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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«Critico la reducción de la filosofía a epistemología»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.   Nos habíamos quedado aquí. En nota 17 a pie de página elogias la obra de Rosenberg. No es la primera […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.  

Nos habíamos quedado aquí. En nota 17 a pie de página elogias la obra de Rosenberg. No es la primera vez, acabamos de hablar de él. Así, en general, ¿qué te sigue deslumbrado de la obra de este gran filósofo alemán? 

Creo que Arthur Rosenberg es un clásico, un clásico del pensamiento sobre la democracia. Un historiador que conoce al dedillo los textos de la tradición grecolatina y que utiliza su saber, a la luz de la experiencia de la revolución de 1917, y de la previa catástrofe provocada por la primera guerra mundial, para reflexionar sobre las condiciones de posibilidad de la democracia sustantiva. Hay como mínimo dos obras que animo a que sean leídas por nuestros lectores, que no quedarán defraudados por ellas, Democracia y lucha de clases en la Antigüedad y Democracia y socialismo. Historia política de los últimos ciento cincuenta años (1789 – 1937). En realidad toda la obra de Rosenberg es excelente.

Sea esta entrevista altavoz de tus recomendaciones. Afirmas que en Roma república era lo opuesto a la monarquía, su significado es parangonable al nuestro, cosa que no ocurría en Grecia. ¿Por qué? ¿Dónde está la diferencia?

En Grecia, en cuyos tiempos arcaicos habían existido monarquías, habían dejado de estar vigentes en tanto poderes reales. En algunas polis, pocas, existían monarquías, algunas de ellas compuestas por dos monarcas, que ejercían unas muy residuales funciones simbólicas: iniciar alguna actividad; o sea, «cortar la cinta». Pero nada más. El poder dependía del régimen y de sus leyes y estas eran establecidas por los polites. Por ello, para Aristóteles -también para toda la tradición aristotélica- una República, una «politeia» podía ser democracia, aristocracia o monarquía. Basta leer La Política para encontrar esta triple división. No hay contraposición entre el concepto de Res publica -politeia- aristotélico y el de monarquía -lo mismo sucede en el tomismo y en la Escuela de Salamanca, aristotélica, aristotélico-estoica: Francisco de Vitoria, etcétera-.

Tienes razón. Nunca había reparado ni pensado en ello.

Las luchas por instaurar los regímenes civiles denominados politeias, repúblicas, habían sido contra los tiranos, en Atenas contra los hijos de Pisístrato, quien había accedido a la tiranía por la violencia, en defensa de los campesinos pobres. Las tiranías eran poderes civiles que habían derrocado las antiguas monarquías y que, a su vez, debieron ser derrocados por las masas para dar paso a nuevos regímenes.

En Roma, sin embargo, la república se instaura mediante la lucha contra la monarquía -contra Tarquino el Soberbio-. En consecuencia Monarquía era el concepto opuesto, antinómico, al de República, tal como lo es para nosotros, en el uso común de estas palabras. Y se condenaba a muerte a quien se declarase monarca.

En un uso más cauteloso de los términos, sin embargo, las cosas se complican. Porque monarquía hace referencia a una magistratura que concentra mucho poder unipersonal -monos, uno solo- y que no depende del pueblo. Existían monarquías no hereditarias. Por tanto, visto estrictamente desde el pensamiento clásico, un régimen presidencial como el actual de Francia o el de los Estados Unidos es una monarquía, una monarquía, no una república propiamente.

Fuera de guión. Hablando de la República de Platón escribes: «este libro que todo alumno padece como una tortura tonta sobre cavernas y demás zarandajas y que parece, por ello, ser inútil. Este libro que, a pesar de tu título, nos es presentado por el profe… como una epistemología, dando a cada reiteración en esta línea un argumento más para declarar inútil la filosofía y que se la excluya del currículo escolar con la general aquiescencia». ¿No tiene entonces interés para ti el asunto del mito de la caverna? ¿No la tiene tampoco la lectura, interpretación de algunos pasajes en clave epistemológica? En La memoria del logos, si no recuerdo mal, Emilio Lledó hacía una lectura multiinterpretativa del mito y la mirada epistemológica tenía su qué, parecía fructífera e interesante.

Creo que ese capítulo de Platón es hermoso e interesante. Lo que sin embargo, sí critico es la reducción de la filosofía a epistemología, que precisamente es lo que se hace cuando, al comenzar a aproximar al joven a la textualidad de la filosofía se le propone este capítulo, y no por ejemplo aquel otro en el que Platón define la democracia, a pesar de su demofobia.

Las teorías sobre cómo se conoce, el debate sobre las diversas teorías epistemológicas e incluso el debate sobre las diversas cosmologías, con las que se comienzan los programas de filosofía, están totalmente apartados de los interrogantes que son los candentes para los jóvenes de 16 años.

Sin duda, son duda, lo he pensado durante 35 años. Era absurdo empezar a hablar del arje, de los primeros principios y asuntos afines.

La religión, que es «la otra», -la alternativa: la filosofía es la asignatura verdaderamente «alternativa a la religión»-, no se presenta así ante el joven. Dice sumariamente que Dios creó el mundo en siete días, y luego pasa a tratar sobre lo que interpela al joven; lo que es justo e injusto, lo que debe ser la sociedad, la libertad y la igualdad, sus límites, la política justa, lo que es el ser humano. Lo que es el ser humano: Eso que el alumno cree que debe buscar en la psicología y que es, sin embargo, por antonomasia, el tema propio de la filosofía. Ese yerro del alumno que busca respuestas en la psicología -no las encuentra, porque, a su vez, la asignatura comienza con una batería de descriptiva de los rasgos de las diversas escuelas psicológicas… y las explicaciones que cada una de ellas da sobre… sobre cómo se conoce; pero cómo se conoce… ¿el qué?

Es muy pertinente tu crítica en mi opinión. Mucho. Das en el clavo.

En toda disciplina, literatura, botánica, historia, se comienza estudiando los temas sustantivos, y solo cuando ya se ha salido de la etapa del compendio, del manual y ya hay experiencia de lectura de monografías, y se accede a los debates entre propuestas diversas, hay necesidad de ir más allá, y se plantean los asuntos atinentes al método de estudio, a las escuelas de investigación. Hay una temática sustantiva propia de la filosofía, el buen vivir, el bien, la justicia, la igualdad, la libertad, las obligaciones para con la sociedad, el orden político justo, qué es el ser humano. Estos temas son quemantes, abren los oídos.

Y despiertan el interés real, no son rollos por decirlo de forma usual.

Y hay textos formidables, los de los clásicos, que los reflexionan. No diré que las cosmologías -que, por cierto, se explican doblemente en la actualidad, se repiten, en los programas de bachillerato de «Filo» y en los de «Ciencias de la Tierra»- no sean interesantes, pero…Política, ética, el ser humano…

De acuerdo, muy de acuerdo, haya o no haya duplicación, entiendo bien lo que dices. No estás menospreciando los saberes cosmológicos. Es otra cosa la que señalas. Pasemos si te parece al apartado siguiente del libro: «Ethos y nomos». 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.