Simone de Beuvoir, «El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente.»
Si nos vamos al artículo 14 de la Constitución nos encontraremos, literalmente, con esta redacción: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.» Y, a menos que, por la utilización del genérico masculino, se nos excluya a las mujeres españolas de toda la Constitución, dice que somos iguales y sin discriminaciones. Por tanto, si pasamos por alto el sexismo lingüístico de la expresión «españoles» y entendemos que se ha utilizado para englobar a toda la población española, podríamos afirmar que la Constitución, según el diccionario de la RAE es feminista, puesto que defiende que las mujeres debemos tener los mismos derechos que los hombres sin que prevalezca ninguna discriminación por razón de sexo.
La reivindicación de la igualdad nos atañe a mujeres y hombres, pero al ser las mujeres las mayores perjudicadas por el patriarcado, somos las que más damos la cara. Pero existen hombres que están a nuestro lado en esta reivindicación de igualdad real que no formal. El temor de hombres y mujeres al feminismo viene dado por el temor a la pérdida de esos privilegios que se tienen por ocupar espacios tradicionalmente masculinos, por tener que ceder lo que se ha usurpado de forma ilegítima a lo largo de la historia: la igualdad en el derecho al acceso a los recursos de todo tipo, sean estos tangibles o intangibles.
Y por recursos me refiero a espacios públicos, privados, riqueza, acceso a la justicia, a la educación, a la salud, a derechos civiles y un larguísimo etc. Pero también y por supuesto a nuestro propio cuerpo de mujeres para decidir libremente si queremos o no queremos ser madres, sin que por ello nos convirtamos en «salas de ejecución» tal y como afirmó un machirulo que anda por la política y que, al parecer tiene las neuronas más sueltas incluso que la lengua, que ya la tiene muy suelta.
Y en ese sentido admiro profundamente a las compañeras y amigas que en estos precisos momentos están luchando dentro de sus organizaciones para que estas pasen a ser también feministas incluso en sus estatutos como forma de declarar que su lucha es, también, un compromiso radical (de raíz) con la igualdad. Pero las resistencias son muchas y fuertes. Y no siempre vienen solo de la mano de los hombres. Es triste asistir a esa resistencia de algunas mujeres a la igualdad, pero tampoco la podemos obviar. Del mismo modo que el machismo no es sólo una cuestión de la caverna y existen hombres machistas en todo el espectro político, hay mujeres machistas que no ven con buenos ojos la reivindicación de la igualdad. Triste pero real.
Es esperanzador ver cómo en los actos a los que vamos acudiendo para sensibilizar en la necesidad de la igualdad para evitar violencias machistas, o cuando hablamos del patriarcado y su apropiación indecente de nuestros cuerpos o de los recursos de todo tipo, van acudiendo cada día más gente joven. Mujeres y hombres jóvenes a quienes, cuando les explicas el término «feminismo» quedan ojipláticos y se preguntan el motivo de la criminalización social de dicho término. Y es justo en ese momento cuando hay que explicar el profundo e intenso interés patriarcal en demonizarlo para mantener sus privilegios históricos.
La maquinaria patriarcal es muy potente y se camufla constantemente para sobrevivir a los logros y exigencias del feminismo, de los feminismos, pero estamos ahí y somos muchas y cada vez son más los compañeros que saben e incluso sufren el patriarcado cruel en sus propias carnes, los que se van sumando a esa exigencia de igualdad real entre las personas.
Porque como afirmó Simone de Beuvoir, «El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente». Y eso asusta. Y al parecer mucho y a mucha gente. Pero que cada cual se analice sus propios miedos porque las feministas, las personas feministas no vamos a dejar de luchar individual y colectivamente por ese objetivo final que es el de la igualdad real y en todo los sentidos entre las personas. Que se lo apunte el patriarcado, puesto que ese es el objetivo final y radical al que no vamos a renunciar.
Fuente: http://tribunafeminista.org/2016/12/por-que-se-teme-al-feminismo/
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