La estrepitosa derrota de la precandidatura de Lagos y el colapso de la Concertación y la Nueva Mayoría con Guillier no son hechos puramente chilenos. Tampoco lo es el triunfo y la captura del gobierno del Estado por las fuerzas de derecha conservadoras y neoliberales conducidas por Piñera. La Concertación-Nueva Mayoría corrió la misma suerte […]
La estrepitosa derrota de la precandidatura de Lagos y el colapso de la Concertación y la Nueva Mayoría con Guillier no son hechos puramente chilenos. Tampoco lo es el triunfo y la captura del gobierno del Estado por las fuerzas de derecha conservadoras y neoliberales conducidas por Piñera.
La Concertación-Nueva Mayoría corrió la misma suerte que las otras coaliciones europeas y latinoamericanas del mismo signo. Y el programa de Piñera reposa en los mismos ejes que en la alternancia con aquellas fuerzas aplican las coaliciones de derecha neoliberal como la de Macron en Francia, los republicanos de Trump en EE.UU, las forjadas por Berlusconi en Italia, las de May en Gran Bretaña o las de Mauricio Macri en Argentina y de Temer en Brasil. Son políticas de subordinación al gran capital internacional y local. Están hechas de ajustes, planes de austeridad y flexibilización del trabajo, así como de ataques a los derechos laborales y sociales, con baja de impuestos a los empresarios para «atraer inversiones». Medidas instrumentales cuyo único fin es reforzar la lógica implacable de la acumulación privada de capital en los mercados (en especial del financiero) y su concentración en manos de una élite privilegiada nacional e internacional. Todas fomentan el «confort» consumerista y cortoplacista con endeudamiento.
Cabe entonces una reflexión que enmarca. El desinfle ideológico y el desperfilamiento político de las «izquierdas» socialdemócratas que se llamaron de las «Terceras Vías» o de «centro izquierda» (desde los ochenta) dan paso inexorablemente a los retornos al poder de las derechas neoliberales cuyos programas ni siquiera hay que leer entre líneas para ver que apuntan al reforzamiento de la clase empresarial y del mercado, para lo cual, como es lo propio del neoliberalismo, utilizan al Estado (1). Este cambio, que favorece a la clase dominante, sucede allí donde las alternativas (como el Frente Amplio chileno), que deberían retomar las grandes demandas democráticas y sociales de la población, traicionadas por los gobiernos de «centro izquierda» neoliberalizados, todavía no son vistas con claridad por los sectores medios y de trabajadores, organizados o no.
Y muchos de estos nuevos bloques que emergen, producto de la crisis de las socialdemocracias centristas (y de las ofensivas neoliberales) son, si no están intelectualmente preparados y armados con convicciones sólidas, rápidamente capturados por la fuerza normalizadora de la dinámica institucional. Sucede a menudo (fue el caso de Syriza en Grecia) que varias de sus figuras caen en la trampa sistémica y comienzan a practicar la vieja política que antes denunciaron. Son devorados por la máquina burocrática parlamentaria (hecha de rituales y habitus propios al campo de la política elitista), pero creen poder ser capaces de jugar su propio juego. Con ese comportamiento normalizado se imaginan poder sacar certificados de buena conducta ante sus nuevos colegas y pasar por moderados ante los medios que escrutan sus movimientos (los medios mismos y sus periodistas favorecen las posiciones centristas o del «justo medio» como lo más razonado).
No es raro que muchos de esos nuevos parlamentarios, electos en períodos de crisis de las viejas coaliciones de centro-izquierda y neoliberales-conservadoras, retomen sin reflexionar el discurso del amo y repitan como papagayos programados la doxa economicista, y se pongan a hablar también, sin contextualizar ni matizar, de productividad, crecimiento, innovaciones tecnológicas (¿al servicio del capital o de la comunidad?), de «robótica» sin comentarios, de competitividad y, en lo político, retomen la monserga de los acuerdos, los consensos, el diálogo. Y para posar de «demócratas» le entregan el apoyo a provocadores de derecha que van a Cuba y a Venezuela. Dos países latinoamericanos atacados frontalmente por el gobierno de Trump.
Las trampas del parlamentarismo post dictadura
Las trampas sistémicas son poderosas y continuarán con el término del sistema binominal. Muchos y muchas caen en ellas porque no tienen perspectiva histórica. Tampoco se dirigen a quienes deben ser sus interlocutores legítimos: a los sectores populares para así contribuir a su organización con la verdad y explicar lo que realmente está en juego: que sin movilización no hay conquistas sociales que puedan ser legisladas en el parlamento.
Es fácil pisar el palito. Ser parlamentario -así lo quiere el sistema para reproducir su propia elite- es un ascenso socioeconómico que catapulta a otra clase y «te cambia la vida» y por supuesto la mirada sobre el mundo en el contexto mundial actual de hegemonía del imaginario capitalista y de reino de la mercancía, con todos los efectos que ello implica en la alienación humana y determinación del deseo. Deseo de vivir consumiendo.
Recordar la génesis de la Nueva Mayoría
Cabe recordar la génesis de la Nueva Mayoría y de Bachelet II para hacerse elegir en su momento. Los estrategas, tecnócratas y políticos de la NM se apropiaron de las demandas de los movimientos sociales para vaciarlas de todo contenido real de cambio estructural. Para neutralizarlas. En medio de la chapucería técnica, las cocinas de Zaldívar, Arenas y Larraín (el actual ministro de Hacienda), las volteretas de Eyzaguirre, la docilidad del Partido Comunista, el diálogo con el enemigo y la corrupción desenfrenada, deslegitimaron un proyecto social de estirpe popular y de Estado democrático que entregara salud, educación, vivienda, cultura (bibliotecas, arte, cine, etc) públicas y pensiones dignas.
Realizar los cambios estructurales; ser consecuentes y luchar por este proyecto hubiera significado aceptar el conflicto como motor de la vida política, y no el consenso que favorece la estabilidad y el conservadurismo de la política de las elites dominantes. Hubiera significado reinventarse y retomar y proyectar las gestas del pasado (con las cuales rompieron al llamarse «progresistas»). Nutrirse de la tesis de Walter Benjamin y mirar la historia desde el punto de vista de los «vencidos» transitoriamente para así retomar las luchas ahí donde han quedado y para poder construir con coraje la noción de pueblo como interlocutor válido. Esto era imposible para quienes habían roto con la política desde el pueblo y pactado una «transición» institucional con Constitución pinochetista de corte neoliberal que acepta sólo reformas ad hoc desde arriba y aceptadas por el modelo y sus poderosos actores políticos y económicos.
El fracaso anunciado de Bachelet y la NM y la corrupción como estilo de vida del político de la transición
Y si las últimas medidas del equipo de Bachelet, aparentemente atolondradas, los retrataron de cuerpo entero como incompetentes en el plano de la política de los derechos humanos, al no cerrar el centro de lujo de Punta Peuco, el fiasco de lo que sería una política de reformas inclusivas y gradualistas, mal preparada, era perceptible desde los inicios. Pero los timoratos de la «izquierda» fragmentada (y los «más allá de las derechas e izquierdas», como está de moda auto proclamarse), incapaces de caracterizar el segundo gobierno de Bachelet como uno neoliberal con tintes reformistas (completamente digeribles por el modelo como lo es el actual sistema de «gratuidad» de Bachelet con vouchers que favorece a los privados, disfraza el lucro e impide la emergencia de lo público y de condiciones para la igualdad), vieron en un grupo de «sherpas» oportunistas la encarnación de unos inexistentes «ímpetus reformistas».
El resto lo vimos, leímos y lo sabemos: corrupción institucional, cuyo parangón es el desfalco del erario nacional orquestado desde el alto mando de Carabineros a vista y paciencia (¿complicidad?) de las otras instituciones del Estado; naturalización del conflicto de interés (personificado sin ambages en el actual Presidente de la República de Chile); crisis de la representación; ruptura del vínculo gobernantes-legisladores/gobernados cuyo resultado es la abstención electoral. Hecho éste que es fatal para la aspiración democrática. Despolitización que favorece a los representantes de las clases pudientes puesto que a éstas no les preocupa que sus políticos sean corruptos (lo dicen los estudios sobre el tema). Realidad que se contradice con las definiciones de Chile como país moderno que está cerca del desarrollo.
El silencio culpable de todos los políticos de la Nueva Mayoría
Cosa sorprendente en una democracia: los parlamentarios oficialistas de la época no levantaron la voz para obligar al gobierno de Bachelet a enmendar rumbo. Se callaron. La famosa bravuconada de la «retroexcavadora» de Quintana, el senador PPD, les sirvió para que cavaran su propia tumba en medio de los escándalos de Caval y del abrazo del oso de Julio Ponce Lerou (ex yerno de Pinochet y Rey del litio) que sigue pactando con la Corfo. Para qué hablar de los escándalos de corrupción del empresariado (los Penta Boys, la UDI y el operador transicionista Longueira), sus colusiones para aumentar los precios y abusar a los consumidores (los Matte), los dineros exportados a los paraísos fiscales para no tributar en Chile (Golborne, los Piñera, etc) que a nadie se le ocurre «repatriar» para combatir el mentado «déficit fiscal», además del cohecho implantado como sistema. Sin olvidar las leyes truchas para favorecer a sectores empresariales de la industria pesquera con influencia DC. Y la desidia con impotencia de los fiscales del Ministerio Público que no logran condenar con penas duras de cárcel a los criminales de cuello y corbata.
La campaña actual de lavado de imagen empresarial orquestada desde el Estado
Hoy, el empresariado unido se las da de ave Fénix pues intenta renacer de las cenizas con dirigentes como Alfonso Sweet («el candidato de consenso» de la Confederación de la Producción y el Comercio CPC, amigo íntimo del Presidente (2)) y Bernardo Larraín Matte (Sofofa), ambos, directa o indirectamente comprometidos en escándalos. Lo hace con la ayuda de los impresos del duopolio periodístico (La Tercera sobrepasó los límites de la «imparcialidad» periodística) del sábado y domingo pasado (17-18/03) que no escatiman elogios ditirámbicos a los dueños de Chile y a sus sirvientes de turno. La plata lo puede y mueve todo … pareciera … en la sui generis modernidad capitalista chilensis publicitada a diestra y siniestra por el rector Carlos Peña.
Se viene una ofensiva neoliberal que habrá que evaluar si es frontal o solapada …
Imposible ignorar entonces que un plan neoliberal está en aplicación desde el primer día del gobierno de Piñera (el talibán neoliberal José Ramón Valente, ministro de Economía es uno de sus articuladores). Y de forma abierta las declaraciones de Gerardo Varela («el tiempo de las marchas ya pasó»), ministro de Educación, pueden ser consideradas como una provocación a un movimiento estudiantil que debería seguir luchando por la educación pública y gratuita para todos y todas. Las declaraciones doctrinarias de los neoliberales de Piñera van en ese sentido. El de preparar la ofensiva neoliberal desde el Estado capturado por los empresarios. El griterío de Valente y las movidas de Larraín (que corre a reunirse con Fitch y Moody’s las agencias de notación que clasifican el comportamiento neoliberal de los países (3)) sobre el déficit fiscal que habría dejado Bachelet (no olvidar que fueron los concertacionistas neoliberales los primeros en aplicar la regla de oro del neoliberalismo y Nicolás Eyzaguirre (Velasco su sacristán) uno de sus artífices, hecho que le sirvió para cobrar sueldo en el FMI) es para justificar recortes y «ajustes» en programas sociales, quizás no de inmediato, pero sí en los años venideros, con presupuestos «austeros». Así los llaman cuando no quieren invertir en derechos sociales.
Una corrupción institucional generalizada
Lo anterior ocurre en un contexto de crisis institucional profunda con sospecha de corrupción generalizada de los aparatos del Estado. ¿No se equivocaba medio a medio Ricardo Lagos, el bienamado de los empresarios, cuando decía en su momento que en Chile las «instituciones funcionan» al mismo tiempo que el generalato de Carabineros se distribuía bajo cuerdas millones de pesos en prebendas y privilegios; que las empresas como SQM pagaban el arriendo del local de su partido (el PPD) y financiaban la campaña de Bachelet, y que el PS movía plata como una colocadora en el mercado financiero aprovechando sus contactos en el mundillo de la finanza? Para qué hablar del caso Orpis, de los Longueira, Moreira, Rossi, de los DC León, Pizarro aún senador de la República … y de tantos otros ..
Hoy, los piñeristas en el poder hacen exactamente lo que dijimos que harían en el predecible mundo del neoliberalismo. El equipo económico de Piñera decide disminuir los impuestos a las empresarios con la conocida cantinela de que es para facilitar y «atraer la inversión». Son apretadas de tuercas neoliberales, versículos del catecismo de los émulos de los Chicago boys que profesa el empresario Alfredo Moreno ungido ministro de Desarrollo Social (el mismo que le regala caballos a la realeza británica) por su amigo el Presidente. Antes de esto, como dijimos, habían orquestado lo del «déficit fiscal». En la misma vena, los periodistas e incluso «medios inteligentes» entrevistan a conspicuos economistas neoliberales de la U de Chile como Joseph Ramos para que den su «opinión», el mismo que en 2012 comparaba el endeudamiento en la educación como algo tan normal como endeudarse con una hipoteca. Vuelven los viejos tenores de la política neoliberal y el periodismo simplón les da tribuna y repite sus monsergas.
Con Piñera: la restauración ideológica del sentido neoliberal
Veamos. Un economista, Patricio Arrau, cuenta en su columna en La Tercera del sábado 17 «el conmovedor relato» del ministro de Desarrollo Social de Piñera, Alfredo Moreno en CasaPiedra, cuya tarea en ese ministerio no será otra que aplicar la estrategia empresarial de lavado de imagen después de tanto escándalo de corrupción patronal. Es así como el empresariado captura un ministerio para, con el erario nacional, hacer campaña por sus intereses, disfrazándolos de «social». Les salió más barato invertir en la campaña de Piñera que contratar a los Correa y Tironi juntos para redorar la imagen alicaída del empresario chileno detestada por una gran mayoría de los ciudadanos debido a los escándalos de abuso, colusiones y corrupción de la política. La elección de Piñera fue un buen negocio empresarial.
Así, con ese tipo de relatos, se reconstituye el sentido neoliberal de la existencia que había sido impugnado por las movilizaciones estudiantiles en el pasado y que había proyectado a la escena política parlamentaria a dirigentes estudiantiles que hoy están opacados y sin sacar una voz clara en medio de la crisis profunda, desde esa caja de resonancia de las luchas sociales que debería ser para ellos el parlamento. Al contrario, se los ve declarando que están interesados en parecer «constructivos», dialogantes y dispuestos a llegar a «acuerdos» con el piñerismo neoliberal. ¿Pero no fueron acaso elegidos los parlamentarios del Frente Amplio para hacer otra política; una de clara ruptura con el régimen político y económico neoliberal de corrupción, además de luchar por imponer las demandas populares separando aguas con quienes gobernaron durante 5 gobiernos sin hacer ningún cambio estructural? Lo que no implica no luchar con acciones puntuales por medidas concretas con ellos, pero con el horizonte de radicalizar las demandas y crear consciencia.
Por lo tanto se los y las espera en los territorios sociales para impulsar las luchas y explicar y denunciar el rodaje de la política oligárquica que se practica en el parlamento.
Lo que puede y debe hacer el Frente Amplio
En otros términos, las esperanzas siguen estando depositadas en los y las parlamentarias del Frente Amplio. Pero ellos y ellas deberán responder por su mandato. Para eso debe haber vigilancia democrática ciudadana. En sus espaldas reposa la gran responsabilidad histórica de explicar todo el tiempo a la ciudadanía el diseño y la estrategia neoliberal del gobierno de Piñera en su versión frontal o atenuada y solapada, así como las movidas oportunistas de la DC y de los políticos de eso que fue la Nueva Mayoría, los PPD Y PS. Sin olvidar y comentar duramente el centrismo timorato de los comunistas y su apego al sistema de dominación. Los y las parlamentarias del FA deberán ser capaces de desmontar las ofensivas políticas de Piñera destinadas a reforzar el poder del capital y de la clase que domina a Chile desde siglos. Su labor es estar al lado de los movimientos sociales y de sus luchas. La política del FA debe ser educativa y de lucha. Mirar al futuro desde el presente y sin olvidar el pasado reciente desde el 2006. Y después de las reiteradas provocaciones de J.A. Kast que corresponden a una estategia, combatir la emergencia del neofascismo.
Los y las parlamentarias del Frente Amplio tendrán que situarse en el conflicto contra los que engañan, depredan, saquean y abusan en Chile. Deberán desmarcarse de quienes durante años practicaron el diálogo y el consenso que sólo sirvió para que la derecha neoliberal y conservadora saliera fortalecida y se aprovechara de una política timorata y de los desaciertos e incompetencia de la Concertación-Nueva Mayoría. Lo que les permitió retomar las riendas del poder. Es lógico. El trabajo en los territorios sociales debe prevalecer por sobre la asistencia a comisiones parlamentarias. Más vale una buena asamblea popular ahí donde se crea vínculo y poder social como en una sede deportiva o social; en una universidad, liceo, oficina o sede sindical que eduque y muestre los engranajes del poder, que las transacas en los pasillos del mausoleo legislativo.
Notas.
(1) Gilbert Achcar, investigador y profesor de la Universidad de Londres escribe: «Al año siguiente de haberse reunido en Florencia en 1999, los dirigentes de la Tercera Vía y seguidores de Blair, Clinton, d’Alema y Schröder se reunieron en Berlín, dónde ampliaron su círculo político con pretensiones intelectuales (teorizadas por el sociólogo inglés A. Giddens) a otros dirigentes europeos así como a latinoamericanos como el brasileño F.H. Cardoso, que ya había estado en Florencia, y a dirigentes como el argentino Fernando de la Rúa (el mismo que debió huir de la Casa Rosada en un helicóptero para la crisis del 2000 2001), al chileno Ricardo Lagos y al sudafricano Thabo Mbeki. Los 14 jefes de Estado y de gobierno reunidos adoptaron un comunicado con el pomposo título «La gobernanza progresista en el siglo XXI», a medio camino entre un manual de ideas simplonas y la más insípida literatura electoral». Fueron los años gloriosos del cretinismo «progresista» del PPD de Girardi y del socialismo renovado del PS Chileno. Ver artículo completo en: http://www.contretemps.eu/declin-social-democratie/
(2) http://www.latercera.com/negocios/noticia/alfonso-swett-retrato-presidente/103341/
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