Resulta preocupante el nivel de miedo y resignación que transpira nuestra sociedad. Al escuchar a un joven decir «Estoy contratado a media jornada, trabajo 8 ó 10 horas y cobro 400 euros. Pero bueno, por lo menos tengo algo», piensas que casi todo está perdido. Estamos en el momento en el que el discurso del […]
Resulta preocupante el nivel de miedo y resignación que transpira nuestra sociedad. Al escuchar a un joven decir «Estoy contratado a media jornada, trabajo 8 ó 10 horas y cobro 400 euros. Pero bueno, por lo menos tengo algo», piensas que casi todo está perdido. Estamos en el momento en el que el discurso del opresor (Gobierno y medios de comunicación -defensores del neoliberalismo-) es asimilado por una gran masa de oprimidos, cuya pasividad, incultura política, falta de sentido crítico y conformismo, les lleva a aceptar como inevitable una dura realidad que sufren sin que sean capaces que darse cuenta del poder que tienen para revertirla. Mientras tanto, los partidos corruptos (PSOE y PP) que han arruinado nuestro país, siguen gozando de una aceptación popular que les permitirá seguir acabando con lo poco que queda público, con las pensiones y deteriorar aún más los derechos laborales y sociales. El voto ciudadano, aunque hay otras formas democráticas (concienciación social y política -unidad-, manifestaciones, huelgas,…), es una de las maneras de apartar de la escena pública a aquellos partidos que incumple sus programas electorales, que actúan en contra de los intereses de la inmensa mayoría de la población (benefician a los poderosos) y que utilizan las instituciones en su provecho con el robo y la corrupción como elementos esenciales de su actuación política. Como dice Julio Anguita: «Quién vota a los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos».
Está muy claro que el Gobierno del PP quiere acabar con lo poco que queda de estado de bienestar. Por ello, ha reducido los presupuestos destinados a sanidad (enfermos de cáncer y hepatitis C que mueren por falta de atención y medicación), dependencia (personas que fallecen por falta de cuidados y hospitalización), paro y educación. En 2013, España destinó sólo el 4 % del PIB en gasto para educación (media europea el 5 %). La más perjudicada la Escuela Pública. Esto supone que, en la Unión Europea, sólo Rumanía dedica menos porcentaje que España. Claro, este miserable Gobierno quiere a unos ciudadanos incultos, analfabetos para que puedan ser fácilmente manipulables. Sabe que las clases poderosas siempre tendrán los medios económicos necesarios para que sus hijos puedan ir a colegios privados.
Hay datos preocupantes, pues el deterioro político (cada vez menos democracia) y social (pérdida de derechos fundamentales) es alarmante. Desde que el PP está en el Gobierno: han emigrado, buscando un trabajo que España les niega, unos 700000 jóvenes, se han perdido unos 32 millones de horas de trabajo (equivalentes a 800000 empleos), la gran mayoría del trabajo creado (más del 90 %) es temporal y a tiempo parcial, hay 13 millones de ciudadanos en situación de exclusión social (2,5 millones de niños), hay cerca de 5 millones de parados (casi un 50 % entre los jóvenes), se han perdido muchos derechos laborales y sociales, se han producido cientos de miles de desahucios y privatizaciones en los servicios públicos, se ha reducido drásticamente la inversión pública en servicios fundamentales (educación, sanidad o dependencia), se está acabando con los Fondos de Reserva de la Seguridad Social (sólo quedan 39000 millones de los más de 63000 que había en 2011) y se ha disparado la deuda pública, ya cercana al 100 % del PIB (más de un billón de euros).
Refiriéndose a la situación económica de nuestro país, Joseph Stiglitz, Nobel de Economía de 2001, «ha acusado al Partido Popular (PP) de generar un «miedo electoralista» cuando él es uno de los causantes de que España esté en bancarrota» (Público, 20-10-15). Nuestro país estará hipotecado durante varias generaciones. Nuestra sociedad no tiene futuro y esto supone que somos un país fallido que lo están convirtiendo en un estado policial para acabar con las manifestaciones y repulsas ciudadanas ante los atropellos de los últimos gobiernos que han defendido los intereses de la oligarquía y de los poderes económicos (bancos y grandes empresas), en contra del bienestar y calidad de vida de una gran mayoría social.
¿Dónde está esa idea de «juventud rebelde» que lucha por un mejor porvenir? ¿Cómo es posible que se haya llegado a este nivel aguante, de pasividad y que esos millones de parados y excluidos sociales no se levanten contra este sistema injusto, depredador, que les condena a una vida y un futuro inciertos? ¿La incultura, el consumismo, los padres y abuelos que mitigan la situación familiar? Nada justifica que los millones de ciudadanos que están sufriendo el drama de carencias en sus necesidades básicas para una vida digna se resignen y acepten su situación.
Es importante que la inmensa mayoría de la población se movilice, se responsabilice para cambiar este sistema injusto. Pero los más perjudicados, los que más padecen, deben tomar conciencia y comprender que su lucha es necesaria, que también ellos deben ser protagonista del cambio social, político y económico que nuestro país necesita. Es imprescindible sustituir de forma radical y democrática este sistema impuesto desde las instancias europeas que sólo beneficia a los poderes económicos, mientras hunde en la miseria, el hambre y la exclusión a millones de ciudadanos. Pero, como hemos podido comprobar con Grecia, el enemigo (Unión Europea) es muy poderoso. Sólo con la fuerza de la inmensa mayoría de la población, alrededor un programa común de cambio real, se pueden recuperar nuestros derechos, nuestra autonomía política y económica y conseguir un futuro de dignidad y bienestar para las generaciones venideras.
Juan García Ballesteros, Presidente del Colectivo Prometeo y miembro del FCSM.
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