Los resultados de las recientes elecciones municipales y autonómicas reflejan un paso relevante en la dirección del cambio político. El desplome del PP, junto con el ligero declive o mantenimiento del PSOE y el avance significativo de Podemos y las fuerzas alternativas, consolidan el nuevo ciclo de cambio institucional. Veamos algunos datos concretos de la […]
Los resultados de las recientes elecciones municipales y autonómicas reflejan un paso relevante en la dirección del cambio político. El desplome del PP, junto con el ligero declive o mantenimiento del PSOE y el avance significativo de Podemos y las fuerzas alternativas, consolidan el nuevo ciclo de cambio institucional.
Veamos algunos datos concretos de la realidad producida por la ruptura de la simple alternancia del bipartidismo y el reequilibrio hacia dinámicas alternativas con la aparición del tercer y diverso actor político, representativo de una amplia y consistente corriente social crítica y alternativa.
Primero, la dimensión del batacazo del PP, respecto de las anteriores elecciones municipales de 2011, ha sido monumental, en votos (2,5 millones menos) y porcentaje (10,5 puntos menos), hasta situarse en el 27% y 6 millones de votos. En términos de control del poder institucional es todavía mayor su pérdida: no alcanza mayoría absoluta en ninguna Comunidad Autónoma y, particularmente, pierde ayuntamientos tan significativos como Madrid, Sevilla o Valencia.
Ese descenso electoral no ha sido compensado por el ascenso de Ciudadanos (millón y medio de votos y 6,6%). Este partido emergente ha recogido un significativo apoyo para su cambio ‘sensato’: frenar algo la corrupción y la degradación de la vieja política pero reforzar las estrategias económicas y sociales dominantes. No obstante, respecto de las expectativas, su resultado ha sido discreto. Su llave para garantizar el continuismo del centro-derecha es menor en términos cuantitativos, aunque puede apuntalar al PP en cuatro Comunidades Autónomas (Castilla-León, Murcia, Rioja y, especialmente por su importancia, Madrid). No obstante, dado su discurso regeneracionista frente a la corrupción, para incrementar su legitimidad de cara a las elecciones generales tiene la dificultad para implicarse abiertamente en la gobernabilidad dirigida por el PP y debe aparecer algo diferenciado.
Segundo, el PSOE sigue en declive histórico en su representatividad o legitimidad social. Desde las elecciones de 2007 (34,92%) hasta las de 2011 (27,79%) perdió más de siete puntos. En las actuales de 2015 ha vuelto a bajar (25,03%) casi otros tres puntos y 0,6 millones de votos, aunque llega a 5,6 millones de votos. Se ha recuperado algo desde las elecciones europeas del año pasado (23%), apenas dos puntos porcentuales, aunque sus portavoces ponen el acento en el ascenso de dos millones de votantes, derivado solo de una mayor participación general (veintidós puntos más). Por tanto, la realidad es que siguen en sus mínimos electorales, lo cual les requiere algo de modestia, y expresa que la ligera recuperación porcentual no asegura su crecimiento exponencial en el futuro, aunque sí puede garantizar ese suelo mínimo de un cuarto de votos. Su oferta de cambio seguro, es decir, de poco cambio y mucho de continuismo estratégico, todavía ha tenido una importante credibilidad, pero es insuficiente para asegurar un fuerte crecimiento. Ante el fuerte descenso del PP, se le ha acercado en votos y porcentaje (no llega a medio millón y dos puntos de diferencia), aunque ambos (el bipartidismo) apenas superan la mitad del electorado (52%). Pero, sobre todo, ese casi empate con el PP y el peso significativo de las candidaturas alternativas, partidarias del desalojo de la derecha, le posibilitan el acceso a mayores cuotas de poder autonómico y municipal. El estancamiento representativo en un suelo de mínimos se combina con mayor cuota de poder institucional.
Tercero, hay que destacar el acierto de las candidaturas populares unitarias, apoyadas por Podemos pero que han superado el apoyo directo a este partido en sitios significativos. Particularmente, por su impacto social y valor político, las de Ahora Madrid y Barcelona en comù. Pero además también han tenido mayor éxito otras candidaturas con una mayor convergencia con otras fuerzas políticas y sectores independientes como en Galicia (particularmente en A Coruña y Santiago), Zaragoza, Cádiz o Valencia (en este caso de la mano de Compromís). En ese sentido, la estrategia de Podemos de ampliar con otros actores políticos y sociales la composición de las candidaturas municipales se ha demostrado acertada. El resultado ha sido el mayor apoyo electoral conseguido por estas candidaturas de unidad popular, más abiertas y plurales respecto de las propias de Podemos en las elecciones autonómicas. Su decisión de promover esas candidaturas más amplias, con sectores independientes y otros grupos sociales y políticos, tenía una motivación defensiva, al no contar con una sólida estructura territorial. Pero esa experiencia unitaria, en los sitios con esas condiciones específicas de amplitud, integración y liderazgo social, señalan un camino a recorrer con el objetivo de ensanchar la base social por el cambio y posibilitar una colaboración y protagonismo adecuados al resto de fuerzas sociales y políticas alternativas.
Al mismo tiempo, en ayuntamientos relevantes han conseguido superar en representatividad al PSOE. Por tanto, esa estrategia ha permitido un reequilibrio más favorable de las fuerzas alternativas por un cambio sustancial frente a los riesgos de un simple cambio ‘seguro’, con total hegemonía del partido socialista. Tiene no solo un valor simbólico y cultural, sino que demuestra la brecha sociopolítica conseguida frente al poder de las derechas y la ventaja respecto del partido socialista. Al mismo tiempo, conlleva una gran responsabilidad institucional que va a ser enjuiciada por la ciudadanía. Como avanzadilla puede ser un factor de fortalecimiento para toda la corriente política que representa (o de debilitamiento si se cometen errores graves).
En conclusión, el PSOE ha tenido los peores resultados en unas elecciones municipales desde el comienzo de la democracia. Ha vuelto a descender cerca de 0,7 millones de votos desde las elecciones municipales de 2011 (en las que había perdido cerca de 1,5 millones respecto de las anteriores de 2007). No obstante, se ha recuperado ligeramente respecto del mayor debacle de las elecciones europeas de 2014, y mantiene un suelo significativo de la cuarta parte de los votos. Podemos y las fuerzas alternativas han conseguido un respaldo ciudadano meritorio. No obstante, a nivel general, el respaldo electoral a Podemos y las fuerzas afines es insuficiente para imprimir hoy una reorientación profunda de las políticas y la gestión en la mayoría de instituciones autonómicas y locales. No han expresado suficiente fuerza y apoyo electoral para poder superar al PSOE. Pero esa visión de las medias comparativas entre Podemos y PSOE, a la que se acoge este último, oculta una distribución irregular entre diversos territorios e instituciones e, incluso, edades. Debe ser complementada con la valoración de la tendencia materializada en algunas grandes ciudades. Así, como se ha dicho, en los sectores más dinámicos, jóvenes, capas populares o clases medias empobrecidas, existe un mayor equilibrio entre ambas corrientes políticas, e incluso los votos alternativos superan ampliamente la representatividad del partido socialista (en algunos barrios madrileños o barceloneses la ventaja ha sido de treinta puntos, con hasta el 40% para la candidatura de unidad popular y apenas el 10% para la socialista).
La combinación de esos tres factores, fuerte declive del PP, menor descenso del PSOE y ascenso de Podemos y el resto alternativo, ha generado un vuelco en la dinámica política, favorable al desalojo institucional de la derecha y la consolidación de la apertura del cambio político.
La dirección del partido socialista enseguida ha destacado la media de los resultados autonómicos con la idea de que son la referencia principal para el cambio. Sin embargo, la situación actual es distinta a la de épocas anteriores en la que el partido socialista podía disponer de una posición completamente hegemónica o, en sentido contrario, imponer una posición muy subordinada de otras fuerzas de izquierda, como ha sido la experiencia de Izquierda Unida en distintas Comunidades Autónomas. Ahora, Podemos (o Compromís en la Comunidad valenciana) tienen un peso mucho mayor y existe un mayor equilibrio. Pero, sobre todo, la mayor representatividad conseguida por las fuerzas alternativas en varios de los mayores ayuntamientos respecto del PSOE hace que la hegemonía de la gestión y el programa aplicar sea de las primeras y el partido socialista tenga que aceptar una posición subordinada de colaboración y acuerdos. Es una experiencia inédita que la dirección socialista debe asimilar, si quiere realmente participar en una dinámica de cambio, aunque sea pactado o intermedio, en estos ámbitos locales menos condicionados por los poderes económicos y las estrategias liberal-conservadoras del contexto europeo.
Es cierto que una parte significativa de los electorados del partido socialista y de Ciudadanos han confiado en esas primeras garantías de cambio limitado, infravalorando las consecuencias negativas de prolongar una dinámica económico-social injusta o solo el remozamiento del sistema político. Es decir, han expresado la falta de confianza en un cambio más profundo y en las nuevas élites que lo representan. En el horizonte está el reto de ampliar la base social alternativa para conseguir mayoría relativa en las elecciones generales y poder llevar a cabo una transformación sustantiva, con los acuerdos necesarios. Junto con el afianzamiento de las propias bases sociales, incluido la incorporación de sectores abstencionistas, se trata de conseguir una mayoría social por un cambio sustancial y convencer a esa parte de la sociedad todavía partidaria de un cambio moderado o parcial para que se impliquen en un auténtico cambio de políticas socioeconómicas y de profunda democratización política.
En ese sentido es acertada la doble posición de Podemos y las fuerzas alternativas de garantizar el desalojo de la derecha, apoyando con condiciones la investidura de gobiernos progresistas pero sin participar en su gestión, y concentrarse en una labor de oposición rigurosa a gobiernos socialistas y de estímulo de la participación cívica. Esta situación de hegemonía relativa socialista solo permite opciones de cambio muy limitadas, pero positivas respecto del continuismo de la derecha. Pero, al mismo tiempo, la labor de control democrático y oposición social y política, así como la gestión directa de las instituciones bajo su responsabilidad facilitan a Podemos y grupos aliados y afines, avanzar en el camino del cambio. En el plano simbólico y cultural y en los beneficios directos para la gente, y en los dos campos fundamentales del cambio político: democratización del sistema político y de defensa de los derechos sociales y una política económica más justa. Por tanto, esa opción estratégica frente al continuismo institucional y económico ofrece mayores posibilidades de legitimidad ciudadana; permite fortalecer la expectativa de incrementar la representatividad para alcanzar una mayoría relativa en las elecciones generales, en particular respecto del partido socialista, para condicionar su estrategia y poder imprimir una dinámica de cambio sustantivo.
Antonio Antón. Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
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