Texto de presentación del libro -de ambos autores- Vacunas, ¿sí o no? Preguntas (y sus respuestas) más frecuentes, Vilassar (Barcelona), El Viejo Topo 2015. A mediados de 2015, el médico internista de Barcelona Fernando Cereto Castro [FCC] escribió al Ministerio español de Sanidad y al Congreso de Diputados. Reflexionaba en su escrito sobre el calendario […]
Texto de presentación del libro -de ambos autores- Vacunas, ¿sí o no? Preguntas (y sus respuestas) más frecuentes, Vilassar (Barcelona), El Viejo Topo 2015.
A mediados de 2015, el médico internista de Barcelona Fernando Cereto Castro [FCC] escribió al Ministerio español de Sanidad y al Congreso de Diputados. Reflexionaba en su escrito sobre el calendario vacunal de los niños. En su opinión, debía ser de obligado cumplimiento. Pedía apoyos ciudadanos para conseguirlo. Veamos sus argumentos.
Recientemente, recordaba, un menor de 6 años había sido diagnosticado de difteria en Olot (provincia de Gerona) e ingresado en la UCI del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona en estado muy grave (falleció el 27 de junio [1], pocos días después de la datación de la carta de FCC). Fue el primer caso de difteria en España en tres décadas [2], una situación que pudo «haberse evitado si el menor hubiera recibido la vacuna contra esta enfermedad cuando le correspondía». Sus padres no le vacunaron; estaban en contra de las vacunas. Pudieron hacerlo porque el calendario está recomendado por el Ministerio de Sanidad pero no es obligatorio. Debido a ello, sostenía FCC, el porcentaje de niños vacunados había disminuido progresivamente, al tiempo que habían irrumpido campañas de colectivos contrarios a la vacunación que además de no vacunar a sus hijos intentaban -y conseguían algunas veces- influir en la opinión pública, especialmente en determinados grupos sociales proclives a la aceptación y difusión de hipótesis y terapias que llevan anexas la etiqueta «medicina alternativa».
FC enfatiza en su escrito que el incumplimiento del calendario por una parte muy pequeña de la sociedad supone un grave riesgo para la salud de todos (y, por supuesto, para el propio colectivo disidente). Si la cobertura vacunal de una población desciende por debajo del 92%, porcentaje que de promedio otorga inmunidad de grupo [3], existe una probabilidad en absoluto despreciable de aparición de brotes de la enfermedad. Así ha ocurrido en el caso de varias enfermedades que estaban en vías de ser erradicadas en España. El sarampión y la tosferina están resurgiendo y cualquier brecha abre la posibilidad de repetir situaciones como las del menor contagiado de difteria.
Por otra parte, el consenso entre la profesión médica es prácticamente unánime en este punto: «las vacunas han tenido un impacto muy positivo en la salud pública y no seguir el calendario recomendado es una irresponsabilidad». Por todo ello, FCC pedía al Ministerio de Sanidad, al Congreso de Diputados y a las Comunidades Autónomas que trabajaran conjuntamente para alcanzar la obligatoriedad de la vacunación entre los menores de edad.
Pocos días después de la publicación y difusión de la carta de FCC, Eduard Antequera [EA], presidente de la Asociación Ambientalista Ensalut, escribía en páginas de la red contra el llamamiento. Lo consideraba inadmisible. ATENCIÓN, señalaba en mayúsculas, «NO FIRMÉIS ESTA PETICIÓN». Desde su punto de vista el escrito era un intento desesperado por parte de la industria farmacéutica, en colusión con los gobiernos, «para conseguir implantar la vacunación de manera obligatoria», una excelente oportunidad para hacer negocio [4]. La escasa efectividad de las vacunas y los grandes riesgos para la salud humana, aseguraba EA, eran «bien conocidos por muchos científicos y médicos exentos de conflictos de intereses con la industria farmacéutica». Sólo tenemos que informarnos bien añadía: «Teresa Forcades, por ejemplo, es una buena conocedora de esta problemática». Sin indicar sus fuentes, EA destacaba en su comentario que «el 80% de los casos de autismo» habían sido provocados por las vacunas, por la triple vírica (MMR), por la fracción antisarampionosa.
Pedía EA que sus lectores hicieran la máxima difusión de su advertencia. La buena información y tener criterios adecuados eran, en su opinión, «las bases sobre las que construir nuestra libertad». Información adecuada y criterios válidos para saber a qué atenerse, una magnífica atalaya para tomar decisiones responsables que, por supuesto, hacemos nuestra.
No es la voz de EA una voz que clame aislada y sin apenas audición en el desierto. El actor Jim Carrey obró de modo muy parecido por esas fechas. A finales de junio de 2015, el gobernador de California decretó la ilegalidad de que los padres o tutores de alumnos de colegios públicos pudieran negarse a que sus hijos fueran vacunados. La vacunación pasaba a ser condición obligatoria para la escolarización pública. Carrey estalló con ira un día después del decreto en su cuenta de twitter con decenas de mensajes repletos de exclamaciones, numerosas mayúsculas e informaciones muy alejadas de la experiencia y conocimiento compartidos por muchos padres y madres de numerosos países del mundo. El actor norteamericano hablaba del fascismo corporativo de EEUU y vinculó una vez más, como había hecho en su escrito Eduard Antequera, las vacunas con el autismo.
Es muy probable, si bien por otros motivos, que Carrey tenga buenas razones para alertarnos de las dimensiones y peligros de la primera de sus afirmaciones, la del fascismo corporativo en EEUU. Sin embargo, dudamos que tenga buenos argumentos e informaciones ajustadas para justificar la segunda relación, la vinculación vacunas-autismo, asunto sobre el que el cuidado y rigor de nuestras opiniones debería ser el mayor de los posibles si pensamos ante todo, como así debemos hacer, en las personas y familias afectadas. Los efectos colaterales de no hacerlo son conocidos: la desacreditación injustificada de la triple vírica provocó en 2003 en el Reino Unido un descenso del porcentaje de vacunación por debajo del umbral recomendado por los responsables y trabajadores sanitarios para mantener la inmunidad comunitaria.
La nada infrecuente acusación de que un elevado número de médicos en todo el mundo, especialmente en los países más desarrollados económicamente, están centralmente preocupados por sus propios intereses y no por la salud de todos, por la verdad (que ocultan y tergiversan sistemáticamente en opinión de estos críticos) y por la equidad y, sobre todo, al servicio generosamente recompensando de la cuenta de resultados de las grandes compañías farmacéuticas se enfrenta a numerosas falsaciones. Entre ellas, los valores efectivamente asumidos, la honestidad y las actuaciones prácticas del día a día de un enorme número de trabajadores sanitarios en todo el mundo. Por otra parte, el enorme gasto que tendrían que realizar las corporaciones del sector para comprar, directa o indirectamente y de manera no puntual, un número tan enorme de voluntades haría que sus beneficios empresariales se resintieran de manera muy sustantiva. No es el caso, no se ha detectado hasta el momento ninguna preocupación en las empresas del sector.
En este marco intervenimos. El objetivo de este libro sobre vacunas es ayudar, ayudarnos entre todos, a situar adecuadamente un tema importante en un ágora informada, no dogmática, crítica, y abierta a la reconsideración de las propias opiniones. Para ello pretendemos transmitir informaciones contrastadas con la finalidad de defender la salud pública (es decir, la salud de todos nosotros), y especialmente, la salud de nuestros menores, sin que ello conlleve negar, anular o cuestionar nuestra capacidad responsable y social de decisión. Todo lo contrario: como no podía ser de otro modo, nuestras actuaciones familiares y sociales, la práctica de nuestra libertad, exigen rigor, buenas informaciones y decisones prudentes. Excelentes personas, con las mejores intenciones, son contrarias a la vacunación y no han vacunado a sus hijos pensando que así obraban correctamente y en su beneficio. Sin dudar de sus precauciones ni intenciones, nosotros sostenemos que sus criterios no están bien fundamentados y que algunas de sus prácticas pueden representar un peligro para todos, especialmente para ellos y sus hijos.
Siendo conscientes de los intereses insaciables de la industria farmacéutica, lejos de nosotros cualquier duda al respecto, intentamos presentar en este libro informaciones correctas, conocimientos asentados y argumentos válidos que ayuden a sopesar con equilibrio nuestras opiniones, decisiones y prácticas ya que se trata de un asunto que afecta a terceros indefensos, a la comunidad en su conjunto, y, en algunas ocasiones, a ciudadanos de países con escasos medios y una muy antigua, profunda, constante e injusta explotación y marginación.
Deseamos que el libro sea útil a todos, y que sea leído, comentado y, por supuesto, criticado.
Agradecemos a la profesora de la UAB Montserrat Ponsà su ayuda en la revisión del texto.
Gracias y buena lectura.
Notas:
[1] En otros niños, compañeros suyos de colegio, se detectó la presencia del bacilo diftérico. Pero no enfermaron al estar vacunados.
[2] El primer caso detectado en Catalunya en 32 años.
[3] E l porcentaje concreto depende del tipo de enfermedad y del vector transmisor
[4] Nos referiremos posteriormente a este tema. A fecha de hoy, la situación puede cambiar en el futuro, las vacunas están lejos de representar un porcentaje destacado en la facturación mundial de la industria farmacéutica
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