Tras la irrupción de Vox en el parlamento de Andalucía se ha armado todo un revuelo en torno a la incomprensión de un ascenso que muchos venían avisando desde hace ya tiempo. Ahora nos toca entender como hemos llegado hasta aquí, en que situación estamos y hacia donde puede llevarnos esta deriva. De esta forma, […]
Tras la irrupción de Vox en el parlamento de Andalucía se ha armado todo un revuelo en torno a la incomprensión de un ascenso que muchos venían avisando desde hace ya tiempo. Ahora nos toca entender como hemos llegado hasta aquí, en que situación estamos y hacia donde puede llevarnos esta deriva. De esta forma, la idea base de este artículo es la de ser una radiografía general del contenido discursivo en las elecciones andaluzas: ¿Cómo ha influido el conflicto catalán en las elecciones andaluzas? ¿Y el feminismo? ¿Son relevantes las fake news?
Nacionalismo en Andalucía: El imperio español, Cataluña y la memoria histórica
El primero de los factores clave para entender los resultados en Andalucía, que demuestra una vez más como los movimientos de los partidos a nivel nacional pueden tener un peso notablemente superior a las actuaciones dentro de las comunidades autónomas, es la influencia del nacionalismo, azuzado por el conflicto catalán y el debate en torno a la memoria histórica.
Concretamente podemos observar dos momentos de auge del nacionalismo en el último año y medio. Durante el gobierno de Rajoy, especialmente a partir del 1-O, vivimos una escalada en la tensión del nacionalismo español y catalán que daría lugar a la revolución de los balcones: ese movimiento que ha adornado las calles de media España con banderas tanto constitucionales como, por desgracia y con demasiada frecuencia, anticonstitucionales. Dicha revolución influyó profundamente en la intención de voto de los españoles, principalmente polarizando a la sociedad entorno al eje sí-no del derecho a decidir. Con el paso de los meses la tensión comenzó a normalizarse y los balcones comenzarían a vaciarse, es indudable que «la revolución de los balcones» es un movimiento que escenifica perfectamente el momento por el que pasa la sociedad española actual, un fiel reflejo del sentimiento nacional, y que es y será digno de estudio.
Sin embargo, no será hasta junio de este año cuando el nacionalismo encuentre una nueva ruta por la que inervar sus exaltadas consignas, con la moción de censura y el gobierno del PSOE, bajo discursos que proclamaban a Pedro Sánchez el mayor traidor a la patria por su «golpe de estado» junto a los independentistas (ERC y CDC), los «etarras» (EH Bildu) y los «bolivarianos» (UP), todo un conjunto de golpistas. No solo serán los discursos de la oposición los que polaricen la sociedad, el gobierno del PSOE, en un intento de imitar el progresismo de Zapatero y hacer un guiño a los votantes de izquierda que se marcharon a UP o a engordar las cifras de la abstención, ha incluido en el día a día el debate sobre la memoria histórica . Así, sacar a Franco del valle de los caídos nos ha inducido en otro debate más que separa a dos Españas de forma irreconciliable.
Estas situaciones han revivido debates y argumentarios que los principales partidos beneficiados, PP y Cs, se han encargado de mantener, exaltar y normalizar para atraer al electorado. Tal vez no eran conscientes, o sí, de que estas inquietudes abrían una nueva grieta en el sistema de partidos, un espacio político que acaba de ocupar Vox.
Es interesante atender a los paralelismos entre la aparición de Podemos y la de Vox . Podemos encontró en el 15M y la crisis económica un momento en el que su discurso podía calar y reproducirse en la sociedad civil. En cambio, Vox lo ha encontrado en la España divida, la de la revolución de los balcones, la nacionalista, y no sería descabellado pensar que tal vez sus orígenes se encuentren en el mismo 15M, mientras que media España clamaba en las calles «PPSOE la misma mierda son», la otra mitad se refugiaba en su salón y expresaba el mismo descontento: el PP, esa «derechita cobarde» de la que habla Abascal, no se diferenciaba demasiado del PSOE, aunque para esta España la solución no sería un nuevo partido formado por profesores de la complutense.
La aparición de Podemos frenó la posibilidad de que una extrema derecha ganara apoyo en España, pero su incapacidad para adaptarse al momento nacionalista junto a las circunstancias propiciadas por el resto de los partidos , han preparado el caldo de cultivo perfecto para que un partido de extrema derecha como VOX encuentre su espacio público en la representación política institucionalizada. Sus 12 escaños en Andalucía, le ofrecen un altavoz, tal y como lo sería para Podemos después de las elecciones europeas de 2015. Ahora Vox podrá explicarnos a todos su proyecto de reunificación del imperio español en programas de prime time.
¿Y el voto feminista?
Es evidente que el feminismo es uno de los movimientos que han marcado con más fuerza la agenda política y mediática de los últimos meses, sobre todo desde el increíble apoyo de una parte de la ciudadanía a la manifestación del 8M, día de la mujer trabajadora. Pero vamos al tema que nos atañe, las elecciones andaluzas: ¿Cómo ha influido el feminismo en ellas? ¿Dónde está el voto feminista?
Durante la campaña autonómica de Andalucía el feminismo ha visto como ese papel de influencer mediático perdía el pulso con el asunto catalán, un pulso que lleva meses en disputa. Solo podemos ver su influencia en la campaña realizada por Adelante Andalucía, pues era evidente que los herederos del 15m apostarían por este movimiento. Así, imitando las grandes victorias de las alcaldesas del cambio Manuela Carmena y Ada Colau, Adelante Andalucía apostó por mantener a la rebelde frente a la cúpula de Unidos Podemos Teresa Rodríguez, la cual no sólo incluyo un discurso humanista y feminista en su campaña e inundó las redes con él, sino que incluso bromeó con uno de los estandartes del feminismo, la figura de la Khaleesi de Juego de Tronos y sus tres dragones.
Con los primeros datos sobre como votaron hombres y mujeres podemos hacer la siguiente suposición: ya que el movimiento feminista procura desmarcarse de partidos políticos o sindicatos es posible que la influencia de los votantes que se identifica como feministas no sea decisiva o que estos se repartan de forma transversal en los diferentes partidos. Vista la pérdida de 300.000 votantes no parece que a AA le haya reportado un gran beneficio , aunque tal vez sin este discurso feminista los resultados serían aún peores. De otro lado, el sentido común nos llevaría a afirmar que el perfil de votante de vox de cara a unas generales estaría conformado por hombres, ya que debido a que su discurso antifeminista, podría movilizar al heteropatriarcado más reaccionario y conservador. No obstante, las últimas encuestas nos hablan de que fue votado de forma paritaria tanto por hombres como mujeres. Ahora bien, el 11,1% de estos votantes afirman haber votado a Vox por su propuesta en contra de derogar la ley de violencia de género, dato que probablemente sea mucho más elevado, pues resulta difícil encontrar personas que se proclamen abiertamente machistas.
Por lo tanto, pareciera que el antifeminismo tiene una capacidad superior para movilizar a su electorado que el feminismo, este fenómeno podríamos explicarlo dentro del encaje teórico del populismo y su búsqueda y determinación para los pueblos de un enemigo común, mientras que el feminismo, representado por movimientos sociales, UP o AA, habla del patriarcado, una etiqueta abstracta y general de la que todos formamos parte como víctimas y verdugos. Frente a esto, el antifeminismo representado por vox utiliza un enemigo común más visible, más palpable para sus electores: «las feminazis».
Fake news en Andalucía
Al igual que Trump en EEUU o Bolsonaro en Brasil, Vox ha incluido dentro de su campaña electoral la mentira en formato periodístico. El fenómeno de las fake news es otro de los factores clave que ha tomado especial relevancia en las elecciones andaluzas con la aparición de Vox y sobre el cual será necesario hacer un análisis, tanto de su efecto en el crecimiento de la formación ultraderechista en Andalucía, como de su posible implementación en el resto de España.
Es indudable que en todos los partidos políticos la mentira está a la orden del día, ya sea de forma más burda y directa o a menudo jugando con la ambigüedad de la palabra, las medias verdades o la simple omisión de información. Pero el fenómeno de las fake news viene a plantear algo nuevo en lo estratégico, en la estética y las formas. La mentira como base de la campaña política no es nueva, Goebbels el ministro de propaganda nazi cuya frase más famosa probablemente sea «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad» puede haber sido su máximo defensor y precursor. Las diferencias entre la propaganda nazi y las fake news actuales residen, no en el contenido, que es bastante similar (en Andalucía se ha centrado principalmente en criminalizar a los colectivos inmigrantes) sino en la forma de hacer circular el mensaje. Las redes sociales son el boca a boca de la posmodernidad, en ellas una mentira puede ser reproducida hasta la saciedad y aunque sus consumidores pueden comprobar la veracidad de las noticias con un simple «click» a menudo ciertos sectores de la población las asumen como verdades absolutas. Da igual que el resto de sus amistades de Facebook o Twitter destapen su falsedad, el sujeto neoliberal cree en la posverdad, educado en la libertad sin barreras, todo lo consumido se hace realidad, se convierte en verdad. De esta forma, este nuevo sujeto no quiere comprobar la veracidad de las noticias que consume, quiere que estas le den la razón, que reafirmen su escala de valores o de lo contrario dejará de consumirlas.
Bajo este nuevo paradigma de lo real se abre un abanico de posibilidades para aquellos cuyos escrúpulos no suponen una barrera, el argumentario se extiende ahora hasta el infinito, la mentira tiene esa ventaja. Si en Andalucía hay cierta sensibilidad hacia la inmigración, el fake criminalizará este colectivo de Schrodinger que nos quita el trabajo y a la vez las ayudas. Si en Madrid el gobierno de Manuela Carmena puede suscitar alguna polémica, la mentira mutará y atacará a esos comunistas que consumen niños ecológicos para cenar y, si en el resto de España la tensión se centra en el independentismo, podremos ver una cadena de WhatsApp en la que los tanques ya pasean por las ramblas.
Numerosos partidos de extrema derecha están usando las fake news de forma reiterada en sus campañas e incluyéndolas en sus discursos y, curiosamente, este fenómeno parece ir ligado al ataque de uno de los pilares fundamentales de la democracia real, el periodismo. Tal vez, Trump, Bolsonaro y Abascal hayan llegado a la conclusión de que si repitiendo una mentira esta se convierte en verdad, repitiendo mil veces una verdad podamos devolverla a su condición de falsedad inicial. Y esto implica declarar la guerra a aquellos que quieran defender la verdad a ultranza, para Trump la CNN es un nido de comunistas mentirosos, Bolsonaro ya ha amenazado con eliminar el presupuesto que destina a la publicidad emitida en los medios críticos a su gobierno y en España Abascal no ha dudado en atacar a la Sexta, con Wyoming, Dani Mateo y Jordi Évole caricaturizados como el trio del mal. De esta forma no solo aseguran su posición respecto a sus mentiras, sino que además crean otro enemigo común que se suma a la lista de independentistas, comunistas, feministas e inmigrantes sobre los que canalizar la irá y frustración de la sociedad civil.
¿Generalizar los datos a nivel nacional? El cambio de discurso
No podemos afirmar que los resultados en Andalucía vayan a replicarse en el resto de España. La pluralidad y características de este país y los diferentes pueblos que en el residen tienen sus propias particularidades, formas de entender la política y tendencias. Pero lo que sí podemos afirmar sin mojarnos demasiado es que estas variables estarán presentes, con mayor o menor efecto, y que tras la irrupción de Vox no van a desaparecer . El independentismo, el feminismo y la lucha por la memoria histórica no han venido para convertirse en un capítulo anecdótico de nuestra historia, lo que sí vamos a ver es un cambio en las formas del debate, la aparición de una nueva estética discursiva que utiliza consignas como «una España grande y libre», «el yihadismo de género» o «Franco no fue un dictador» provocarán la polarización de los discursos, reviviendo esa división genética-histórica propia de este país. El populismo de izquierdas tenía un eje vertical que nos sonaba raro, nuevo, los del 1% frente al 99%, los de arriba contra los de abajo, la casta vs el pueblo. El populismo de derechas viene a plantearnos el eje español de toda la vida, fachas frente a rojos, monárquicos contra republicanos, fascistas vs antifascistas.
Finalmente, creo que es interesante y siento la necesidad imperiosa de apuntar que esta situación es casi calcada a la de la España de los años 30: época de inestabilidad política y dificultad para formar un gobierno duradero (Segunda República), gobierno formado por coalición de izquierdas (Frente Popular), medidas feministas (divorcio), conflictos territoriales (también con Cataluña) y finalmente crecimiento de un nacionalismo reaccionario que tras una guerra civil daría lugar a una dictadura. Esperemos que la historia no se repita.
Hugo Cuevas Soria es especialista en psicología social (Graduado por la universidad pública de Murcia)
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