Muchas de las películas latinoamericanas presentes en las diversas sesiones de Locarno 2018 (que se desarrolla entre el 1 y el 11 de agosto), son producidas en colaboración entre casas productoras, festivales o fondos públicos de diferentes países. La coproducción se convierte hoy en un fenómeno de importancia que puede aportar a la autonomía cultural […]
Muchas de las películas latinoamericanas presentes en las diversas sesiones de Locarno 2018 (que se desarrolla entre el 1 y el 11 de agosto), son producidas en colaboración entre casas productoras, festivales o fondos públicos de diferentes países. La coproducción se convierte hoy en un fenómeno de importancia que puede aportar a la autonomía cultural de un país o región. Quedan pendiente mejorar los canales intrarregionales de distribución.
El film Tarde para morir joven, de la realizadora chilena Dominga Sotomayor, una de las dos latinoamericanas de la Competición Internacional, contó con fondos provenientes de Chile, Argentina, Brasil, Holanda y Catar.
Familia sumergida , de la joven directora argentina María Alché, una de los cuatro filmes iberoamericanos de la sesión Cineastas del Presente, es una coproducción argentina, brasilera, alemana y noruega. En tanto otros dos -el mexicano Fausto y la española Trote-, involucran, cada uno de ellos, recursos de al menos dos países diferentes.
La coproducción, que no es un fenómeno nuevo en el mundo del cine, se convierte, sin embargo, de más en más, en un mecanismo casi esencial para la existencia misma del cine independiente latinoamericano.
Un camino realista
Durante varios años «buscamos fondos para mi película en Chile mismo, y no los encontrábamos. Estuve a punto de dejar caer mi proyecto», explica, no sin algo de nostalgia, Dominga Sotomayor.
Hoy, Tarde para morir joven es una realidad y compite con otras 14 obras por el Leopardo de Oro, el premio más importante de la competición locarnesa.
Entre el desaliento de un primer momento y el film finalizado y competitivo proyectado esta semana en las pantallas del festival de Locarno, un elemento detonante: la participación del productor brasilero Rodrigo Teixeira, que movilizó, luego, otros recursos, como los del INCAA (Instituto del Cine Argentino), o los aportados desde Holanda y Catar.
El proyecto pudo así concretizarse a un costo total de unos 750 mil dólares. Con un mes de filmación en el 2017 en Santiago de Chile y todo el trabajo posterior para que llegue, en tanto que estreno mundial, a esta edición 71 del más importante de los festivales helvéticos.
Aproximando así al público europeo las imágenes de esta ficción de 110 minutos que dibujan una experiencia de vida comunitaria en las afueras de Santiago en el momento de la transición política del fin de la dictadura a inicios del año 1990.
Si bien la película tiene pasaporte chileno, «las fronteras nacionales del financiamiento se fueron diluyendo, creándose una estructura internacional con recursos que permitieron realizarla», enfatiza Sotomayor.
La autonomía cultural en debate
El fenómeno de las coproducciones no es nuevo en el terreno internacional, aunque sí es significativa la importancia que va tomando cada día más en América Latina, explica Tatiana Leite, coproductora brasilera del film Familia Sumergida, presente en la selección oficial de Locarno, en la sesión Cineastas del Presente.
En algunos casos, puntualiza, «se están fortaleciendo considerablemente las coproducciones latinoamericanas», sin depender de otros continentes. Se crean relaciones de colaboración de gran calidad, explica Leite. Quien reivindica esta tendencia que latinoamericaniza aún más a su país, Brasil, «que a veces se aislaba demasiado debido a su tamaño de continente y a la lengua diferente del resto».
Esta forma de coproducción que inspiró a su film, desde el respeto, la apertura y la participación horizontal, refuerza y desarrolla la capacidad creativa. «Mis coproductores hicieron aportes importantes que repercutieron positivamente en lo artístico» afirma María Alché, directora de Familia sumergida en la que sobresale la actuación de la reconocida actriz argentina Mercedes Morán. «Siento que este tipo de colaboración puede reforzar la autonomía cultural» de la región latinoamericana frente al resto del mundo, reflexiona.
El film, que contó finalmente con el apoyo principal de entidades y productoras de Argentina, Brasil, Alemania y Noruega, recibió también 50 mil francos (semejante valor en dólares estadounidenses) de *Vision Sud Est*, que es el Fondo Suizo de Ayuda a la Producción cinematográfica.
¡Cuidado con los riesgos!
El sistema de coproducción va adquiriendo una importancia significativa en particular en Latinoamérica, África y Asia. Sin analizar algunos acuerdos oficiales, incluso bilaterales, que existen entre Estados,»la colaboración entre firmas productoras, entes y fondos públicos, adquiere un rol relevante en la producción latinoamericana», explica Thierry Jobin, experto cinematográfico y director del Festival Internacional de Filmes de Friburgo (FIFF).
Presente como cada año en Locarno, Jobin considera esta tendencia como muy positiva. «Una forma de intensificar el diálogo entre sujetos principales del mundo del cine; de reforzar la producción, en especial en aquellos países con menos recursos; de ampliar las posibilidades de promover la actividad fílmica; de enriquecerse mutuamente» subraya.
Una consecuencia de la globalización que «puede aportar incluso a la democratización de la cultura», insiste Thierry Jobin. Quien explica que en Friburgo, -uno de los festivales suizos como más espacio para la producción del Sur-, «promovemos activamente ese encuentro entre realizadores y productores de todas las latitudes, muchos de los cuales mantienen y refuerzan, luego, sus contactos e intercambios».
Tendencia, sin embargo, que produce también riesgos, alerta el experto suizo. Señalando, dos aspectos que pueden ser contra productivos si no se manejan con criterio. «En primer lugar, lo que nos dicen algunos realizadores del sur, las exigencias de ciertos productores del Norte para que participen en talleres, espacios, encuentros, antes de definirles los fondos de apoyo». Inflación de exigencias que puede conspirar contra la misma capacidad artístico-productiva.
«En segundo lugar, el interés escondido que puede haber detrás de algunas coproducciones: que fondos destinados para una película no sean totalmente libres y deban ser empleados en el país donde se origina el apoyo», explica Jobin.
Promover la distribución alternativa
Sin negar la trascendencia de la co-producción como factor estimulante de la producción cinematográfica, «faltan todavía políticas dinámicas que permitan mejorar la distribución de los filmes de autor en regiones como América Latina», enfatiza Stéphane Goël.
Para el cineasta helvético que presenta en Locarno su último film Insular -sobre la descendencia helvética en la lejana isla Robinson Crusoe del Pacífico chileno-, su experiencia le indica que tan significativa como la promoción de la producción es también asegurar que las películas puedan mostrarse.
«Me sorprende saber, por ejemplo, que el principal mercado de los 150 filmes brasileros producidos anualmente, es, en primer lugar, Francia, muy por detrás Portugal, y tremendamente atrás, los otros países sudamericanos», concluye.
*en colaboración con swissinfo.ch
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.