Las vacaciones, esos cortos periodos de tiempo que utilizamos para olvidar por un momento lo monótono de nuestra actividad diaria, no solo repercuten a modo de recuerdos el resto del año, en el día a día, sino que tienen un notorio efecto en todo lo que nos rodea. Es algo habitual que la gente no […]
Las vacaciones, esos cortos periodos de tiempo que utilizamos para olvidar por un momento lo monótono de nuestra actividad diaria, no solo repercuten a modo de recuerdos el resto del año, en el día a día, sino que tienen un notorio efecto en todo lo que nos rodea.
Es algo habitual que la gente no se detenga a pensar los efectos negativos que acarrea el turismo. Son tantos los beneficios, al menos a nivel individual, que se ha generado una complacencia acrítica respecto a esta actividad.
El turismo es una actividad muy lucrativa. La Organización Mundial del Turismo (OMT) estima que para el año 2010 habrá 1000 millones de turistas internacionales que generarán 1550 millardos de dólares, lo cual supone un pellizco bastante notable.
Hagamos hincapié en lo ambiguo de esta actividad. El turismo representa una alternativa económica con un impacto minorizado frente a otras actividades, como la industria, las explotaciones mineras, la agricultura intensiva… y es un sector intensivo en lo que a empleo se refiere. Sin embargo conlleva una serie de efectos negativos a tener en cuenta, como el aumento del uso de los recursos y de la producción de residuos, la destrucción del paisaje, la pérdida no recuperativa de suelo fértil, la alteración de los ecosistemas, la presión urbanística, la repercusión sobre la cultura hospedadora o el inducir flujos turísticos que a su vez repercuten en el cambio climático (desplazamientos, emisiones, infraestructuras…).
Por todas estas razones debemos catalogar al turismo actual como una actividad insostenible que necesita una reconversión en el marco de la sostenibilidad para que a largo plazo se convierta en una actividad viable ambientalmente, y equitativa para las comunidades locales.
Un intento para esta conversión ha sido el impuesto medioambiental denominado «Ecotasa». La tristemente desaparecida Ecotasa Balear.
España ocupa el cuarto puesto a nivel mundial en ingresos por turismo internacional (30000 millones de dólares) y el segundo puesto en número de visitantes. Estos datos no extrañan a nadie, teniendo en cuenta los 46000 Km. de costa (80% del turismo) y la gran capacidad hotelera (4.7% de la oferta mundial), así como la oferta centrada en las 5 «S» (sun, sex, sea, sand and sangria). El turismo representa el 11% del P.I.B.(4 billones de ptas.) del estado español y genera 1.6 millones de empleos.
En las Islas Baleares esta actividad cobra aún mayor importancia. La mitad del P.I.B. de la Comunidad Autónoma Balear proviene directamente del turismo, el 80% del sector servicios. La oferta hotelera de las Islas es de 390000 plazas. Anualmente reciben 11 millones de turistas. La realidad adyacente a estos números es un crecimiento tan rápido y excesivo que se ha puesto en peligro la rentabilidad del sistema económico balear y la sostenibilidad del medio ambiente. Infraestructuras, servicios y estructuras sociales han llegado a su límite. Se ha sobrepasado la capacidad de carga de este sector y del medio litoral. La respuesta al actual modelo basado en la sobreexplotación y el consumo desenfrenado de los recursos naturales ha sido el citado impuesto medioambiental, la Ecotasa.
En el año 2001 el Gobierno Insular estableció un pacto de progreso con el objetivo de recaudar fondos para realizar proyectos destinados a la promoción del Turismo Sostenible, haciendo hincapié en los temas ambientales. Resultado de este pacto es la Ecotasa.
La Ecotasa es un impuesto turístico que grava estancias en Hoteles y apartamentos, diariamente (0.25-2 euros). Es un impuesto de carácter finalista, ya que se conoce el destino de los fondos recaudados. El destino es el Fondo de Rehabilitación de Espacio Turísticos, que se rige por cuatro directrices: a) Remodelación y rehabilitación de zonas turísticas b) Recuperación de espacios naturales y rurales c) Preservación de bienes patrimoniales y culturales d) Revitalización de la Agricultura y la Ganadería. La aplicación de tales directrices se materializaría en la realización de 72 proyectos en un plazo de 10 años.
Las voces críticas a tal impuesto no se hicieron esperar por parte del Gremio Hostelero y de la oposición política en el Gobierno Balear. Alegan que la Ecotasa naufraga por ambigua, discriminatoria y contradictoria, que carga sobre los activos de un único sector y responsabiliza de su recaudación a empresas y hoteles.
Es cierto que el citado impuesto posee muchos vacíos y que peca de precipitado, ya que debería estar mejor planteado, adecuándose más a la realidad de las Islas. No es menos cierto que los errores se subsanan mediante la experimentación, y a esta iniciativa no se le ha dado oportunidad alguna. Primeramente fue recurrido ante el Constitucional, que levantó su suspensión en Enero del año 2002. La actual crisis en el sector turístico tampoco ha ayudado. Nuevos destinos más competitivos como Turquía y Croacia, los efectos del 11-S y crisis económicas en los principales países emisores (Alemania, Reino Unido) han repercutido gravemente sobre la economía balear.
Tras la últimas elecciones autonómicas y el cambio en el Gobierno Autónomo Balear, su actual presidente (Jaume Matas), pequeño resquicio de aquel Ministro de Medio Ambiente que fue, y su equipo de gobierno no han perdido el tiempo a la hora de eliminar la Ecotasa balear. Por supuesto el apoyo de la industria turística no se ha hecho esperar y grupos como la Federación Hostelera de Mallorca, la Agrupación Hotelera de las Zonas Turísticas de España (ZONTUR) o cadenas hoteleras como Barceló, Riu y Sol Meliá han mostrado su satisfacción ante la supresión.
Un triste año de vida ha tenido esta iniciativa por la sostenibilidad, durante el cual fue capaz de recaudar 36.7 millones de euros. El actual Gobierno Balear pretende garantizar el mantenimiento presupuestario del importe que se obtendría con la Ecotasa, lo cual resultará bastante difícil ya que la crisis turística continua vigente. Es lícito sospechar que la estrategia para paliar dicha crisis será la de aumentar el flujo turístico a las Islas manteniendo así los ingresos intactos, lo cual desembocará en una espiral depredadora y difícilmente reversible que continuará impactando en el medio ambiente.
Mirando hacia el pasado nos queda un mal sabor de boca provocado por la utilización política de un tema cuyo fondo no ha sido la Ecotasa, sino la continuidad de la expansión urbanística y la de la especulación inmobiliaria.
Desde la Sociedad Ambiental Arión deseamos hacer llegar a nuestros representantes políticos la necesidad estatal de un Plan de Turismo Sostenible, ya que el actual Catálogo de buenas intenciones no asegura la sostenibilidad del sector turístico ni del Medio Ambiente.
Xabier Iglesias
Sociedad Ambiental Arión