Recomiendo:
0

Hendaya, División Azul y campos de concentración nazis

Fuentes: Rebelión

Se conocen pocos detalles de lo que ocurrió en la entrevista entre Francisco Franco y Adolf Hitler. Fue un 23 de Octubre de 1940. Lo que sí sabemos es que el jefe del Estado español no era demasiado apreciado por los oficiales germanos. Tras derrotar a Francia, Hitler se planteó la toma de Gibraltar como […]

Se conocen pocos detalles de lo que ocurrió en la entrevista entre Francisco Franco y Adolf Hitler. Fue un 23 de Octubre de 1940. Lo que sí sabemos es que el jefe del Estado español no era demasiado apreciado por los oficiales germanos. Tras derrotar a Francia, Hitler se planteó la toma de Gibraltar como un paso importante en su pugna por doblegar a Gran Bretaña y Franco era un colaborador necesario. Pese a todo se entablaron negociaciones para una posible entrada de España en la guerra junto al Eje.

Unos meses después del final de la guerra civil española, con el ataque del ejército alemán a Polonia, comenzaba la otra guerra en Europa, que se convertiría en confrontación mundial tras el bombardeo japonés a la base naval norteamericana de Pearl Harbour. Fue una guerra global, seis años de destrucción y muerte, que Franco y su dictadura pudieron evitar, aunque hubo miles de españoles que participaron, contra el fascismo o contra el comunismo. Y en esos años de posguerra española y de guerra mundial, Franco construyó su paz y salvó su patria. Mientras Franco consolidaba su dictadura, la Segunda Guerra Mundial ponía patas arriba el mapa de Europa, salido de la Primera Guerra (1914-1918). Entre 1939 y 1941, siete dictaduras de la Europa del este cayeron bajo el dominio de Alemania o Italia: Polonia, Albania, Yugoslavia, Grecia, Lituania, Letonia y Estonia; y siete democracias fueron desmanteladas: Checoslovaquia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia.

En ese marco, España pidió a Alemania ayuda material y militar y el reconocimiento de diversas demandas territoriales en el Marruecos francés. Hitler, poco interesado en las cuestiones mediterráneas, no estaba dispuesto a pagar un precio tan alto por la entrada de España en el conflicto. La falta de entendimiento y el progresivo cambio del signo de la guerra en beneficio de los Aliados, alejaron definitivamente la perspectiva de la entrada de España en el conflicto. Franco multiplicó los gestos de concordia hacia los aliados y en octubre de 1943 abrazo la neutralidad.

Según Serrano Suñer (El País 23 de diciembre de 1.978), los alemanes tuvieron gran interés en empujarnos, aunque sin violencia física ni malos modos, para intervenir en la guerra a su lado; ya fuera como beligerantes, ya como sometidos, principalmente por su interés en la conquista de Gibraltar, a cuya posesión concedían la mayor importancia estratégica. Según el que fuera ministro de Exteriores, Franco resistió, y la política de «amistad y resistencia» libró a España de la guerra, pese a la vecindad armada.

La entrevista se celebró en el Erika, el tren especial del Führer. El día es soleado en la localidad fronteriza y ambos charlan desenfadadamente antes de la cita que debe servir para que España entre en la guerra mundial: «No podemos dar por ahora garantías escritas a los españoles respecto a la cesión de territorios de las posesiones coloniales francesas» explica Hitler a Ribbentrop: «Si les facilitamos algún documento escrito sobre esta cuestión tan delicada, más pronto o más tarde, dada la locuacidad de los latinos, los franceses se enterarán de ello». El diálogo no presagiaba un fácil entendimiento entre los dos dictadores.

En el vagón de tren de Obras Públicas, además de Franco viajan el ministro de Exteriores Serrano Suñer, el Barón de las Torres, Enrique Giménez Arnau, director general de Prensa, el General Espinosa de los Monteros, embajador español en Berlín y el General José Moscardó, jefe de la casa militar del Caudillo. El disgusto del Generalísimo va en aumento, por el retraso con el que va a llegar a su cita con el dueño de Europa. Franco iba a plantear las dificultades de España para aprovisionarse, ya que EEUU y Argentina, que proporcionaban trigo y carburante a España, seguían ordenes de Londres. Lo cierto es que España necesitaba de todo y no recibía nada de nadie.

Hitler toma la palabra y como si no hubiera escuchado nada de la disertación de Franco, comienza un largo soliloquio sobre la situación de la guerra y las eventualidades futuras. En resumen, Gran Bretaña estaba ya vencida y sus esperanzas de que la entrada de Rusia o Estados Unidos cambien el signo, son sin duda vanas. La fabulosa cantidad de divisiones ofensivas de las que dispone Alemania, son suficientes para que el frente Este, muy alejado de Gran Bretaña, no alivie la presión militar sobre las islas. Con respecto a EEUU no se debe temer un ataque durante el invierno. «Hasta que la potencia militar americana esté totalmente en marcha pasarán de 18 a 24 meses por lo menos». Los argumentos del Führer, pretende convencer a Franco de la victoria final de la Alemania nazi y la conveniencia de estar a su lado. Según Paul Preston, Franco ansiaba que los alemanes le pusieran en bandeja el control de una buena parte del norte de África. Según Joaquín Bardavío en su obra «El reino de Franco«, el español acudió a Hendaya, considerando que podría hacerse con «la totalidad de Marruecos, parte de Argelia y ampliaciones en el Sáhara y Guinea.

Los colaboradores del Führer entendían que «la situación interior de España está tan deteriorada que resulta un socio político inservible. Tenemos que lograr los objetivos esenciales para nosotros (Gibraltar) sin su participación activa». No fue la única opinión negativa. El Secretario de Estado germano, Weizsäcker, también cargó contra España: «En mi opinión, debe dejarse a España fuera del juego. Gibraltar no vale la pena. Perdiera lo que perdiese allí Inglaterra, pronto lo compensaría con las islas Canarias». El tono de voz de Franco tampoco pasó por alto en la entrevista. Hitler afirmó tras la entrevista que Franco le había sacado de sus casillas con su «voz baja y reposada, cuyo monótono soniquete recordaba al amuédano llamando a los fieles a la oración». Una vez que salió del vagón, espetó en voz baja: «Con estos tipos no hay nada que hacer».

Hitler, durante parte de la intervención de Franco bosteza visiblemente, mientras Franco desgrana concienzudamente sus puntos de vista. Schmidt escribe: «Hitler se iba mostrando cada vez más inquieto. Se percibía claramente que la marcha de la conversación le ponía nervioso». El caudillo se enreda en una larga explicación sobre las pretensiones en el Marruecos y las particularidades históricas del protectorado en relación con España: en palabras de Serrano: «Franco expuso el problema en todas sus dimensiones y en todos sus antecedentes: la suma de todos los sacrificios que a España había costado Marruecos para que luego el mayor beneficio recayera sobre Francia».

Hitler, abrumado, hace el amago de marcharse; se levanta y balbucea que no tiene ningún sentido seguir hablando, aunque casi inmediatamente, lo piensa mejor y vuelve a sentarse para intentar convencer a Franco. El Barón de las Torres, que hace las veces de traductor, recuerda que Hitler «insiste en que España tiene que tomar una determinación pues no puede permanecer de espaldas a la realidad de los hechos y de que las tropas se encuentran en los pirineos». Los alemanes presentan un borrador de acuerdo, que ya tenían redactado, por el que España debía entrar en guerra cuando Alemania lo solicitara. Franco y Serrano lo rechazan, y las negociaciones se interrumpen.

La reunión no llegó a ser un fracaso. Hitler consiguió salir de Hendaya con la promesa española de entrar en la guerra. Si Hitler hubiera ejercido una firme presión sobre España, habría conseguido su entrada en la guerra del lado del Eje. Agobiado por asuntos más urgentes, cambió de planes, considerando que la cuenca del Mediterráneo no era una zona de gran interés expansionista por parte del Tercer Reich y precisaba evitar pleitos entre la Francia de Vichy y la Italia fascista en el norte de África.

La conferencia de Hendaya fue un acontecimiento histórico importante para España y sus relaciones internacionales. El objetivo era intentar resolver los desacuerdos sobre las condiciones españolas para su entrada en la Guerra Mundial del lado de las potencias del Eje. Después de siete horas de reunión, Hitler siguió considerando desorbitadas las exigencias españolas. El resultado de la entrevista fue la firma de un protocolo secreto, el Protocolo de Hendaya, donde quedaban recogidos los principales compromisos hispano-germanos: España se adhería al Pacto de Acero y se mostraba dispuesta a declarar la guerra al Reino Unido (sin concertar fecha). En contrapartida, España obtendría compensaciones territoriales, como Gibraltar y algunas zonas en África.

La invasión de Francia por Alemania (10 de mayo de 1940), permitió la captura de miles de republicanos españoles refugiados en territorio francés. Muchos acabaron en campos de concentración nazis, especialmente en Mauthausen. Serrano Suñer utilizó las buenas relaciones con líderes de la Gestapo para conseguir la identificación y captura de anteriores autoridades de República, como Lluís Companys, Julián Zugazagoitia o Joan Peiró, entregados a la policía franquista por el régimen de Vichy sin tratados de extradición ni procedimientos legales. Tras la caída de los fascismos en Europa, el nacionalcatolicismo acabó imponiéndose en un país convertido en reino sin rey en 1947, aunque tenía Caudillo (El mito de la habilidad de Franco. Julián Casanova), y en el que el partido único dejó de tener aliados en Europa a partir de 1945.

El Gobierno español auspició el alistamiento de voluntarios españoles para participar en la ofensiva contra la Unión Soviética. La División Azul, bajo el mando del general Muñoz Grandes y la Escuadrilla Azul, entraron en combate entre septiembre y octubre de 1941, y sus 47.000 efectivos continuaron luchando hasta la primavera de 1944. La División tuvo 4.954 muertos en el frente, 8.700 heridos, 2.137 quedaron mutilados, 372 de sus hombres fueron hechos prisioneros por el Ejército Rojo. Sólo unos pocos sobrevivieron a los largos años de privaciones y trabajos forzados durante su cautiverio en los gulag. Por cierto el anterior Gobierno del PP, repatrió muerto de la división Azul, dejando en cunetas a las victimas de la dictadura.

Hubo otra trágica consecuencia, tras los acuerdos de Hendaya: Franco y Serrano Suñer, colaboraron con Hitler en las deportaciones de españoles y judíos, por lo que miles de españoles pagaron con su vida y sufrimiento en los campos de concentración nazis. Gibraltar siguió siendo Ingles.

@caval100

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.