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Entrevista a Jordi Calvo, economista y miembro del Centre Delàs d’Estudis per la Pau

«El Estado español aspira a un rol militar destacado en el mundo»

Fuentes: Rebelión

Hace aproximadamente veinte años que los soldados españoles participan en operaciones exteriores de la llamada «comunidad internacional». Además, en la última década las exportaciones de armamento españolas se han multiplicado por diez, hasta convertirse en el sexto exportador del mundo, sobre todo a Oriente Medio. «España mantiene, como Estado, una estrategia que busca un rol […]

Hace aproximadamente veinte años que los soldados españoles participan en operaciones exteriores de la llamada «comunidad internacional». Además, en la última década las exportaciones de armamento españolas se han multiplicado por diez, hasta convertirse en el sexto exportador del mundo, sobre todo a Oriente Medio. «España mantiene, como Estado, una estrategia que busca un rol militar importante en el mundo», afirma el economista, investigador y activista por la paz, Jordi Calvo, quien trabaja en el Centre Delàs d’Estudis per la Pau de Barcelona. Jordi Calvo es autor o ha participado en libros como «La banca armada. Inversiones explosivas de bancos y cajas» (2012), «Banca armada vs banca ética» (2013) y «Drones militares: la guerra de videojuego con víctimas reales» (2014). En 2015 ha publicado en Icaria, junto a otros quince investigadores, «Diccionario de la guerra, la paz y el desarme». El investigador y activista ha participado en un debate organizado por «València en Comú» sobre «A quién beneficia la guerra».

-En ocasiones se considera que España es un país de cuarto orden en cuestiones militares, que sólo presta apoyo logístico o participa en labores humanitarias…

España mantiene, como Estado, una estrategia que busca un rol militar importante en el mundo, de hecho, hace unas dos décadas que empezó a participar en las operaciones exteriores de la comunidad internacional. Ha participado ya en una veintena de países diferentes. Actualmente España tiene una presencia relevante en países como la República Centroaficana, en la zona del Sahel y en Líbano dentro de la misión de Naciones Unidas. Esta tendencia hace que en los últimos años España haya aumentado el presupuesto militar de manera brutal, y que haya proporcionado un fuerte apoyo a la industria bélica. Tan es así que en 2014 se convirtió en el sexto país exportador de armas del mundo. Entre 2004 y 2014 España ha multiplicado por diez la exportación de armamento. Además, en 2014 el 16% de las armas exportadas por el Estado español se dirigieron a Oriente Medio, que actualmente es el «polvorín» del mundo.

-¿Es la guerra la solución al denominado terrorismo yihaddista? ¿Cómo valoras la reacción de Hollande tras los atentados de París?

Frente a los ataques en París y otros lugares del mundo, la respuesta de la comunidad internacional -principalmente forzada por Francia- se basa en una opción militar, que en buena parte se explica por los intereses electorales de Hollande. En diciembre afronta unas elecciones regionales y le conviene dar una imagen de «hombre de Estado», de «macho alfa». La respuesta militar obedece a un planteamiento patriarcal de la ordenación de la sociedad. Bombardear no es en absoluto la solución, ya que implicará más ataques armados y más terrorismo en el futuro.

-¿Qué intereses inconfesables se esconden en la «guerra contra el terrorismo»? Por ejemplo, en relación con Arabia Saudí y Qatar.

Me parece relevante destacar que Arabia Saudí, aunque puede que no sea directamente el gobierno, hay grandes fortunas que, se sospecha, han financiado a grupos que ahora tienen el calificativo de «terroristas»; o que han podido financiar bien al ISIS bien a Al Qaeda. Actualmente hay una presión exterior, por parte de Estados Unidos y Occidente, para que Arabia Saudí frene el dinero que sale de grandes fortunas con el fin de financiar a grupos armados que promueven el salafismo y el wahabbismo. En cuanto a Qatar, llama la atención que su gobierno sea tan «activo» en la situación que se vive en Oriente Medio; Qatar es también un gran comprador de armas a los países occidentales. Tenemos en buena consideración la publicidad qatarí en los equipos de fútbol, cuando este país para nada es una democracia y participa en las «aventuras» que están haciendo de Oriente Medio una región inestable, donde probablemente en el futuro haya muchas más víctimas por la guerra.

-¿La participación occidental en la guerra de Siria se explica por razones maniqueas, de «buenos» y «malos» en la «lucha contra el terror»? ¿Hay contradicciones en el discurso y las acciones de Estados Unidos y sus aliados?

Genera cierta controversia decidir que se participa en la guerra de Siria apoyando a un país como Turquía, donde por cierto hay misiles españoles. Además, lo que se está haciendo es introducir armas de manera totalmente irresponsable y descontrolada. Se lanzan por ejemplo armas desde aviones, en zonas donde se supone que hay unos aliados que utilizarán ese armamento para la causa occidental. Pero esas armas pueden acabar en manos del frente Al-Nusra, que es la facción de Al Qaeda en Siria. Después Al-Nusra se enfrena al ISIS, que cuando vence en las batallas se apodera del armamento. También el ISIS cuenta con material bélico de Iraq, que principalmente proviene de Estados Unidos y Occidente. Durante muchos años Estados Unidos y sus aliados han armado y entrenado al ejército iraquí. En resumen, las armas que están atacando en Siria a los «aliados» de Occidente, que es el «Ejército Libre Sirio», son armas nuestras. Aunque también en la zona hay armamento ruso, iraní y de todas partes.

-¿A qué intereses responde el discurso del «buenismo», que prolifera entre los opinadores de derechas, «halcones» y «neocon»? Se califica de tal modo a quien rechaza la guerra como si fuera un niño inocente que se deja golpear.

Es una definición que les gusta mucho y que «comunica» de cara a la gente. Así desacreditan a las posiciones más realistas, que defienden no alimentar la guerra y en consecuencia generar mayor seguridad. Nosotros pretendemos conseguir lo más beneficioso para nuestra sociedad y para el mundo, al elegir opciones pacíficas y no violentas. Ellos, como «malistas» que son, hablan desde la maldad. Defienden que ha de hacerse una guerra y que se ha de ganar. Se trata de actitudes machistas, belicistas y militares. Pero habría que ver en qué ámbitos se mueve esta gente.

-¿En qué ámbitos?

Muchos «neocon» en Estados Unidos, y puede que en España ocurra lo mismo, son personas que reciben fondos de las industrias militares. ¿Quién es en España el ministro de Defensa? Pedro Morenés, un señor que se ha dedicado todo su vida, cuando no ha tenido una responsabilidad en Defensa, a la fabricación y venta de armamento. Su lectura y la de su gente, que es la que está en el gobierno ahora, se relaciona con una industria que necesita que la maquinaria funcione. Y esto es lo que la guerra hace posible.

-¿Hay una actitud egoísta, ya no en los gobiernos, sino en las sociedades occidentales, que ven muy cercanos los muertos de París, pero que no se manifiestan contra las víctimas de los ataques franceses en Libia y Mali, los de Estados Unidos en Iraq y Afganistán, o los de Arabia Saudí en Yemen?

Hay quien dice que ello responde a un comportamiento más o menos entendible de las sociedades. Lo que tenemos más cerca nos genera mayor atención. Una parte de ese argumento ha de ser cierto. Pero también demuestra que aún en nuestra sociedad hay un sentimiento de superioridad sobre los demás. Es decir, si pasan cosas en Occidente eso es muy grave. Son víctimas de primera. Si las cosas pasan en países del «entorno», por ejemplo del norte de África o América Latina, son víctimas de segunda. Ello ya genera cierto interés. Pero lo que suceda en los países del África subsahariana no nos importa lo más mínimo. Nos sentimos superiores, a lo mejor sin ser conscientes de ello. Creemos que el hombre blanco occidental vale más que una persona de otros lugares, que nuestro espacio de confort y riqueza es de una clase superior. Eso genera actitudes racistas y xenófobas.

-¿Qué opinas de las «Patriot Act», estados de excepción y refuerzo de las competencias policiales, incluso planteando reformas de las constituciones, para combatir el terrorismo?

Habitualmente los gobiernos aprovechan los momentos de crisis, como explicaba Naomi Klein en «La doctrina del Shock», para tomar decisiones que no pudieron adoptar antes. Cuando una sociedad se halla en estado de «shock» es el momento en que pueden aplicarse leyes muy restrictivas, que eran impensables una semana antes. El «Pacto contra el Yihaddismo» en España, la «Patriot Act» de Bush en 2001 o lo que están haciendo los gobiernos de Francia y Bélgica, son medidas que se tenían en la «agenda», en un cajón ya preparadas. Esperaban el mejor momento para aplicarlas.

-¿Ha alimentado Occidente el llamado terrorismo yihaddista?

Yo directamente no lo diría. La mayoría de gobernantes no son tan malvados. Simplemente aprovechan el momento para hacer lo que pretendían y lo que sus lobbies militares o financieros, a quienes rinden cuentas, aprovechan para tomar las decisiones. De las cien principales empresas de armamento del mundo, 69 corresponden a países occidentales. Eso genera un «monstruo», que es lo que llamamos complejo militar-industrial. El volumen de ventas de este centenar de empresas que fabrican armas asciende a 400.000 millones de dólares. Pero las exportaciones mundiales de armas reconocidas (no incluimos las «secretas») es de 30.000 millones de dólares.

-Por último, ¿en qué se traduce esta ingente producción bélica dentro de los países centrales del sistema?

Estos datos indican que hay un enorme volumen de consumo bélico interno para mantener ejércitos enormes, lo que genera grandes lobbies formados por militares, la industria bélica y gobiernos que, en ocasiones con las «puertas giratorias», pasan de un lado al otro. De hecho, cuando Rajoy tiene que dar respuestas de emergencia en materia de seguridad nacional, en su mesa no estamos los pacifistas ni los movimientos sociales. Están los militares, el Ministerio de Defensa, cuyos dos principales responsables -el ministro Pedro Morenés y el secretario de Estado de Defensa, Pedro Argüelles- proceden de la industria militar; y las fuerzas de seguridad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.