Los cantos de sirena de Francisco Vidal al Frente Amplio son más bien un abrazo del oso. Algo paralizante. F. Vidal, ex ministro concertacionista, vocero y PPD emblemático, que practica el saludo con la mano en la frente con sus viejos amigos de la Escuela Militar, es un asiduo articulista sabatino en El Mercurio. Este […]
Los cantos de sirena de Francisco Vidal al Frente Amplio son más bien un abrazo del oso. Algo paralizante. F. Vidal, ex ministro concertacionista, vocero y PPD emblemático, que practica el saludo con la mano en la frente con sus viejos amigos de la Escuela Militar, es un asiduo articulista sabatino en El Mercurio. Este domingo se repetía el plato. En una entrevista en Reportajes (*), de más de una página, se explayaba -haciendo gala de su lenguaje campechano- sobre los escandalosos contratos de ejecutivos en TVN con otro ex cadete amigo, un tal Mikel Uriarte, piñerista (ex del cargo en TVN también) de la primera hora. Francisco Vidal fue de esos que celebraron con un asado entre cadetes el golpe militar de Pinochet los días siguientes al 11 de septiembre de 1973.
Algunos dirán que el también historiador está en su derecho de corregir más tarde el tiro. De enmendar errores del pasado puesto que un cadete militar es por definición un adoctrinado: un individuo incapaz de pensar por sí mismo. Y que más tarde «se pegó la palmá». Así se olvidan aquéllos, que habiendo sido también soldados, marinos, aviadores y cadetes u oficiales hicieron uso de su razón y se retiraron antes de los «institutos militares» para participar en aquel gran movimiento histórico que fue el avance social de amplios sectores del pueblo durante el gobierno de Salvador Allende y de la Unidad Popular. Y también los otros, que lo hicieron con riesgo de muerte desde dentro de las ramas de la FF.AA. Muchos de ellos fueron, junto con los primeros, torturados, desaparecidos y asesinados a partir de septiembre 1973 por la oficialidad fascistoide de la que Vidal recibía órdenes y a la que rendía pleitesía en aquel momento.
Pero vayamos al grano. Vidal en El Mercurio se las da de analista y estratega político del PPD; el partido que se ha mantenido gracias a las platas sucias de Julio Ponce Lerou, el magnate de SQM. En su columna mercurial sabatina del 21 de julio el ex vocero concertacionista distingue lo que él denomina «las tres oposiciones»: la 1. es la democratacristiana, la 2. es la del Frente Amplio y la 3. es lo que queda de la Nueva Mayoría menos la DC, es decir el PS, PPD, PR, y el PC por supuesto. Cada una de estas fuerzas políticas, según el dirigente PPD, estaría en busca de su «identidad». En otros términos todavía no tienen un relato para existir.
Según Vidal estos partidos (incluyendo al FA) no sabrían para dónde ir ni qué proyecto impulsar.
Al mismo Vidal no se le ocurre caracterizar al gobierno empresarial de Piñera como represivo e incapaz de reconocer los derechos del pueblo mapuche. Para qué hablar de hacer un balance histórico de lo que fue el sabotaje de la Concertación-NM a las demandas ciudadanas en derechos sociales y económicos y su responsabilidad en la entrega de la banda presidencial a Piñera, en un sistema político donde éste fue elegido con el voto del 26,5 % del padrón electoral. Experto en cifras, ésta, Vidal no la cita.
Menos aún se le viene a la mente al susodicho, en su condición de ex presidente del directorio de TVN, reconocer su participación en la destrucción del canal de Televisión (pública) Nacional, privatizado en la práctica para usufructo y repartija entre las fuerzas duopólicas de la ultraderecha y de la mal llamada centro-«izquierda» concertacionista (también neoliberal).
Nada de eso. El historiador se hace el leso; no ejerce su calidad de «historiador» que revisa los hechos; sólo la de aprendiz de estratega, de cadete de la Escuela Militar del 73. Un Von Clausewitz de cuarta.
Como si no supiéramos, por su práctica pasada y reciente (¡así los reconoceréis! dice una cierta sabiduría antigua, y ¡no los olvidéis! dice la experiencia popular!) para dónde van los de la ex Concertación-Nueva Mayoría … hoy dispersos, pero mañana juntos en la defensa de los cimientos del modelo, ¡si la misma DC acaba de aprobar en masa la ley de precarización de la juventud trabajadora-estudiante propuesta por Piñera-Monckeberg!
Y como si la votación obtenida por Beatriz Sánchez en primera vuelta, así como los 21 parlamentarios del Frente Amplio no fueran la nítida expresión de un rechazo ciudadano total a la política neoliberal y corrupta practicada por la NM-Concertación y Chile Vamos. Es lo que define a los ojos ciudadanos y populares los contornos políticos del Frente Amplio. Alguien que se les plante a los poderosos y que no se entregue al abrazo del oso.
Es la expectativa de ruptura con la cultura del duopolio que ha hegemonizado la vida política desde la transición con sus acuerdos, transacas, consensos y comisiones la que tendría que definir la identidad y lo que deberían ser las prácticas del Frente Amplio, en el parlamento y afuera, en los territorios sociales.
Porque la Nueva Mayoría nunca fue a lo esencial: obtener derechos sociales completos, desmantelar el poder de la oligarquía empresarial (incluso llegó a complotar contra el pueblo mapuche como lo hizo el socialista Aleuy, por ejemplo) y su institucionalidad política y económica expoliadora conformada por los grandes grupos bancarios y financieros; las Isapres, AFPs, empresas mineras, forestales, de la energía, grupos mediáticos, farmacéuticos, pesqueros, universidades e institutos privados etc.
¿Cuál es la motivación táctica de Vidal en su columna mercurial entonces? Simple. Propone levantar una «plataforma común entre todas las fuerzas opositoras» para reconquistar el gobierno. De programa no dice nada; sólo le interesan los votos para ganar las elecciones de gobernadores y municipales. Se trata de subsumir y asfixiar toda alternativa que podría representar el FA.
Que hay que sacar a la ultraderecha empresarial del poder es más que obvio. No obstante, la cuestión clave es el tipo de alianzas políticas y sociales que el Frente Amplio puede construir, cómo, y el programa que debe levantar. Ahí sabremos si la «nueva» fuerza política llegó para parlamentarizarse o para construir un proyecto político con un horizonte feminista (cuidado con el feminismo a la neoliberal diría Nancy Fraser), ecologista, antineoliberal, latinoamericanista y por lo tanto necesariamente democrático y con visos anticapitalistas. Lo que significa mucha educación popular y trabajo de terreno con los medios disponibles por los partidos del FA.
Nada sirve silenciarlo. Hay sectores del Frente Amplio dispuestos a utilizar métodos burocráticos y están con la oreja dispuesta a escuchar a Vidal en lugar de adoptar al interior del FA una política de deliberación abierta que conduzca a un Congreso de orientación; única manera de hacer realidad la democracia interna; condición sine qua non para ser una fuerza política integradora y ciudadana mayoritaria. Al FA, después de una serie de tumbos políticos, se le exige tener valores y propuestas que lo distingan en todo sentido de los partidos del duopolio y de la ex Nueva Mayoría en el plano ético, político, social y económico. Deslindarse de ellos y sólo eventual y puntualmente construir bloques opositores en torno a cuestiones programáticas del FA con parlamentarios incorruptibles (como Gutiérrez y Hertz del PC y otras). Como ha sucedido en el caso llevado a la Suprema de destitución de Abbott.
Es desde los territorios sociales que una nueva organización debe construir su poder; poder que es popular. Y en el que deben reconocerse los asalariados, trabajadoras, profesionales, jóvenes, estudiantes e inmigrantes. Son los que se abstienen de votar. Poder del pueblo que debe ser una garantía de control contra las derivas demagógicas y las conductas burocráticas de los parlamentarios y parlamentarias. Taras institucionales que acechan a quienes quieren cambios. Pues para eso están los ritos, presiones, pauteos, códigos, etiquetas ridículas, coberturas mediáticas, fotos al estilo todos juntas y revueltos. Ese conjunto difuso de normas que interiorizadas, el sociólogo Pierre Bourdieu llamaba el habitus. Éste hace que el más listo o lista, probo o proba, baje la guardia, se distancie del pueblo real y se mimetice con los procederes de la casta política y con la política espectáculo. Con la consecuencia inevitable que la mayoría ciudadana y popular perciba el bulto y no un proyecto.
Evitar trampas, desechar los métodos burocráticos y combatir las taras es el primer desafío del Frente Amplio; el segundo es hacer prueba de voluntad democrática y preparar ya un Congreso de orientación.