ICV se ha agarrado como a un clavo ardiendo a una estrategia política de salvación muy sencilla. Existe en diversos países europeos un porcentaje estable de voto verde que oscila entre el 4 y el 11% y es previsible que se consolide también en Cataluña y en el estado español. Iniciativa aspira simplemente a ocupar […]
ICV se ha agarrado como a un clavo ardiendo a una estrategia política de salvación muy sencilla. Existe en diversos países europeos un porcentaje estable de voto verde que oscila entre el 4 y el 11% y es previsible que se consolide también en Cataluña y en el estado español. Iniciativa aspira simplemente a ocupar ese espacio. Hay que decir que lo están haciendo bien y cuentan con figuras muy aptas para lograrlo, como Joan Herrera y Raul Romeva, que encarnan la imagen perfecta de joven progresista ecologista. Romeva habla, por ejemplo, de gestionar la globalización, lo cual no significa absolutamente nada pero suena muy bien a determinados segmentos del electorado.
Ese no puede ser el objetivo de Izquierda Unida. Un partido verde ocupa un nicho político con un techo electoral que difícilmente supera el 15% en el mejor de los casos. Su vocación es la de un integrante de coaliciones dedicado a impulsar y publicitar políticas ecologistas, siempre temeroso ante la posibilidad de perder su puesto en las instituciones. El informe de gestión de Saura en el reciente congreso de ICV es la expresión de una persona atenazada por el miedo a salir del gobierno, lleno de constantes referencias a la necesidad de estabilidad institucional y de silencios sobre el precio que está dispuesto a pagar para garantizarla. ICV insiste en que, además de ecologistas, son de izquierdas, lo cual es cierto, aunque es más fácil de decir que de mantener: en el parlamento europeo optan por el grupo verde, que no se llama grupo de izquierda verde, lógicamente, porque es una agrupación de organizaciones verdes y no de partidos de izquierda verde. Y en Alemania Los Verdes, que se encuentran en una fase más avanzada de la senda verde que Iniciativa, aceptan el recorte de las conquistas sociales junto a sus socios de gobierno socialdemócratas.
En Cataluña, con la inestimable ayuda de la federación catalana de IU, Esquerra Unida i Alternativa, la coalición ICV-EUiA ha cometido un enorme error estratégico al presentar su acuerdo con el PSC y ERC como un gobierno de izquierdas. Otorgan graciosamente al PSC, que es un partido de centro izquierda, carta de naturaleza como el partido más grande de la izquierda catalana, del mismo modo que IU ha legitimado al PSOE como el mayor partido de izquierdas al defender como objetivo electoral la derrota del PP y la victoria de una izquierda con PSOE incluido. Por eso Llamazares no ha podido recuperar los votos útiles prestados en las generales al PSOE. ¿Por qué va a molestarse el elector progresista en votar a formaciones más pequeñas y con menos recursos como IU si, como le hemos sugerido de manera insensata, votando PSOE apoya igualmente a la gran familia de la izquierda? Nosotros mismos nos hemos puesto la trampa. Los electores que deseen votar a la izquierda lo harán naturalmente por el líder unánimemente reconocido de la misma, el PSC en Cataluña y el PSOE en el estado español. ¿Y a quién votarán los trabajadores que no confían en la socialdemocracia y no ven una alternativa a su izquierda? Muchos se abstendrán, otros optarán por el voto ecologista o nacionalista y una gran parte hará lamentablemente algo que ya hemos visto en otros países europeos: votará a la ultraderecha. Este es uno de los grandes peligros de que IU adopte el modelo de ICV. La reducción de IU y EUiA a pequeñas organizaciones verdes deja el campo libre para el surgimiento de un potente partido de ultraderecha en el estado español. Está en juego mucho más de lo parece.
El modelo de ICV está dictado por la desesperación y la desesperación lleva a Izquierda Unida a imitarlo. En el fondo existe un problema de voluntad y confianza. IU tiene que plantearse como objetivo la quiebra del bipartidismo y el reposicionamiento del espacio político, persiguiendo a medio plazo obtener un tercio de los votos como principal partido de izquierda frente al centro del PSOE y la derecha del PP. En vez de considerarse izquierda alternativa, que sólo indica la aceptación de la existencia de otra izquierda mayoritaria ante la cual se está en minoría, IU debe aspirar a ser el referente necesario de las izquierdas, abierto sin duda a acuerdos con otros grupos como ICV, pero imprescindible para hacer posible gobiernos de izquierda sin la hegemonía de la socialdemocracia. Es curioso que en este punto crítico de la estrategia política las opiniones suelen polarizarse en torno a dos posiciones extremas: la primera reconoce que el PSOE no es un partido de izquierda -al fin y al cabo muchos socialdemócratas se autodefinen como liberales radicales- pero inmediatamente señala que es de derecha e incluso de extrema derecha, algo absurdo; la segunda afirma que, para no retornar a los tiempos de las actitudes más sectarias, hay que considerar de izquierdas a prácticamente todo el mundo: desde la socialdemocracia hasta la última ONG u organización cristiana de base, lo que conduce también al sinsentido.
Pesa terriblemente el recuerdo de la política alemana de la Komintern en los primeros años 30, ciegamente opuesta a una colaboración con la socialdemocracia que pudo haber evitado el ascenso de Hitler. Se pasa por alto, no obstante, un hecho fundamental: la alianza con los socialdemócratas era necesaria una vez que el nacionalsocialismo había conquistado un apoyo masivo, pero no antes. El fascismo no surge porque la izquierda alemana esté desunida, sino porque amplios estratos populares no ven en esa izquierda, unida o desunida, esperanza alguna de dejar de ser estratos populares y deciden respaldar a los nazis. Una situación similar a la de Francia con Le Pen. En España puede repetirse la historia. ¿Cuál será la política de una Izquierda Unida extraparlamentaria cuando la dirección de Llamazares haya sido barrida y la ultraderecha obtenga un 17% de los votos? Como vamos con el paso cambiado, volveremos al sectarismo antisocialdemócrata en el peor momento. ¿O no entró IU en crisis, argumentarán con razón, a causa de su falta de personalidad ante el PSOE y a su giro ecosocialista?
El modelo de ICV no debe ser el de IU. Es demasiado limitado. Es tentador para la dirección, ya que aseguraría, si le sale bien, un apetitoso 10% de voto ecologista en el estado español y la estabilidad que Saura tanto anhela en Cataluña. Pero corremos el riesgo de que al mismo tiempo IU deje de ser definitivamente el símbolo de un gran partido de izquierda con posibilidades de gobernar en el futuro. Esto es lo que significa Izquierda Unida, con independencia de que cuente actualmente con un 5% de los votos a nivel estatal. No nos engañemos, sin una organización socialista como IU que actúe como columna vertebral de una izquierda capaz de llegar al poder no existe la más mínima posibilidad de lograr cambios en la estructura de la propiedad, y sin esos cambios la propiedad continuará robando y matando todavía más.