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Reseña de La historia del cuanto (una historia en 40 momentos), de Jim Baggott

Una historia apasionante sobre una temática científica-filosófica no menos apasionante

Fuentes: El viejo topo

El tema de este nuevo libro de Buridán es este: «La aparición de la teoría cuántica nos empujó hasta levarnos al borde de un precipicio epistemológico; desde mediados de los años 1920 hemos vivido con el temor de dar un paso más y despeñarnos» (p. 14). Si esta reflexión no les dice nada de nada, […]

El tema de este nuevo libro de Buridán es este: «La aparición de la teoría cuántica nos empujó hasta levarnos al borde de un precipicio epistemológico; desde mediados de los años 1920 hemos vivido con el temor de dar un paso más y despeñarnos» (p. 14). Si esta reflexión no les dice nada de nada, interrumpan la lectura. Este no es su libro, no hay duda. Pero si les dice algo, y casi seguro que les dice algo, entonces…

Mi opinión de entrada y de salida, mi consejo no ocultado de lector entusiasta: no se pierdan este libro. Volverán a él en repetidas veces. Como libro de consulta para las temáticas que en él se desarrollan. Si tienen interés, directo o indirecto, profundo o un poco más superficial, por las ciencias físicas del siglo XX, por su historia, por las reflexiones epistemólogicas anexas, por las centrales temáticas filosóficas implicadas, este es o puede ser uno de sus libros esenciales.

No les oculto las dificultades que presentan algunos pasajes; existen y no son dos o tres (cuanto menos en mi caso). También encontrarán algunas formulaciones matemáticas no elementales (en muy pocas ocasiones en este caso). Pero no importa, no es asunto decisivo para sacar rendimientos gnoseológicos, ampliación de horizontes e indudable goce intelectual. Si les pasa como a mí y entienden, pongamos por caso, el 35% del contenido, habrán ganado mucho. Mucho es mucho. No saldrán como han entrado, desde luego que no.

Aparte de la historia de la mecánica cuántica, una disciplina especialmente enrevesada para los que no estamos muy puestos, con grandes e interesantes derivaciones filosóficas, y sus desarrollos posteriores hasta hoy mismo (el texto original es de 2011), son muchas las lecciones que se nos brindan sobre temas de historia de la ciencia, de filosofía de la ciencia, de historia a secas, de filosofía en general e incluso de política (aunque algo menos como es lógico en un libro de estas características).

Diré más: si tienen ocasión de organizar un seminario con 40 sesiones, dirigido por un físico-filósofo versado en asuntos de historia de la ciencia, este libro es un magnífico candidato para acompañarles en el estudio. Tomen nota, por favor, y no se olviden de la sugerencia. El mismo autor (que es físico y barre un poco para casa) lo señala en las primeras líneas: «Casi todo lo que creemos saber acerca de la naturaleza de nuestro mundo proviene de una teoría física. Esta teoría fue descubierta y refinada durante los primeros treinta años del siglo XX y ha llegado a ser simplemente la teoría física más exitosa jamás concebida. Sus conceptos forman la base de buena parte de la tecnología del siglo XXI que nos hemos acostumbrado a dar por descontada» (p. 13).

A lo que inmediatamente después añade: «Pero hemos pagado un precio muy elevado por este éxito, porque esta misma teoría ha minado nuestra habilidad para entender el mundo al nivel de sus constituyentes más fundamentales». El mundo, por supuesto, está lejos de ser como nos aparece a simple vista, echando mano de nuestros sentidos más esenciales, más o menos deteriorados. La cuántica nos muestra y apunta hacia escenarios muy distintos, aparentemente paradójicos, extraños, muy extraños, incluso contradictorios respecto a nuestra lógica usual.

Un breve apunte sobre el autor: Jim Baggott es un físico que lleva más de 20 años escribiendo sobre filosofía e historia de la ciencia. Colabora de forma habitual nada menos que en Nature y New Scientist, ha recibido varios galardones por su labor como investigador y divulgador y ha escrito hasta el momento más de diez libros en su faceta de divulgador de la ciencia, física especialmente. Uno de esos diez libros, Guía de la realidad para principiantes, también fue publicado por Buridán. Josep Sarret, por supuesto, fue su traductor.

La estructura del libro que comentamos: Prefacio. Prólogo. I. El cuanto en acción. II. La interpretación del cuanto. III. El debate cuántico. IV. Campos cuánticos. V. Partículas cuánticas. VI. La realidad cuántica. VII. Cosmología cuántica. Bibliografía. Créditos de las fotografías. Indice. ¡Mucho cuántico/a desde luego! ¡No podía ser de otro modo! Es el tema. Contando los apartados de los diferentes capítulos, esos 40 momentos que se anuncian en el subtítulo.

Para abrir su apetito lector y resumiendo mucho mis preferencias: excelente prólogo en apenas cuatro páginas; buena presentación de los cuanto de Planck y de las aportaciones iniciales de Einstein; apasionante relato sobre las visitas del «oscuro» Heisenberg a Copenhague; didáctica aproximación a la paradoja del gato de Schrödinger y a la mecánica ondulatoria; excelente comentario sobre el principio de incertidumbre; competente presentación del modelo standard de la física de partículas y de la teoría de las supercuerdas; buena elección de las reflexiones de Richard Feynman sobre esta última. Etc. etc.

Eso sí, un glosario de conceptos básicos hubiera ayudado al lector, ignoro (pero tal vez sí) si las aportaciones de los físicos de la Unión Soviética hubieran tenido que tener una mayor presencia, y hubiera estado mejor que bien que el capítulo dedicado al proyecto Manhattan -«Interludio: primera guerra de la física. Navidad de 1938-agosto de 1945»- hubiera tenido mayor extensión.

Por lo demás, y como suele ocurrir en la literatura anglosajona, los autores se alimentan en general de sí mismos, sin referencias exteriores. No hay ni una sola indicación por ejemplo, sobre la obra Mario Bunge, que, como es sabido, ha escrito mucho y mucho de interés sobre el tema desde perspectivas científicas y filosóficas, comentando por ejemplo el concepto de causalidad de la cuántica y criticando las reflexiones irracionalistas anexas. Su ensayo es un clásico de esta temática.

En todo caso y con la prudencia del mundo, no siempre las formulaciones filosóficas del autor están conseguidas. Falta un poco de finura, de matiz. Este paso que les copio a continuación es un ejemplo: «Durante más de cuatro siglos hemos alimentado la creencia (deberíamos seguramente hablar de fe) de que la investigación basada en hechos y respetuosa con los baremos del rigor científico podía revelarnos los verdaderos mecanismos de la naturaleza». Pero cuanto se descubrió que las leyes o mecanismos de la naturaleza eran mecanismos cuánticos, prosigue el autor, «el mundo de la ciencia y el de la filosofía entraron en un rumbo que llevaba inexorablemente a la colisión. En vez de verdad y comprensión, encontramos preguntas muy inquietantes acerca de lo que podemos esperar saber acerca del mundo» (p. 14). ¿Deberíamos, debemos hablar de fe? ¿Por qué? ¿No hay que basar nuestra investigación en hechos y en el máximo rigor que sea alcanzable? ¿Por qué esos dos campos, ciencia y filosofía, debían entrar en colisión? ¿Lo hicieron de hecho más allá de las turbulencias en momentos de zozobra e incomprensión? ¿No ayudan a la verdad y comprensión hacernos preguntas inquietantes sobre lo que podemos saber acerca del mundo?

La traducción, una vez más, es del director de la Biblioteca Buridán, Josep Sarret Grau. Garantía asegurada en un trabajo que en este caso, y en tantos otros pero especialmente en esta caso, no era fácil, nada fácil. Hay que saber mucha ciencia, mucha historia, mucha filosofía, seguir bien argumentos intrincados y tener un excelente dominio del inglés y del castellano, aparte de conocer técnicamente un tema no trivial, para no meter la pata hasta el fondo y en repetidas en ocasiones. Y el director de esta magnífica colección de divulgación científica y filosófica, imprescindible en mi opinión para nosotros, para los aficionados a la cultura científica en sentido amplio (es decir, todos), no lo hace, no mete la pata. Nunca.

Fuente: El Viejo Topo, mayo de 2018