Acaba de tener lugar el XX Congreso del PCE en el que se ha dado un paso importante de rectificación de la deriva oportunista y liquidadora impuesta por el grupo que encabezó Santiago Carrillo, volviendo a sus Estatutos la base ideológica marxista-leninista. Este sistema teórico surgió en la historia como un avance revolucionario en el […]
Acaba de tener lugar el XX Congreso del PCE en el que se ha dado un paso importante de rectificación de la deriva oportunista y liquidadora impuesta por el grupo que encabezó Santiago Carrillo, volviendo a sus Estatutos la base ideológica marxista-leninista. Este sistema teórico surgió en la historia como un avance revolucionario en el conocimiento de la verdad sobre el mundo real: sobre la realidad natural, sobre la realidad económica y social, sobre la realidad histórica, sobre la realidad de la revolución y de su proceso. El marxismo-leninismo sirve para explicar el mundo y cómo transformarlo pero sin sacralizarlo ni desmentir realidades que surgen y que no han sido previstas por la teoría.
El marxismo-leninismo hizo posible una era gloriosa de la historia de la humanidad que sin embargo no fue capaz de hacer irreversible. No obstante, se mantiene vigente su afirmación de que el capitalismo está corroído por irremediables contradicciones internas siendo incapaz de responder a las legítimas aspiraciones económicas, sociales, políticas y culturales de la humanidad. Su ofensiva para imponerse en todo el mundo como sistema único y final, desencadena la lucha de la clase trabajadora, de los pueblos y de las naciones, para resistirla y derrotarla. Son realidades incuestionables la división de la sociedad en clases, la política de clase del poder político y la lucha de clases, lo que nos lleva a la clara y vigente necesidad del partido que defienda los intereses de la clase obrera y de todos los trabajadores, incluso de la gran mayoría de la población afectada por las políticas de la oligarquía capitalista.
No fue sorprendente que el llamado eurocomunismo encabezado por Santiago Carrillo al abandonar a Lenin, acabara por caer, en el plano político, en concepciones propias del reformismo y de la socialdemocracia. En definitiva ¿qué rechazaban de Lenin?. En primer lugar el papel revolucionario y de vanguardia de la clase obrera sustituyéndolo de hecho por el papel de vanguardia de los intelectuales y de la pequeña burguesía urbana. La concepción de alianza de la clase obrera con el campesinado, sustituyéndola por una alianza indefinida de fuerzas sociales heterogéneas. Rechazaron la teoría del Estado y la teoría del Partido, la crítica leninista a la democracia burguesa y al parlamentarismo burgués como formas políticas de opresión económica y social, descubriéndoles valores que sobreponían a los objetivos de emancipación social, excluyendo los métodos revolucionarios de acceso de la clase obrera al Poder y absolutizando la vía electoral.
La rectificación del PCE supone el inicio de su recuperación como instrumento de clase, como fuerza política que actúe fundida con las clases populares y poniendo sus recursos organizativos al servicio de las acciones políticas correspondientes a la lucha por objetivos sociales. No obstante, la teoría revolucionaria no puede considerarse verdad universal, eterna e intocable sino que debe nutrirse de la investigación de los nuevos fenómenos y de la práctica diaria abordada con creatividad.
Esta nueva etapa supone la necesidad de abordar muchos retos pendientes en cuanto a diversas materias en las que el eurocomunismo dejó tierra quemada: particularmente en cuanto a la estructura orgánica, el reto de recuperar las organizaciones en el lugar de trabajo, especialmente las células de empresa. La experiencia internacional muestra muchos casos en que las decisiones de sustituir las células de empresa por las organizaciones de barrio, de lugar de residencia, corresponden a un debilitamiento ideológico y a un abandono de objetivos de clase de los partidos respectivos. Fue lo que hizo el Pleno del CC del PCE en Roma en 1976 cambiando las células de empresa por las agrupaciones territoriales. Otro reto decisivo debe ser la unidad de las y los comunistas. También, en un momento en que la cuestión nacional está especialmente candente, la formulación clara acerca del derecho a la autodeterminación de los pueblos del Estado español, en el marco de una República Federal, que el eurocomunismo abandonó, en la llamada Transición a la democracia, pasando a apuntalar el Estado de las Autonomías del «régimen del 78» que rechaza la posibilidad de ejercer tal derecho.
De cómo abordar este último aspecto en Canarias deberá ocuparse particularmente el próximo congreso del Partido Comunista de Canarias. Sin dudas constituirá todo un reto elaborar una propuesta nacional y de clase que permita poner en primer plano la defensa de los derechos sociales y laborales que han robado al pueblo canario Coalición Canaria y sus diversos aliados de turno.
En suma, tenemos por delante muchísimo trabajo, muchas dificultades y obstáculos, no va a ser nada fácil pero seguro que va a valer la pena intentarlo, ¡hay que atreverse para vencer!
Arturo Borges Álamo, militante del Partido Comunista de Canarias
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