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Vacaciones Unidas

Fuentes: GAIN

Hace pocos días llegó a mis manos el libro «De brazos cruzados.  El fracaso de la ONU en los conflictos internacionales» escrito por Linda Polman ­editorial Debate, Madrid 2004­, un libro fácil de leer que trasmite por medio de trágicas anécdotas, cual es la verdadera función de las «misiones humanitarias» de Naciones Unidas. Desde que […]

Hace pocos días llegó a mis manos el libro «De brazos cruzados.  El fracaso de la ONU en los conflictos internacionales» escrito por Linda Polman ­editorial Debate, Madrid 2004­, un libro fácil de leer que trasmite por medio de trágicas anécdotas, cual es la verdadera función de las «misiones humanitarias» de Naciones Unidas.

Desde que terminó la Guerra Fría y se acuñó el concepto de «intervención humanitaria», para deslavar lo que hasta entonces eran puras intervenciones coloniales, han sido decenas las operaciones de la ONU que han legitimado el despliegue de tropas neocoloniales en amplias zonas del planeta.  De tropas, y de las consiguientes ONG de obediencia gubernamental que asientan los status quo que al Nuevo Orden le interesa en función del área en cuestión.

Esa ONU, muerta desde el 20 de marzo del 2003, y cuyo cadáver ahora se necesita para legitimar la chapuza iraquí, no ha sido sino el instrumento que la hiperpotencia vencedora de la Guerra Fría, y sus aliados, han usado hasta ahora para asentar el Orden que están «globalizando» al planeta.  Pero, la historia de las misiones, las anécdotas que pueblan una década de «intervencionismo salvador», no son sino la mejor prueba de la mediocre incapacidad: nunca logran asentar los presupuestos que publifican con cada operación.  Pero además, lo absolutamente abyecto son los verdaderos objetivos que se esconden tras dichas intervenciones.

«Los salvadoreños llamaban irónicamente «Vacaciones Unidas» a las misiones de la ONU que aterrizaban a «pacificar la zona», según Pascual Serrano, comentarista del texto antes mencionado.  Una definición que vale por mil palabras.

Un repaso a las misiones de «los 90» Somalia, Haití, Ruanda y Sierra Leona, es suficiente para hacernos con una idea de lo citado.  Linda Polman, testigo presencial directo, retrata con nitidez, «el cachondeo» general que define a todas y cada una de las misiones.  Solo sirven para mantener «con pinzas» cierta «estabilidad» mientras «todo lo demás sigue igual».  Obvia clarificadoras y paradigmáticas misiones, documentadas en el mismo sentido, en Bosnia, Croacia, Kosova, TimorS

Linda Polman comenta como «de los diez países que destinan más tropas a las misiones de paz de las Naciones Unidas, nueve de ellos están en la lista de los países más pobres de la Tierra».  Carne de cañón barata para mantener en el lujo a los corruptos gobiernos, siervos de la metrópoli respectiva, que nada hacen por sus ciudadanos.  Por eso, a Bosnia llegó «un batallón de guerreros samburu procedente del desierto septentrional de Kenia y un grupo de pequeños bosquimanos viajó a Somalia en representación de la ONU.  Los cascos azules que fueron a Ruanda eran en su mayoría etíopes, mientras que los de Haití eran yibutianos y guatemaltecos».  No importa si no están dotados ni preparados, ni si resuelven algo sobre el terreno, su función es lavar conciencias y que algunos caciques gobernantes se embolsen unos dólares azules de la ONU aunque sea a costa de la vida de pobres soldados».

«Los cascos azules se han convertido en un producto de exportación para esos países pobres, aunque a menudo sus gobiernos tienen que esperar mucho tiempo antes de que les abonen el dinero de la remuneración y el equipamiento, lo que supone un grave peligro.  Por ejemplo, en Kuwait, los soldados británicos de la ONU localizaron minas con los detectores que habían traído de su país, mientras que los bangladesíes, que no disponían de material, tenían que utilizar palos».

A menudo los ejércitos de las ONU procedentes de países pobres consiguen su equipamiento gracias a otros países, 3000 soldados paquistaníes que fueron a Bosnia recibieron un abrigo del Ministerio de Defensa alemán.  Es probable que otros miembros ricos les cedieran ambulancias y generadores.  «Occidente pone los cañones y el Tercer Mundo la carne de cañón; así es la práctica».

El doble rasero es obvio hasta con los muertos.  «La indemnización que las Naciones Unidas paga por un casco azul de un país rico muerto en acción durante una misión de paz, es cuatro veces mayor que la cantidad que da por un soldado de un país en vías de desarrollo».  Sin comentarios ante la elocuencia.  «La ONU paga 85.300 dólares en concepto de compensación por la muerte de cada soldado de la ONU procedente de un país industrializado, mientras que esa cantidad se ve reducida a unos 19.500 dólares cuando se trata de un casco azul del Tercer Mundo».

Las «misiones humanitarias» tienen objetivos claros, pero respecto a las intenciones publificadas, la fachada es más que evidente.  Los datos hablan por sí solos.  La Carta de las Naciones Unidas establece la financiación de «las misiones de paz».  En 1995, sólo 19 de los 185 países, que integran la organización, había pagado su cuota dos meses después de vencer el plazo.

El resultado es que, el aparato encargado del mantenimiento de la «paz mundial» dispone de un «presupuesto equivalente a la cantidad que los ciudadanos estadounidenses se gastan anualmente en la floristería» y cuenta con «menos personal que la agencia de publicidad Saatchi & Saatchi».

Otro fenómeno de máxima actualidad son los flujos de dinero hacia las empresa privadas en las intervenciones militares de las Naciones Unidas.  «La guerra del Golfo sirvió para abrir los ojos a muchos, especialmente al Pentágono, sobre otra de las importantes ventajas que suponía la privatización del apoyo logístico, pues la presencia de empresas privadas contribuía a tranquilizar a la opinión pública».  Cuantos más empresarios y buscavidas que contratasen «a desgraciados» locales, menos soldados del primer mundo deberían ir a la guerra.  «Sólo en Somalia, las Naciones Unidas se gastaron 166’5 millones de dólares en contratos civiles».  Las empresas del país que más dinero debe a la ONU, EEUU, fueron las que más cobraron de esos fondos, el 37 %, seguidas de Italia e Inglaterra.

Situaciones como las de soldados azules «bailando borrachos y cenando copiosamente hasta altas horas de la madrugada, en campamentos rodeados de refugiados que se matarían por coger los restos de los cubos de la basura de ese festín.  O buscadores de cadáveres en Haití, que se pasan por los hoteles para ofrecerles a los periodistas la ubicación de los muertos a cambio de unos dólares», son meras anécdotas de todo un «tratado» de despropósitos.  Prostitución, tráfico de drogas, trata de blancas, torturas, tráfico de armas, corrupciónS son decenas los ámbitos de «trabajo» de las tropas «humanitarias» y sus adláteres civiles «no gubernamentales».  Sobran comentarios.  –

09/07/04
(*) Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).