El cineasta firma una apasionada declaración de amor por el cine francés en Las películas de mi vida, una «autobiografía visual» testimonio de su admiración, con la que, además, denuncia la amnesia cinematográfica y la obligación social y política de defender el cine
No es un milagro. Es puro y contagioso amor por el cine. Después de ver las más de tres horas de Las películas de mi vida, de Bertrand Tavernier, lo único que de verdad quieres en ese momento, en la oscuridad de la sala de cine, es más cine, quieres ver las 94 películas que este gigante del cine francés ha mencionado en esta apasionante «autobiografía visual». «Es un testimonio de mi reconocimiento, de mi admiración, de mi respeto», dice el cineasta, que propone en su película un excitante viaje personal por el cine francés desde los años 30 hasta los 70, en que él mismo se convirtió en director.
Estrenada en Cannes, la película que inauguró después Zabaltegi en el Festival de San Sebastián, es una de las declaraciones de amor por el cine más emocionantes de los últimos tiempos. Gemela de las que ha hecho Martin Scorsese en A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies (Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano) e Il mio viaggio in Italia (Mi viaje a Italia), la película es, además, un elocuente documento de defensa del cine, en un momento en que «los políticos de derechas y algunos ignorantes de la izquierda quieren terminar con él».
Todo comenzó en la cama de una clínica de los Alpes, donde el pequeño Bertrand Tavernier se curaba de tuberculosis. Allí vio Dernier atout, un divertido policiaco con el que debutó Jacques Becker en 1942, y allí empezó su emocionante viaje por el cine. Jean Renoir, Melville, Marcel Carné, Godard, Truffaut, Bresson, Louis Malle, Jean Vigo, Claude Sautet, Jacques Demy, Julien Duvivier… Y el inmenso actor Jean Gabin.
Hay mucho Jean Gabin en esta película…
Jean Gabin es Francia. Es el símbolo del compromiso con Francia. Hizo muchas películas muy buenas. Eso nunca es una coincidencia. Es importante saber que el gobierno de Vichy le hizo muy buenas ofertas para que se quedara durante la guerra, pero él decidió irse a EE.UU. y solo volvió para ponerse del lado de la Francia Libre de De Gaulle. Jean Gabin es uno de los que más me ha impresionado en el cine. Además, su francés era realmente extraordinario.
¿Por qué ha hecho esta película?
Por agradecimiento a los cineastas que forman parte de mi vida, porque quiero que todo el mundo tenga el mismo amor que tengo yo por estas películas. Por la humanidad, la emoción, la exigencia… Dos o tres veces hablo en la película de mis ‘shocks’. Todas las películas que nos encantan son un shock. Y haciendo este trabajo, descubrimiento tras descubrimiento he ido encontrando otras películas, a veces de un modo demasiado pintoresco, que también me han encantado. La mayoría las descubrí en cines de barrio. Veía una de Melville y solo pensaba que quería ver más películas de ese director.
¿Las películas de mi vida es también una forma de llamar la atención sobre la obligación de defender el cine?
Hay que defender como sea el cine y también su industria que, por cierto, crea muchos puestos de trabajo. Pero los movimientos políticos de derechas y algunos ignorantes de izquierda quieren terminar con él. Me alegro muchísimo de que la gente del cine en Francia se haya preocupado por la política, porque así es cómo estamos evitando que se carguen el cine.
Usted preside el Instituto Lumière, que se dedica a la conservación, ¿cuánto hay en su película de esa necesidad de conservar el cine?
Mucho, es un grave problema en el mundo. Aunque Francia empezó pronto a comprar películas para salvarlas. Es muy muy importante el trabajo que hace Martin Scorsese en The Film Fundation.
Inevitable hablar de las dos películas de Scorsese sobre el cine de EE.UU. y el italiano.
Admiraba y admiro mucho lo que hizo, ¡alguien que dedica su tiempo a hacer una película sobre el cine de EE.UU. y otra sobre el cine italiano! Reconozco que me emocionó más lo que hizo del cine italiano. Y yo hacía mucho que tenía ganas de hablar del cine francés, por eso este testimonio de mi reconocimiento.
¿Sentir admiración hacia el trabajo de otros influye en el trabajo propio?
Mucho. Yo querían rendir de una manera muy espontánea mi admiración. Diría, además, que si tienes facilidad para admirar lo de otros, creces mucho y no pierdes el tiempo mirándote a ti mismo, que es lo que hacen muchos en el cine. Y la admiración puede tener múltiples caras.
Usted, que fue jefe de prensa de la Nouvelle Vague, no la menciona en la película. ¿No le parece importante en la historia del cine francés?
No era un movimiento, no tenían nada en común. No compartían, como Renoir, René Clair, Marcel Cané… el realismo poético. Nouvelle Vague no quiere decir nada, cada uno de ellos tenía una sensibilidad distinta. Lo único es que rodaban con cámara ligera, rápida. No quiero hablar de la Nouvelle Vague, lo que me interesa es el genio de Godard, el talento de Truffaut, de Agnès Varda… La Nouvelle Vague parece lo más importante del cine francés, pero eso es solo por ignorancia y por esa tendencia fanática de la crítica. Yo amo el cine, no le pongo etiquetas. Eso no quiere decir que no tenga espíritu crítico, que, por cierto, empieza a ser muy raro en este mundo de ‘las cifras de recaudación’. Cahiers du Cinema, que es una revista muy importante, hizo mucho daño al cine anterior a los años cincuenta. Dictaban sentencia.
Parece que sufrimos una especie de amnesia histórica del cine, ¿usted qué opina?
Lo mismo. Y la amnesia no es una cualidad. No se puede reducir la historia del cine a unos años, olvidando, por ejemplo, el cine de la ocupación en Francia. Es como decir que el cine español nace con Almodóvar, ¿y todo lo de antes? Saura, por ejemplo. ¡Esos cineastas consiguieron sobrevivir con Franco! Sin embargo, hay directores en España que tratan de demostrar que no existieron las películas anteriores. A partir del momento en que aceptamos la dictadura de la facilidad descarrilamos. En Francia pasa un poco igual. Y en EE.UU., aunque no pasa con Scorsese, Coppola, Robert Altman, herederos de Howard Hawks, Lubitsch, Preminger, John Ford… Podríamos acordarnos un poco más de ellos, valdría la pena.
Usted ha aprendido mucho del pasado del cine francés…
Del pasado siempre se aprende algo, pero hay que intentar no quedarse en él. Me enferma la nostalgia. Las películas francesas de la primera mitad del siglo XX hablaban de cosas de mucha actualidad hoy, de los inmigrantes, de los trabajadores, de la guerra, la ecología… Luego en la segunda mitad, el cine francés se olvidó de los obreros. Si el cine se olvida de la clase obrera empiezan a ganar terreno los ultraderechistas. La memoria es fundamental y es una cosa que te exige tiempo y el tiempo es lo que hace que dejemos a un lado lo superficial y lo estúpido. Hay que olvidarse de lo estúpido y curar heridas.
¿Siente que en Francia hay respeto por el cine?
Hay una buena parte de productores que no quieren que haga la segunda parte de la película, a partir de los años 70, y, sin embargo, es una de las que mejor se ha vendido en el extranjero, en todos los países. Esta se ha hecho gracias a Pathé y Gaumont, que no son cualquiera. Pero constantemente escucho a los productores decir que este tema no le interesa al público. Lo mismo he escuchado en otros momentos de mi carrera de la Guerra del 14, de la escuela y la educación, de la policía… En efecto, creo que muchas instituciones que deberían luchar para proteger la memoria del cine, no lo hacen. Pero, en general, hoy no se lucha mucho por nada, ni por la televisión pública, ni por la escuela, ni por la sanidad, ni por la cultura…
La opción ha sido hacer una serie para televisión.
Sí. Son ocho capítulos de una hora. No habrá segunda parte de la película porque no encuentro el dinero, pero sí hay dinero para la serie de televisión.
Fuente: http://www.publico.es/culturas/bertrand-tavernier-derecha-y-ignorantes.html