Un PHN vendido con presupuestos falsos, con presupuestos elevados y derrochadores como es norma en la Administración. ¿Para quién era el PHN? Para el consumo ciudadano, para la agricultura, para el desarrollo turístico. Todo no va junto, aunque se meta en el mismo paquete. Esta claro que tenemos un consumo desmesurado de agua, principalmente en […]
Un PHN vendido con presupuestos falsos, con presupuestos elevados y derrochadores como es norma en la Administración. ¿Para quién era el PHN? Para el consumo ciudadano, para la agricultura, para el desarrollo turístico. Todo no va junto, aunque se meta en el mismo paquete.
Esta claro que tenemos un consumo desmesurado de agua, principalmente en las grandes urbes, y esto es un problema claro de concienciación. Desde el consumo del hogar al derroche industrial, pasando por el riego en los parques, donde las Administraciones se empeñan en poner praderas donde nunca las hubo, en plantar especies no autóctonas. Necesidades que se podrían cubrir con el reciclaje de aguas residuales, miles de hectolitros en las grandes ciudades.
La agricultura de determinadas regiones ya no responde al pequeño agricultor, de población rural, que cultiva sus cosechas o su huerto en sus ciclos naturales. La agricultura hoy es una industria más, con una producción a destajo impuesta por las normas del mercado. Igual que no queremos que se talen los bosques, debemos de ser conscientes del alto precio que estamos pagando por unos productos que responden a intereses ajenos al de nuestra alimentación. La agricultura intensiva que se practica es una puerta abierta a la desertización, a la insalubridad de muchos vegetales y a la explotación laboral de las manos que la trabajan, toda una mala gestión para la madre Tierra.
Lo que hoy se llama «desarrollo turístico» es un modelo que se hace cada vez más insostenible y un camino sin retorno. Queremos llevar agua de una manera ilógica a todos los rincones donde la «mafia del ladrillo» esta construyendo. Es toda una contradicción más o un eslabón de la cadena de este sistema: un país con demanda de vivienda para vivir, con más grúas de obra por metro cuadrado (en la costa) de Europa, y construyendo sin ningún orden segundas residencias fantásticas, con jardines paradisíacos (en medio de la aridez) y piscinas olímpicas para la selecta comunidad de propietarios. El agua tiene limitaciones. Los campos de golf crecen como en Castilla las amapolas. A qué viene ese derroche de un bien tan preciado como el agua. ¿Quién se beneficia de todo esto?
La puesta en marcha del PHN hubiera beneficiado, más si cabe, al «mundillo de la construcción»; de momento sólo con la faraónica obra tenían asegurado unos ingresos millonarios, después la venta de sus proyectos inmobiliarios con agua de lujo. Sin olvidar a la industria agrícola, la del agua subvencionada, despilfarro por doquier. Campos de golf, empresas hoteleras… detrás como siempre: la banca, los oligarcas, los políticos locales, los empresarios del «todo vale». Han vendido este proyecto a ciertas zonas del Levante y Andalucía como desarrollo y lo único que queda claro es que volvía a ser para su beneficio, y repito, más si cabe.
La propuesta de las desalinizadoras se queda como un mal menor. El riesgo reside en cómo y dónde se instalen, la alta densidad de sal que devuelven al mar, puede dañar los ecosistemas costeros. El agua tiene un alto coste que no se debe obviar ni en lo social, ni en lo ambiental. No olvidemos que los distintos gobiernos de este país, sirviendo a los intereses del capital, han puesto en marcha proyectos como Riaño y más recientemente Itoiz, y parece que la herencia de Paco «el rana» sigue dejando huella.
Por último, no olvidar que tras esta derogación hay cientos de movilizaciones de muchos colectivos sociales, que han luchado por algo justo, nuestro y de todos, como es el agua.