El otro día me invitaron a dar una charla en la clase de Estudios Medioambientales de un colega titulada, simplemente, «Esperanza». Resulta que era el día después de que Donald Trump pronunciase sus calculadas y genocidas estupideces sobre el Acuerdo de París (que el insistía en llamar Accord [el autor usa la palabra Agreement para […]
El otro día me invitaron a dar una charla en la clase de Estudios Medioambientales de un colega titulada, simplemente, «Esperanza». Resulta que era el día después de que Donald Trump pronunciase sus calculadas y genocidas estupideces sobre el Acuerdo de París (que el insistía en llamar Accord [el autor usa la palabra Agreement para acuerdo, nota del tr.]. A estas alturas, se han dicho y escrito cien mil palabras de ira, determinación y análisis. Vayamos pues en la dirección opuesta.
Intento recordar la primera vez que asocié esperanza y revolución. Había estado trabajando en una teoría sobre las revoluciones (es una larga historia, un proyecto aún más largo). Estaba buscando lo que llevaba a gente normal a dejarlo todo y comprometerse en lo que a los extraños les parecían ser actos extraordinarios de valentía y determinación. Tras algún tiempo sentí surgir eso que he dado en llamar (como el sociólogo que estoy fatalmente destinado a ser) fuertes y vibrantes culturas políticas de oposición y creación. Los cimientos de lo que entiendo por cultura política radical es el lado subjetivo de la vida aquí en la Madre Tierra: memorias, experiencias y emoción. Las ideologías -significando esto generalmente alguna forma de «socialismo» a lo largo del siglo XX, o hoy, quizá confundiendo mis deseos con la realidad, «ecosocialismo«- pueden ayudar a la gente a dar sentido a sus experiencias, pero más a menudo, eran términos y expresiones simples pero poderosos como dignidad, justicia, igualdad o libertad.
Años más tarde, cuando estaba estudiando el movimiento por una justicia global, me encontré con las impresionantes palabras de David Solnit, de la nueva y más «horizontalista» generación de activistas que este movimiento estaba atrayendo. Tal como lo vi:
La segunda mitad de los años 90 fue testigo del ascenso de un movimiento por la justicia global, un «movimiento de movimientos» que consiguió visibilidad pública cuando una amplia unión de estudiantes, sindicalistas y ecologistas se unieron en desobediencia civil y acción directa para cerrar los encuentros de la Organización Mundial de Comercio en Seattle en noviembre de 1999. Si nos centramos especialmente en las culturas políticas de creación que animan el movimiento de justicia social, podemos ver algunas …. características nuevas, muchas de ellas paralelas a la rebelión zapatista. En el lado subjetivo de la experiencia y la emoción, es útil señalar que el amor -a la vida, a la gente, a la justicia- nutre a menudo de la fuerza vital que lleva a gente ordinaria a actos extraordinarios. Expresando esperanza y optimismo, proporciona un contrapunto constructivo a aquellas otras poderosas emociones, el odio y la ira. A esto podemos añadir la experiencia subjetiva de la esperanza (¿es la esperanza una emoción?), que ofrece a la gente una visión positiva del futuro contrarrestando los sentimientos de desesperanza y desesperación. En palabras de David Solnit, uno de los organizadores de la espectacular acción de Seattle en 1999: «La esperanza es la clave. Si nuestras organizaciones, análisis, visiones y estrategias son faroles, la esperanza es el combustible que los hace brillar y atrae a la gente a ellos». La esperanza y el amor sostienen los cimientos emocionales de las nuevas culturas políticas de creación, como atestigua la película de 2013 [de Velcro Ripper] Occupy Love.
La hermana mayor de David, Rebecca Solnit, fue también una especie de voz profética para mí. Su libro de 2005, Esperanza en la oscuridad [Hope in the Dark], me cautivó. Desde entonces me ha conmovido con una incesante corriente de ensayos sinceros que me hablan muy directamente, uno de los cuales cito con una cierta extensión debajo.
Otro hilo es el de los zapatistas, a los que una de mis estudiantes en el Smith College, Becca Wanner, llamó en 2001 «profesionales de la esperanza». He buscado si ella o algún otro había usado este término por primera vez y recientemente he dado con él en la cubierta de un libro que podría no haber sido publicado nunca de los escritos reunidos del poeta y subcomandante zapatista Marcos. Los zapatistas son cualquier cosa menos «profesionales», pero la esperanza era ciertamente aquello con lo que trataban, uno de sus ingredientes especiales. Todavía lo es….
Cuando -como con el cambio climático- nos enfrentamos a algo que da miedo, sin precedentes, endiablado y enorme -algo que produce mucha ansiedad, depresión y desesperación [una palabra cuya etimología, en francés y en español, parece derivar de la falta de esperanza [el autor usa la palabra inglesa despair, nota del tr.]- la esperanza parece ser parte integral de nuestro futuro. La juventud del movimiento global de justicia climática también son profesionales de la esperanza, en ese mismo sentido ligeramente irónico.
Hasta aquellos que parecen haber abandonado deliberadamente la esperanza, como el brillante antiguo activista del movimiento de justicia global Paul Kingsnorth (autor de Un Sí, muchos Nos [One Yes, Many Nos]), uno de los mejores libros que tenemos sobre el tema), seguimos en el terreno de la esperanza. Leyendo su Dark Mountain Project y su poético Manifiesto, que concluye «El fin del mundo tal como lo conocemos no es el fin del mundo y punto. Juntos, encontraremos la esperanza más allá de la esperanza, los caminos que llevan a un mundo desconocido ante nosotros», me parece que incluso si vivimos sin el consuelo de la esperanza, todavía podemos recordar su sabor. Quizá un enfoque mejor bajo tales circunstancias pueda ser el de Joana Macy, cuyo libro de 2012 con Chris Johnstone, Esperanza activa [ Active Hope], se subtitula acertadamente Cómo hacer frente al desastre en el que nos encontramos sin volverse loco.
¿Qué mejor manera, entonces, de establecer un vínculo entre la esperanza en este sentido y la revolución por la justicia climática con la que sueño, que echar un vistazo a la larga cita inicial de Rebecca Solnit de un artículo que escribí el Día de Año Nuevo de 2015?
Mi título -«Año cero para la justicia climática»- no es original. Como en muchas cosas radicales, Rebecca Solnit ya ha dado expresión a alguno de mis pensamientos más profundos en palabras tan relevantes hoy como lo eran cuando las escribió hace varios años:
Piensa en 2013 [lee ahora 2017] como el Año Cero en la batalla por el cambio climático, aquella en la que vamos a ganar a lo grande o perder aún más a lo grande… Los regalos que ya has recibido en 2012 [o en 2016] incluyen una lucha por el destino de la Tierra. Esto probablemente no es exactamente lo que habías pedido y ojalá fuese de otra manera, pero hacer un buen trabajo, ser necesario, tener algo que dar: estos son los verdaderos regalos. Y al menos tenemos una lucha ante nosotros, no solo fatalidad y desesperación…
Si te preocupas por los niños, la salud, la pobreza, los campesinos, los alimentos, el hambre o la economía, en realidad no tienes otra opción que preocuparte por el cambio climático. Las razones para actuar pueden ser sombrías, pero la lucha es un regalo y un honor. Lo que te dará a cambio es sentido, propósito, esperanza, lo mejor de ti, alguna compañía realmente buena y la satisfacción de formar parte de las victorias que también llegarán. Pero lo que significa la palabra victoria es necesario imaginarlo a una escala completamente nueva a medida que las noticias empeoran…
Esta es, entre otras cosas, una guerra de la imaginación: quienes se benefician del carbono y sus políticos esperan que no unas los puntos, o imagines los distintos futuros que podríamos construir o que ellos podrían destruir, o darse cuenta de las formas notablemente hermosas y complejas con las que el mundo natural ha trabajado en nuestro beneficio y están siendo ahora saboteadas, o descubrir tu voz y tu conciencia, o incluso dibujar lo diferente que podría ser todo, lo diferente que debe ser.
Ellos ya están en guerra contra el bienestar de nuestra Tierra. Su avaricia no tiene límites, su imaginación nada más que límites. Contraataca. Tienes el poder. Es uno de tus regalos.
2014 fue el año más caliente en la historia registrada, seguido por 2015 y luego 2016. Ahora aquí estamos, en 2017. El futuro está justo a la vuelta de la esquina. Piensa en este año como el año cero de esa década crucial en la que nuestro futuro se pondrá en marcha, para bien o para mal.
Especialmente en las horas oscuras después de que la inútil administración Trump sacase a los Estados Unidos del tibio Acuerdo de París, tenemos que basarnos en nuestros propios recursos. Sin duda la esperanza se encontrará en las mochilas de los radicales por la justicia climática, junto a sus amigos y camaradas el amor, la imaginación radical y nuestros sueños de justicia. Juntos, nos ofrecen todo un vocabulario de posibilidades.
Y de los muchos futuros posibles, ¿cuál construiremos? El mundo que queremos y los futuros que debemos tener, no se pueden construir sin esta bolsa de trucos.
***
Y así, me despierto por la mañana y doy un paso fuera,
y respiro profundamente y (el aire) me coloca,
y grito a pleno pulmón:
¿QUÉ PASA?
Y lo intento, oh Dios mío, de verdad que lo intento,
lo intento todo el rato, en este manicomio.
Y rezo, oh Dios mío, de verdad que rezo,
rezo cada día, por que ocurra una revolución.
Veinticinco años, y mi vida está parada,
intentando juntar esa gran montaña de esperanza,
para (conseguir) un destino…
Texto original en inglés: http://www.resilience.org/stories/2017-06-08/climate-change-hope-and-revolution-notes-for-dark-and-gloomy-times/
Traducido por Carlos Valmaseda