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Colombia, ¿entre el surrealismo y el pacifismo?

Fuentes: Rebelión

Observamos con asombro la contagiosa algarabía que activó la reciente firma de los Acuerdos de Paz entre el Estado-Ejército de Colombia y las FARC, y el plebiscito respectivo, en sectores de las sociedades oficiales de Latinoamérica. Pero, también la frustración ante los resultados «inesperados» de la consulta popular fue y es fuerte. Renombrados latinoamericanistas asumieron […]

Observamos con asombro la contagiosa algarabía que activó la reciente firma de los Acuerdos de Paz entre el Estado-Ejército de Colombia y las FARC, y el plebiscito respectivo, en sectores de las sociedades oficiales de Latinoamérica. Pero, también la frustración ante los resultados «inesperados» de la consulta popular fue y es fuerte.

Renombrados latinoamericanistas asumieron que la «paz en Colombia» es la «paz latinoamericana». En ese sentido, el resultado del plebiscito del 2 de octubre se interpretó como: «catastrófica polarización del país», «pérdida de la oportunidad histórica para la pacificación y refundación del país».

¿Cómo se llega a esta ilusoria ecuación analítica?

Primera falacia. No es verdad que el NO haya triunfado en el plebiscito en este país en permanente guerra interna. Fue el ABSTENCIONISMO que triunfó una vez más, con más del 60%. El NO apenas representa alrededor del 18% del electorado.

Segunda falacia. No es verdad que el resultado del plebiscito del 2 de octubre último muestre la polarización del país. Sólo uno de cada tres colombianos habilitados salieron a las urnas a emitir su voto. Y el «empate catastrófico» de esa tercera parte no representa a todo el país, mucho menos su polarización.

Tercera falacia. No es verdad que con la firma de los «Acuerdos de Paz» se termina la guerra interna en Colombia. Esto es confundir a las decaídas FARC con la totalidad de la violencia interna.

La actual violencia colombiana tiene infinidad de actores (Estado-Ejército, narcotráfico, sicariato, insurgentes, crimen organizado, terratenientes, empresas extractivas, etc.) Las FARC se retiran, pero los otros continuarán depredando al pueblo, y con mayor truculencia. Guatemala (firmó la paz en 1996), Perú («derrotó» a las guerrillas en los 90′), pero estas u otras «derrotas» guerrilleras no significaron ninguna instauración de eras de paz en dichos países. Ahora, en Guatemala, a diario, se asesina violentamente casi el doble de lo que se asesinaba durante el «conflicto armado interno».

Cuarta falacia. La paz colombiana no es, ni será la paz latinoamericana. No sólo porque la paz no es producto de «Acuerdos de Paz», sino porque esta supuesta paz es una paz para el fortalecimiento del sistema neoliberal recargado. Ahora, sí, los agentes del sistema neoliberal tienen la autopista libre, oleada y sacramentada para continuar despojando y saqueando a los pueblos, sin que existan incómodos guerrilleros que los hostiguen en y desde las montañas. Veamos, nuevamente, caso Guatemala a dos décadas de la apoteósica firma de Acuerdos de Paz. Esa paz no queremos en Latinoamérica.

Una verdad importante. Incluso con la insuficiente participación ciudadana, las élites liberales colombianas, con la indulgencia del gobierno de los EEUU., lograron firmar los Acuerdos de Paz para avanzar por todo y por todas partes del territorio colombiano en busca de la riqueza de los pueblos. Este interés avaro lo edulcoraron con el discurso de la pacificación. Y, muchos/as (más los pacifistas inmaculados) nos bebimos dicha píldora. ¿Dónde se ha visto históricos cambios estructurales a favor de subalternos con simples promesas de parches en las estructuras que los excluyen o despojan? Pero, eso nos la creemos.

De cualquier modo, después de haber celebrado con algarabía la «derrota» de las dos guerrillas en el Perú (Sendero Luminoso y MRTA), y posteriormente soportar las nefastas consecuencias de la dictadura neoliberal (ya por décadas), me resisto a pensar y sentir convencionalmente el surrealismo colombiano. Mucho menos, desde esta Guatemala que aceleró su proceso violento de desintegración social y licuefacción estatal, incluso con la neoliberalización de las izquierdas, gracias a los apoteósicos «Acuerdos de Paz».

Ollantay Itzamná, indígena quechua, abogado y antropólogo. Acompaña a las organizaciones indígenas y sociales en la zona maya. Conoció el castellano a los diez años, cuando conoció la escuela, la carretera, la rueda, etc. Escribe desde hace 10 años no por dinero, sino a cambio de que sus reflexiones que son los aportes de muchos y muchas sin derecho a escribir «solo nos dejen decir nuestra verdad».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.