Esta semana Teresa Rodríguez, coordinadora de PODEMOS en Andalucía, denunció una agresión machista por parte del empresario Manuel Muñoz Medina (vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla).
En el machismo no hay ideólogos y actores, todos defienden las ideas con sus acciones, y todas las acciones refuerzan su sistema de valores. Es lo que ha hecho el vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla, Manuel Muñoz Medina, al llevar acabo la agresión sobre la diputada de Podemos Teresa Rodríguez. Del mismo modo que no se deja de ser machista sólo con decirlo, tampoco es suficiente serlo para ser reconocido como tal por el resto, pues todos comparten esa condición. Ser machista exige demostrar que se es más que los demás y conlleva renovar esa posición periódicamente para evitar caer en la duda o que otro supere el status ocupado.
Por eso su terreno de juego es el ámbito público y entre sus rasgos se encuentra la competitividad, el refuerzo personal sobre el ataque a otras personas, la ostentación, la amenaza… todo gira sobre lo que ocurre y sobre lo que puede suceder. El machismo es realidad y amenaza, no es sólo silencio y la asunción de la desigualdad y sus dictados, es la demostración en cada una de las palabras que llevan al sometimiento de las mujeres y de todo aquel que sea considerado inferior en su estructura jerarquizada de poder; y son todas las conductas que se llevan a cabo en su nombre, desde la violencia al desprecio.
Lo ocurrido con el vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla es un claro ejemplo de la necesidad de demostrar ese poder sobre las mujeres y de ser reconocido por ello. Es la típica conducta que nace del conocido «a que no hay cojones» que gusta repetir a muchos hombres, y que tanto compromiso conlleva entre ellos una vez que, como si fuera un sortilegio contra todo, es pronunciado en voz alta.
Tras pronunciar la famosa frase, de manera inmediata surge un doble reto: el de realizar la propuesta que la acompaña, y el de hacerlo antes y por encima de aquellos otros hombres que forman parte de la iniciativa, puesto que la consecución del reto supone también un doble reconocimiento: por un lado el de la hazaña en sí misma, y por otro, el de quedar en una posición superior al resto de los hombres testigos de la conductas y participantes del desafío.
La estrategia del empresario Manuel Muñoz Medina fue clara, pero su desarrollo requirió con toda seguridad de la participación de todo el grupo. Una participación que probablemente surgió tras un «pacto de caballeros» para propiciar las circunstancias en la que alguno de ellos diera el paso definitivo para el «asalto del beso». Y es que tuvo que haber una complicidad para que se insistiera tanto en que Teresa Rodríguez recorriera la Cámara de Comercio a pesar de su insistencia en abandonarla, y para que en mitad de su recorrido los empresarios presentes en el momento de la agresión localizaran con facilidad en qué lugar de la ruta se encontraba el presidente anfitrión con la diputada.
Una vez localizada, la conducta de Manuel Muñoz Medina no fue darle un beso, podría haberlo hecho si esa hubiera sido la motivación, lo único que se lo impidió fue la mano que él mismo colocó entre sus labios y los de Teresa Rodríguez, algo extraño si lo que pretendía era besarla. Pero no era ese su objetivo, sino demostrar su hombría y lo macho que es a través de la conducta y de la humillación que suponía esa agresión dirigida contra Teresa Rodríguez, la cual probablemente había comenzado momentos antes con su «a que no hay cojones». Y del mismo modo que no quiso darle un beso, tampoco habría llevado esa conducta contra una diputada del PP, a quien él probablemente considere «una señora». Pero una diputada de Podemos es diferente.
Está en esas categorías que los machistas creen que las hacen merecedoras de lo que los hombres deciden hacer, como la crítica del fiscal jefe de Castilla-León a Nevenka Fernández cuando denunció al alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, por acoso sexual, que en pleno juicio le dijo, «¡usted no es la empleada de Hipercor que le tocan el trasero y tiene que aguantarse porque es el pan de sus hijos!». «Empleada de Hipercor, alumna de clase, diputada de Podemos»… todo forma parte de esa estructura jerarquizada que levanta el machismo y en la que las mujeres ocupan diferentes posiciones según su condición, pero siempre por debajo de los hombres que se encuentran en cada uno de esos contextos.
La cobardía del machismo necesita de las razones que él mismo da para que sus decisiones queden bajo la responsabilidad del alcohol, de las drogas o de los trastornos psicológicos y así presentar a los hombres como «irresponsables» o «víctimas de campañas por cosas sin importancia». Pero no es esa la realidad. En el caso de Manuel Muñoz Medina, su conducta muestra cómo tuvo control en todo momento para desarrollar una conducta concreta, colocar la mano entre las dos bocas y argumentar después lo ocurrido como si no supiera lo que había realizado, pero sí explicarlo perfectamente con el argumento del alcohol.
Todo forma parte de ese machismo que sólo retrocede cuando alguien se enfrenta él, pero nunca para cuestionar las circunstancias que dan lugar a las conductas, tan sólo para que no haya consecuencias sobre los autores.
Quizás en el caso de la Cámara de Comercio sevillana no era la primera vez que estos hombres jugaban al «beso en la boca» y lo único nuevo ha sido la respuesta de Teresa Rodríguez. Son besos de Judas, la señal para que otros hombres vean lo que son capaces de hacer y la traición de la confianza depositada en ellos. Son los besos de los hombres de reconocido prestigio que se presentan como modelo de una sociedad basada en el machismo, la desigualdad y la violencia contra las mujeres bajo la normalidad y las justificaciones.
No debemos permitirlo, a lo único que representan es al pasado y al machismo actual.
Un abrazo solidario para Teresa Rodríguez.
Aquí puedes leer la denuncia que puso Teresa Rodríguez por la agresión machista sufrida por parte del empresario Manuel Muñoz Medina.
Fuente:http://www.eldiario.es/andalucia/desdeelsur/beso-Judas_6_595350464.html
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