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En memoria de Jaime Giordano (1937-2015)

Fuentes: Rebelión

El 27 de mayo de este año, en San Juan, Puerto Rico, falleció el compañero de universidad y amigo de siempre, Jaime Giordano. Giordano fue profesor universitario, especialista en literatura hispanoamericana, editor y notable poeta. Enseñó en Chile, Estados Unidos y, si no yerro, también en la Isla; sucesivamente, sus lugares de trabajo fueron las […]

El 27 de mayo de este año, en San Juan, Puerto Rico, falleció el compañero de universidad y amigo de siempre, Jaime Giordano. Giordano fue profesor universitario, especialista en literatura hispanoamericana, editor y notable poeta. Enseñó en Chile, Estados Unidos y, si no yerro, también en la Isla; sucesivamente, sus lugares de trabajo fueron las universidades de Concepción hasta 1966, del Estado de Nueva York en Stony Brook hasta 1990, de Ohio ( Columbus) hasta 1997 y, después de su jubilación, tal vez el campus de Río Piedras . Sus alumnos, procedentes de muchos y distintos países , laboran hoy día en colegios y universidades del continente. Más de uno ha dedicado ya un recuerdo emocionado a su maestro.

 

Como estudioso de temas hispanoamericanos, Giordano fue autor de una amplia obra ensayística que debuta con un libro sobre la poesía de Darío, La edad del ensueño, Premio de la Municipalidad de Santiago 1971. Con posterioridad, la mayor parte de sus trabajos ( no todos) fueron recopilados en dos importantes colecciones: La edad de la náusea (1985), sobre narrativa, que incluye a escritores del rango de Asturias, Carpentier, Rojas, Yáñez y otros; y Dioses y antidioses… , de 1987, sobre poesía, donde es posible hallar aportes magistrales a Neruda, Vallejo, Borges, Teillier, etc. Estas tres «edades» de Giordano: la del ensueño, de la náusea y de los antidioses, hacen de él un crítico sobresaliente no solo en nuestras letras, sino en el ámbito entero de América Latina.

Junto a esto, hay que señalar la labor editorial de Giordano, labor constante y generosa que, además de permitirle dar cabida a autores que tenían dificultades de publicación , lo llevó a sacar adelante las series de El Maitén, en tres fases, primero en Concepción, mediante hojas volanderas que él mismo cuidaba en tipografías locales, luego en Nueva York y, finalmente, en Puerto Rico, con un ciclo muy copioso que abarca poesía, cuento, ensayo, opúsculos y monografías académicos y aún autobiografía. En una de esas salidas irónicas que lo caracterizaban, explicó una vez el origen del marbete editorial elegido: ( El Maitén) – apuntó – » es un árbol admirable que se parece mucho al sauce, pero no es llorón». Decía eso en momentos muy precisos de nuestra historia reciente.

Como poeta, inciden en la persona y en la obra de Giordano tres factores: su origen sureño, su condición de académico y su temprano exilio a los Estados Unidos, en 1966, por razones económicas y profesionales. Si el primer factor es posible que lo ayude, los otros dos claramente lo perjudican. A diferencia del mundo anglosajón, donde para bien o para mal claustro y creación suelen ir de la mano, en Chile el ser profesor universitario puede ser para un poeta el beso de la muerte. » Excrecencia académica», le oí decir a alguien acerca del poemario de un colega. Tampoco el vivir fuera de Chile por larguísimo tiempo contribuyó a difundir el conocimiento y lectura de sus libros. Estos salieron todos ( salvo el primero) en plena dictadura y, más tarde, en el paisaje frondoso y prolífico de la transición, con sus incontables poetas y escasos «clientes de versos» ( la jerga es de Mayakovsky). Pese a esto, Giordano destaca como un poeta admirable, a veces decididamente excepcional.

Al final de Antes de ser sombra (2012), libro mayor entre los suyos, se establece una lista de publicaciones. En las que van en el rubro «obras de creación», es posible contar 8 volúmenes de poesía propiamente tal, descartando los pertenecientes a otros géneros. No se consigna allí, sin embargo, una obra magna, suma y testamento poético , Oficio de clausura( recitativos), de 2011. Números aparte, Giordano fue siempre un poeta incansable; conjeturo que no pasó semana sin estar alerta al sonido que antaño se atribuía a las Musas. Esto me consta de cerca.

Cuando dejó Concepción, ocupé su oficina y el macizo escritorio donde él había trabajado durante años. Una vez, hurgando a fondo en el gran cajón central, di con un increíble montón de papeles que resultaron ser poemas dactilografiados. Se los había dejado ahí, completamente olvidados. Cuando se los entregué en su próximo viaje a Chile, » ah, dijo, qué bueno!». Nunca supe qué hizo con ellos. Giordano escribía porque sí, para sí; le interesaba poco la publicidad. Creo que solo al fin de su vida se anduvo apurando un poco , le entró cierto escozor y empezó a ordenar su obra, dándole la importancia y el rango que merecía. Oficio de clausura, en su prólogo, es en esto bastante explícito.

Siguiendo las propias directrices que dejó el poeta, es posible ver en su abundante creación dos momentos clave: 1985 y 2011/2012. En el primero, según nos dice, recoge en Marzo toda su poesía anterior, la que empezó a ver la luz en Nueva York con En el viejo silencio, de 1969; en el segundo, momento terminal de su obra, realiza una ordenación cronológica del conjunto de sus poemas, incluyendo algunos muy tempranos que databan de la década del 50, cuando Giordano era aun adolescente. Y a propósito, en la autobiografía de Buenaventura Ulloa, publicada y cuidada por él mismo y por Carmen Rabell, hay esta pincelada del Giordano estudiante que no está nada de mal: » Una tarde, Ramón ( el poeta Ramón Riquelme) me presentó a Jaime. ‘ Es poeta, profesor de castellano y uno de los alumnos más brillantes que han salido últimamente de la Escuela de Educación’, me había comentado. Yo lo encontré tímido, con aspecto de pastor evangélico. Además me di cuenta que se comía las uñas. Pero me miraba con admiración y eso me hacía sentir bien» ( Me dicen Tuly, 2011, p. 178).

En general, la poesía de Giordano mantendrá las cualidades que ya muestra en el par de libros iniciales. En el viejo silencio y en Eres leyenda (1981) la ejecución es límpida, la mirada diáfana, los movimientos a menudo exiguos de las piezas instauran un raro equilibrio. Poesía «bien temperada», como la música de su admirado Bach. En realidad, si hay un rasgo dominante en toda esta poesía, es la presencia marcada de lo espacial, el intercambio de valores entre exterior e interiores. » Voz que se aposenta», escribe el autor en un poema temprano: es quizás la mejor autodefinición de su poesía.

La excepción a este cuadro resulta ser Reunión bajo las mismas banderas, plaquette dactilografiada publicada por las Ediciones LAR en 1985, que desde la parodia del título nerudiano desarrolla una agria sátira a la «reunionitis» ineficaz y aburrida que le tocó vivir en Nueva York. El año tal vez explique este tono nada habitual : en 1985 la dictadura parecía querer eternizarse. No figura allí, desde luego, el poema » Viejo pueblo», que escribió meses antes del golpe militar, en junio de 1973. ( Reaparece, sí, en Oficio…, p. 88; está dedicado al dirigente regional del PC, Mario Benavente).

Jaime Giordano nació en Concepción en 1937 en una familia llena de talento y de las mejores cualidades humanas. Su padre, don Aníbal Giordano, de origen ítalo-argentino, fue pastor protestante de fe bautista. Su ministerio estuvo con frecuencia al servicio de desvalidos y de gente desprotegida. En uno de sus últimos artículos, Jaime recuerda que, a instancias de sus padres, solía llevar comida para asistir a los mineros en huelga . Su hermano menor, Enrique Giordano, fue uno de los dramaturgos más precoces que he me ha sido dado conocer. Ya en el Liceo de Concepción puso en escena una pieza estupenda, El abedul. Otras, más provocativas, irrumpieron en la modorra penquista con el tema homosexual , espantando al público y a la sociedad ambiente. Más tarde, su gran libro, El mapa de Amsterdam, lo hará uno de los iniciadores de la temática gay, o queer no sé bien, en la poesía hispanoamericana.

  En casa de Jaime, situada muy arriba en la calle Anibal Pinto, era posible escuchar la mejor música. Allá, en el patio trasero de la casa, en viejos Long Play, podíamos oír desde Bach hasta Bartok, excluyendo rigurosamente al Gran Sordo y dando demasiada cabida ( para mi gusto) al monstruoso Wagner. El culto de Giordano al autor del Ring duró toda su vida. Hasta el fin, la figura de Parsifal transparece en sus versos, inspirando su íntimo Graal.

Durante sus años de Concepción, Jaime tuvo amigos y fue cercano a grupos de izquierda: trotskos, socialistas, comunistas. Participó activamente en la toma de la Escuela de Educación, organizada por los dirigentes juveniles de ese tiempo, Juan Gabriel Araya y Nancy Arancibia. La toma se hizo en apoyo y solidaridad con los trabajadores del carbón, que realizaban una gran marcha desde Lota por razones salariales y políticas. En Nueva York, su departamento de la 106, entre Broadway y Amsterdam, estuvo siempre abierto para actos de denuncia a la dictadura. Por allí vi pasar al Rector Kirberg , a los escritores Diaz Casanueva, Claudio Giaconi, Gonzalo Millán, entre muchos otros, más los innumerables compatriotas mexicanos, cubanos, puertorriqueños, dominicanos, etc. que lo solían visitar.

Por eso, no dejó de llamar la atención el giro aparentemente religioso de sus últimos años. En su etapa de Puerto Rico, y posiblemente en conexión con la estancia allí de su padre al que acogió ya débil y enfermo, desarrolló un intenso contacto con pastores, ministros y sacerdotes de distintos credos: bautista, luterano, metodista, presbiteriano, católico y judío. El testimonio mejor, aunque no el único, de este vuelco espiritual lo representa bien Released from the Temple (2011), que Jaime publicó en inglés. Líbreme Dios de esquematizar o simplificar el sentido de este cambio de actitud que vendría a culminar una búsqueda sin duda iniciada mucho antes, desde muy temprano en su existencia. Siempre me sorprendió, a mí que como buen católico ignoraba totalmente el Evangelio, la tenacidad con que Giordano estudiaba en sus años juveniles la doctrina social del Nuevo Testamento. Basta mirar los epígrafes del libro mencionado para sospechar que no ha habido total ruptura de orientación y que una cierta continuidad anticapitalista se mantiene . Los textos provienen de Romanos, del gran teológo católico Karl Rahner, del fundador de la teología de la liberación, Gustavo Gutiérrez y del novelista ruso Máximo Gorki. Es, claro, un itinerario intelectual y espiritual de extraordinaria complejidad que por cierto nos desborda. Por el momento, muy cerca aún de su desaparición, lo único que se me ocurre decir es que, para Giordano, la fe marxista no estuvo desligada de la Fe con mayúscula, la fe paulina por la que apostó Lutero. A la postre, el Apóstol definió a esta como » la substancia de las cosas que se esperan».

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