falseamiento de la carga de amianto que el buque tiene incorporada en su estructura, etc., etc. Todo ello, con el manifiesto propósito de soslayar la legislación internacional, relativa al desguace y desamiantado de las naves. El secreto bancario, los paraísos fiscales, la interposición de empresas meramente instrumentales y ad hoc, etc., vienen a completar ese turbio panorama, en nombre de la libertad de comercio y del respeto a la propiedad privada, por encima de cualquier otra consideración. Es en ese marco general, en donde terminan por difuminarse las fronteras entre el tráfico marítimo lícito y normal, con sus máquinas -los buques-, y la ilegalidad más o menos encubierta o tolerada. Hay historias, en las que las autoridades portuarias y estatales han quedado clamorosamente burladas.

Denuncia usted de entrada una práctica de dobles estándares. ¿Nos la explica? ¿Qué países la cometen?

Hay varias situaciones a las que se les podría atribuir ese reproche, pero hay dos sobre las que, por su mayor importancia, conviene enfatizar. En primer lugar, gobiernos que mantienen la prohibición del amianto en su propio territorio, y que, sin embargo, nada objetan en relación al hecho de que las centrales de holding de multinacionales del amianto radiquen en ese mismo territorio, al que fluyen los beneficios originados por esa actividad, procedentes de la fabricación con asbesto, radicada en los países en los que no rige esa prohibición; con idéntico esquema, tendremos a las entidades financieras con participación en el capital de esas industrias que extraen, comercian o fabrican con amianto. Entidades financieras, que en algún caso (Sudáfrica) son meras continuadoras de la minería del asbesto, cuando todavía esa actividad no estaba prohibida en el citado país.

En segundo lugar, ese reproche también es aplicable, cuando los puertos de tránsito, en los países prohibicionistas, brindan sus facilidades logísticas para que el comercio del asbesto discurra, hasta sus puntos de destino, en los que el amianto no está prohibido. ¿Pueden imaginar algo semejante, referido, por ejemplo, al tráfico de estupefacientes? Es en ese preciso contexto, en que se enmarca mi propuesta de «Manifiesto de Roma», que algunos de nuestros lectores quizás recodarán. Véase: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=192104 

Seguro que sí. Señala usted a continuación que no sólo ocurre con multinacionales sino incluso con las propias autoridades políticas como, por ejemplo, en el caso del gobierno español presidido por Mariano Rajoy. Una breve ilustración de ello por favor.

Dado que la cuestión ya la abordamos en nuestras entrevistas número 19, 20, 22 y 32, creo que, para no incomodar a nuestros lectores, debemos ceñirnos aquí a remitirnos a esos contenidos previos, y limitarnos, si no le parece mal, a rememorar el hecho de que a una empresa extranjera («DURALITA»), se le permita, desde una web oficial del gobierno español, como es la de la Cámara de Comercio de España en El Salvador, anunciar sus productos de amianto-cemento, incluyendo en ello el acceso directo a la web de dicha compañía, en la que, tergiversando la evidencia científica más palmaria, se inserta un texto en el que se viene a defender la supuesta inocuidad del crisotilo o amianto blanco.

¡De nuevo me ha corregido! Mil gracias. Menos mal que no tengo que examinarme. Me imagino la nota… Mantiene usted la tesis de que si en los puertos de Gibraltar o Rótterdam, por ejemplo, se cargan o descargan partidas de amianto en bruto o de productos elaborados aunque sólo sea en tránsito hacia terceros países «se están infringiendo las respectivas prohibiciones nacionales». ¿Por qué? ¿La prohibición del amianto es entonces una farsa?

Se están infringiendo potencialmente esas legislaciones nacionales, porque es inevitable que aisladamente se produzcan fugas de amianto, en las operaciones de carga y descarga.

¿Qué paralelismo establece usted entre el amianto y el comercio ilegal de drogas?

Al igual que ocurre con las drogas, es evidente que no todas las naciones mantienen el mismo rigor normativo, y en ambos casos esa disparidad es el origen de problemas que no se originarían, si la misma no existiera; si la prohibición fuera absoluta en todas partes, sin matices ni excepciones.

Las leyes, señala usted, deberían ser la plasmación coercitiva de unos principios morales. ¿Qué principios morales deberían ser esos? Por lo demás, si admitimos el realismo sucio, todas las leyes son plasmación de unos principios morales (aunque algunos de ellos sean bastante inmorales)

Me refiero, evidentemente, al respeto a los derechos humanos, incluyendo al más fundamental: el derecho a la vida.

Habla muy bien de un artículo o libro de 2010 de Roman Shleynov. Usted mismo toma pie en él. ¿Qué destacaría de ese trabajo?

Yo haría extensiva esa recomendación, a dos trabajos del mismo autor:

Roman Shleynov, The World’s Asbestos Behemoth. The Center for Public Integrity – DANGERS IN THE DUST – Inside the Global Asbestos Trade. July 20, 2010 BBC & ICIJ – International Consortium of Investigative Journalist   http://www.publicintegrity.org/2010/07/21/3447/worlds-asbestos-behemoth

que también puede ser indirectamente accedido, dentro del interesantísimo conjunto:  www.publicintegrity.org/investigations/asbestos/articles/entry/2187/  

y R oman Shleynov, Government and Capitalist Alliance Makes Russia an Asbestos Behemoth Center for Public Integrity. August 30th 2010 http://www.thecuttingedgenews.com/index.php?article=12514&pageid=&pagename

Ambos están accesibles en Internet, y su lectura directa (usando los enlaces que he incluido), resulta claramente preferible a cualquier reseña resumida que yo pueda hacer ahora aquí de ellos; no le quepa la menor duda, de que quienes estén verdaderamente interesados en conocer al criminal entramado capitalista vinculado a la extracción, comercio, transporte y uso industrial del asbesto, así lo harán, porque he de decir, que a esta altura de la historia, efectivamente, ya no cabe aplicar otro calificativo, que no sea el de criminal, referido a esas actividades económicas, a su impertérrito mantenimiento, a sus clamorosas tergiversaciones de las evidencias científicas, a su resistencia numantina a indemnizar a las víctimas, al chantaje de los acuerdos extra-judiciales, al emponzoñamiento de la literatura médica, etc., etc.: criminal, cri-mi-nal. ¿Vale?

Vale, de acuerdo. No tengo ninguna duda. Y gracias por las recomendaciones. Alemania, la gran potencia económica europea, un ejemplo de capitalismo exigente y eficaz según algunos, ¿está también inmersa en temas de dobles estándares?

La industria del cloro basta para atestiguarlo. Como no me cansaré de repetir, el mantenimiento de esa excepción de uso, sólo es factible, asumiendo implícitamente la simultánea no prohibición en la mayoría de los países no pertenecientes a la Unión Europea, porque sólo bajo esa premisa nunca admitida expresamente, puede resultar rentable una extracción de amianto, que sólo para su uso en la industria del cloro, no sería viable económicamente.

¿A qué llama usted política empresarial de exportación de riesgos?

Relegar las industrias peligrosas y contaminantes, a países de desarrollo económico emergente, en los que las normas reguladoras son inexistentes o fuertemente permisivas, con autoridades que priorizan el desarrollo económico, por encima de toda otra consideración, con un conocimiento científico de los riesgos, escaso o nulo, con una percepción social de los mismos, con sordina y con un «despiste» clamoroso, de un candor, a veces, inimaginable.

Los grandes grupos bancarios españoles, ¿participan o tienen relaciones financieras con empresas que usan estos dobles estándares?

Hay un permanente déficit de transparencia. El velo societario, cuyo levantamiento tan difícil resulta siempre, frecuentemente no es único, ni estático en el tiempo; es escurridizo. Si se dispone de alguna evidencia fragmentaria, incompleta o poco concluyente, es mejor aguardar a que la misma se pueda consolidar, antes de hacer afirmaciones categóricas y concretas. Ciñéndonos a lo que usted plantea, en mi libro aludo a participaciones minoritarias, de entidades financieras pertenecientes al grupo «Santander».

Habla usted de un hilo de Ariadna que comparten empresas que, aparentemente, compiten ferozmente entre sí. ¿Qué hilo es ese?

En realidad cabría hablar de dos, complementarios. Por una parte, mientras que el conjunto de empresas se presenta como una serie de compartimentos estancos, y así es, por lo respecta a sus respectivas responsabilidades legales, sin embargo, a caballo de esa compartimentación, una red de partícipes simultáneos en más de uno de los correspondientes consejos de administración, extiende una maraña de responsabilidades éticas, ya que las legales quedan parapetadas en cada uno de esos compartimentos; en eso consiste su estanqueidad.

Por otra parte, la segunda red, es la determinada por las participaciones financieras cruzadas, esto es, el cruce de paquetes accionariales. Ambas conexiones discurren paralelas, siendo la primera, en parte, una consecuencia de la segunda, pero la primera resulta ser mucho más extensa que esta última.

Si tomamos, al azar, una empresa cualquiera, y tratamos de rastrear la presencia de miembros del consejo de administración, en los de otras empresas distintas, esa operación, reiterada ad infinitum, nos embarcará en un propósito de imposible término, en la práctica.

Por eso, no es de extrañar que en lo relativo a determinadas cuestiones, las empresas actúen de forma solidaria, sin fisuras.

Le copio: «La tecnología, la maquinaria, el acceso a las materias primas necesarias etc, están disponibles y se usan, pero sólo para la elaboración de productos destinados a allí donde la incorporación del crisolito es objetada. Ni a los usuarios ni a los trabajadores propios se les evita el riesgo mortal más que cuando no hay otra alternativa que aceptar la prohibición si se quiere poder exportar». ¿El capitalismo es el mal? ¿No existe un capitalismo con rostro humano?

El capitalismo sin freno ni límites, es el mal. Ojo: y lo mismo cabe decir de otros factores productivos.

El capitalismo con rostro humano, en la práctica, en una buena medida, se trata sólo de una cuestión de marketing, en la que las apariencias son lo que más importa.

¿No cree entonces en el llamado capitalismo humanista? ¿Le parece una estrategia publicitaria? Muchos hablaron de él en su momento como una posibilidad alternativa.

Cuando he respondido como lo he hecho, lo que he tenido en mente, primordialmente, han sido los casos de empresas que en un momento dado han efectuado expresas declaraciones de responsabilidad social y de compromiso medioambiental, cofradía en la encontraremos a miembros tan vinculados al amianto, como pueden ser, por ejemplo, el Grupo «Etex» (antes «Eternit»), o la firma «Johns Manville». Algunas de esas empresas, son las que incluyen en su argumentación promocional tal tipo de alegaciones, dedicando a esos menesteres parte de su presupuesto anual de gastos, y creando estructuras organizativas, específicas también para ese tipo de actividades. Sin embargo, para quienes han tenido «el privilegio» de poder observar, desde dentro, cómo en tales empresas se solventan las reclamaciones de sus clientes o empleados, a esos no se les puede dar «gato por liebre» en esto.

Y perdone. ¿A qué otros factores productivos se refería hace un momento?

En realidad, a cualquiera imaginable, porque lo fundamental es, que no pueden haber roles sin límite ni freno en sus actividades, sino que tienen que haberlos, y que no es cosa baladí en dónde se sitúan esos límites. Pero si lo que pretende es que «me moje», no tengo reparos en hacerlo explícito: también los derechos de los trabajadores no pueden ser, ni en teoría ni en la práctica, ilimitados.

Es más que razonable desde luego. Casi nada puede ser ilimitado. Pasamos al apartado 2.7 si le parece. Su título: «En tiempos recientes». ¿De qué asunto trata?

Se trata de una revisión, hasta el momento de la publicación del libro, de los acontecimientos que en los últimos años han jalonado la lucha contra el amianto, que en una buena proporción lo ha sido contra la «conspiración de silencio».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.