Una Revolución democrática La revolución catalana es una realidad insoslayable. Tras el resultado de las elecciones autonómicas del 27S, cuyo resultado era previsible, no hay vuelta atrás: una nueva República está naciendo. (i) Será el producto, como en toda revolución social, de una alianza frente al poder de la oligarquía. Así lo fue, por ejemplo, […]
Una Revolución democrática
La revolución catalana es una realidad insoslayable. Tras el resultado de las elecciones autonómicas del 27S, cuyo resultado era previsible, no hay vuelta atrás: una nueva República está naciendo. (i)
Será el producto, como en toda revolución social, de una alianza frente al poder de la oligarquía. Así lo fue, por ejemplo, en la Francia borbónica de 1789. La revolución fue creciendo imparable hasta alcanzar su punto álgido durante el gobierno de la Convention, autentica partera de la République française.
¿Como no recordar ahora -ante este fangal borbónico- a uno de sus fundadores más justicieros: Maximilien Robespierre, apodado el Incorruptible?
En el caso de la revolución catalana la necesaria alianza de clases se sustenta principalmente en la coalición liderada por Oriol Junqueras, presidente del histórico partido Esquerra Republicana y por Artur Mas, presidente en funciones de la Generalitat, líder de una derecha republicana no franquista e imputado, diga lo que diga el Régimen, por su liderazgo como Presidente.
Las fuerzas del Junts pel Sí tendrán que contar con los sans culotte de la CUP, pues sin ellos el proceso democrático no tendría fuelle suficiente para seguir avanzando.
El proceso hacia la República
La CUP ha mostrado una gran lucidez al no apoyar en estos momentos una Declaración Unilateral de Independencia (DUI), pues ello conduciría a la Revolución hacia un callejón sin salida. También al negarse a apoyar a Artur Mas como Presidente de la Generalitat, pues la nueva situación creada tras las elecciones hace necesario un cambio de rumbo. La persona que haya de liderar el proceso catalán -sea finalmente él u otro- ha de ser el resultado de un compromiso histórico, de un autentico pacto que posibilite una salida popular a la crisis irreversible del Régimen. La reciente imputación de Artur Mas por el Gobierno del PP (lo han reconocido) es un deliberado intento de frenar dicho proceso.
En esta hora crucial para Catalunya, y para el resto de pueblos del Estado, es ineludible alcanzar entre todos un pacto que haga viable las aspiraciones del pueblo catalán, el más avanzado en la lucha por sus derechos. Sin ello el proceso catalán no será viable, ni tampoco la libertad de los demás. Enarbolemos pues, con generosidad y valor, los símbolos que han de visualizarlo, es decir las banderas nacionales y autonómicas junto a nuestra honrosa bandera tricolor: roja, igualda y morada. Hagamos entre todos una gran apuesta por un futuro en libertad: el Pacto Republicano.
Los resultados electorales del 27S arrojan incertidumbres sobre cual habría de ser la hoja de ruta para que esa necesaria revolución democrática llegue felizmente a puerto. Los prejuicios ideológicos -coherentes como un haz láser o evanescentes como el humo de una fogata- impiden a menudo captar la esencia de los procesos sociales cuyos ingredientes nacionales van siempre amasados con la harina de las pasiones.
Algunas revoluciones nacen y se desarrollan con imprevisible rapidez, extinguiéndose a veces con la misma rapidez con la que nacieron. Por ello es indispensable que nuestros compatriotas catalanes, junto a todos los republicanos sinceros, asumamos la urgencia del momento y actuemos con celeridad. En el tiempo que media desde este 27 de septiembre de 2015 (comienzo «oficial» de su revolución democrática) y el 20 de diciembre de 2015 (día de las elecciones generales en el Estado español), es donde Catalunya se juega su futuro como República.
Sin una unión fraternal de todos los pueblos y naciones de nuestra Patria Grande nuestros amigos catalanes no conseguirán acumular la potencia suficiente para conseguir su propósito. Tendrían que hacer frente en solitario a los poderes oligárquicos que sustentan el régimen borbónico del 78 y a su representante armado: el rey Felipe Borbón.
Es pues, en este breve lapso de tiempo que media desde hoy hasta el 20 de diciembre, el momento histórico irrepetible para fraguar esa gran alianza. Ella marcará el rumbo de los acontecimientos verdaderamente trascendentes de los próximos tiempos.
La III República
La III República no será la restauración de la II, pues el tiempo cumple su función y no es posible dar marcha atrás a la rueda de la historia. La II murió arrollada por un golpe militar fascista apoyado por una fuerza mecánica superior: la del nazi-fascismo de los años 30 del siglo pasado. También por la complicidad de las democracias burguesas con los sublevados, atemorizadas por el III Reich alemán y por el riesgo de una revolución socialista en España. De ese golpe militar son herederas las actuales FAS y el régimen del 78 que preside el rey como jefe del Estado y de sus Fuerzas Armadas.
Hoy sabemos qué papel jugó la saga borbónica en la preparación del golpe militar del 36, cómo contribuyó a la aniquilación de la II República, cómo se aprestó a intervenir en la guerra, cómo pactó con el general genocida, cual fue su papel durante los cuarenta años de dictadura, cómo impuso la restauración de su dinastía… Por si todo esto fuese poco se autoblindó con una constitución indigna para un pueblo libre, urdió el golpe del 23F del año 81 del pasado siglo, dio luz verde a la colaboración de militares españoles con la criminal Junta militar argentina, precipitó la esperpéntica abdicación de Juan Carlos Borbón y la oportunista subida al trono de su hijo Felipe Borbón, etc., etc. Toda esta saga de estrambóticos personajes ha contribuido sustancialmente a la grave situacion actual cuyos desastrosos resultados han quedado a la vista este 27 de septiembre de 2015.
Nuestro futuro será el resultado de un proceso democrático, ya en marcha, que deberá concitar las alianzas interclasistas necesarias para oponerse al poder de las fuerzas de la oligarquía que sustentan al actual jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas: el rey Felipe Borbón. Una institución anacrónica heredera del franquismo que constituye un serio obstáculo para cualquier avance auténticamente democrático.
La confianza política nace de los valores compartidos -incluida la fraternidad- y se afianza con lo hechos. Por lo tanto todos juntos por otra España, más democrática y más fraternal. ¡Visca Catalunya! ¡Viva la República!
Nota:
(i) Comunicado número 22 de Anemoi: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203474
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío retirado de la Armada y miembro en activo del colectivo de militares Anemoi
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