La machi Francisca Linconao está presa en Temuco. Con ella está preso su territorio ancestral, están presos sus saberes, sus bosques, sus plantas, sus modos de estar en el mundo. Con ella estamos presas las mujeres del Abya Yala. Las que fuimos asesinadas con Berta Cáceres una vez, y con Macarena Valdés, otra vez, y […]
La machi Francisca Linconao está presa en Temuco. Con ella está preso su territorio ancestral, están presos sus saberes, sus bosques, sus plantas, sus modos de estar en el mundo. Con ella estamos presas las mujeres del Abya Yala. Las que fuimos asesinadas con Berta Cáceres una vez, y con Macarena Valdés, otra vez, y con tantas guerreras de la vida, tantas veces…
En cada caso, tuvimos que aprender a quemar mentiras, a leer por detrás de las noticias, a desenredar la madeja de la desinformación. Porque pretendieron hacernos creer que sus asesinatos eran crímenes pasionales, o suicidios. Y en el caso de las mujeres presas, que fueron autoras de crímenes brutales. Así tras las rejas languidecen mujeres pobres, indígenas, como la machi Francisca, en Chile. Como Reina Maraz, en Argentina. Distintas situaciones pero un denominador común: la justicia racista, patriarcal, misógina, burguesa.
La machi defiende los manantiales de agua, los arbustos que guardan el secreto de las medicinas, los árboles, la tierra. Por defender territorio y vida, la machi está presa, acusada falsamente de un crimen que no cometió. El cuerpo de Francisca languidece lejos de la tierra y de las plantas. La vida se le quiere escapar en el destierro carcelario. La libertad es la vida de la machi, y es una nueva frontera entre el colonialismo patriarcal capitalista, y las posibilidades de crear caminos para un buen vivir que sea para todos: donde no se destruyan los pueblos, las comunidades, ni la casa que habitamos. Esa casa grande y común que es nuestro mundo.
En distintos rincones de esa casa grande hicimos sentir nuestra voz, exigiendo la libertad de nuestra machi. Frente a la embajada de Chile en Argentina, nos encontramos bajo un sol ardiente. Estuvimos reunidos junto a su hermana, Juana Linconao, a la werken Ingrid Conejero, a Moira Millán, de la Marcha de Mujeres Originarias de Argentina, y compañeros y compañeras de diferentes colectivos de Argentina. Hasta ahí llegó el maestro Osvaldo Bayer, el escritor de la Patagonia Rebelde y de las luchas de los pueblos originarios, y de los movimientos libertarios -quien en febrero próximo cumplirá 90 años-. Caminando despacito, pero con la voz firme aseguró: «Acá estamos para apoyar esta lucha tan justa. Vamos a apoyar siempre a los pueblos originarios. Tenemos que seguir denunciando el genocidio que continúa».
Desde otros pueblos nos llegaron abrazos y gritos de justicia. Las feministas comunitarias de Bolivia, mujeres aymaras, hicieron una movilización para pedir que el gobierno de Evo Morales, del que son parte, se pronuncie pidiendo la libertad de la hermana mapuche. Desde Guatemala, llegaron las voces de las feministas comunitarias y sus acciones diversas de solidaridad con la machi Francisca Linconao. Supimos también de iniciativas de solidaridad, de rogativas, de movilizaciones en México, Perú, Colombia, Venezuela.
A la acción frente a la embajada de Chile en Argentina, le sucedió la ocupación pacífica de la Catedral de Buenos Aires, realizada por cuatro mujeres mapuches, que se quedaron varias horas -a pesar de las presiones que recibieron- hasta ser recibidas por el Nuncio Apostólico, que se comprometió a hacer llegar el pedido al Papa, para que se pronuncie en favor de la libertad de la machi. Que Francisco pida la libertad de Francisca. Que actúe ecuménicamente, pidiendo la libertad de una líder espiritual del pueblo mapuche. Esa fue la carta, que esperamos que llegue pronto y tenga respuesta oportuna del Vaticano.
La prisión de la machi Francisca, defensora de los territorios ancestrales, continúa efectivamente las políticas de recolonización del continente que avanzan -como lo hizo la conquista- sobre la base de la ocupación de territorios y cuerpos en el continente, especialmente cuerpos de mujeres. Si esta nueva conquista se realiza como señala Rita Segato, empleando como norma legitimadora la pedagogía de la crueldad, nuestro desafío como feministas y como pueblo, dijimos en estas acciones, es multiplicar la pedagogía solidaria del «Si tocan a una, respondemos todas». La pedagogía del amor eficaz, de la educación como práctica de la libertad.
Hoy el desafío es cruzar la frontera, o es, mejor, volar la frontera. Para que la libertad de Francisca Linconao sea también nuestra propia libertad.
Cuando decimos «Ni Una Menos», estamos hablando de la vida en libertad de todas y de cada una. Estamos hablando de que no aceptamos más mujeres presas por los tribunales misóginos y racistas. Estamos hablando que es una tarea de honor la libertad de nuestras sanadoras, de las cuidadoras de la vida, de las mujeres de la tierra. Cuando decimos que «Vivas nos queremos», estamos hablando de una vida que merezca ser vivida. De una vida en la que florezcan todos los saberes aprendidos en amorosos diálogos en el mundo. De una vida en la que ninguna mujer sea desterrada del lugar donde elegimos plantar nuestras raíces. De una vida en la que no haya candados, ni rejas, ni fronteras que limiten nuestro caminar.
Editorial de «Punto Final», edición Nº 867, 23 de diciembre 2016.