Democracia, negocio editorial, manipulación informativa, lectura de entretenimiento o de reflexión, son términos polémicos sobre los que hay mucho por decir, Eva Forest, directora de la Editorial Hiru, en el País Vasco, sostiene criterios muy propios dentro de la avalancha de opiniones. Escritora, compañera de vida del destacado intelectual español Alfonso Sastre, ha elegido una […]
Democracia, negocio editorial, manipulación informativa, lectura de entretenimiento o de reflexión, son términos polémicos sobre los que hay mucho por decir, Eva Forest, directora de la Editorial Hiru, en el País Vasco, sostiene criterios muy propios dentro de la avalancha de opiniones.
Escritora, compañera de vida del destacado intelectual español Alfonso Sastre, ha elegido una postura nada cómoda de enfrentamiento a los dogmas tradicionales de la sociedad capitalista. Fundó una editorial en condiciones desventajosas, una empresa pequeña y prácticamente familiar, que ha sacado adelante sin plegarse ante los obstáculos de un mundo cada vez más comercial.
De visita en la XIV Feria Internacional del Libro de La Habana, en los escasos intervalos de tiempo disponibles entre un evento y otro, conversó sobre sus pensamientos, sobre los ejes rectores de la Editorial Hiru, sobre el panorama general del mercado del libro.
La lectura se ha convertido en una industria, el libro es un artículo negociable. ¿Cuál es el concepto que la Editorial Hiru sostiene en medio de estas circunstancias?
Nosotros, desde el principio, tuvimos claro algo que es fundamental: nuestro objetivo no sería tener un negocio con el cual ganar dinero, sino tratar de implementar una buena editorial. Seleccionaríamos cosas interesantes, que, naturalmente, deseábamos se vendieran y tuvieran ganancias, para poder continuar. Pero no iba más allá. Desde el inicio eso estuvo muy claro. El objetivo no era ganar dinero.
Creo que eso nos aclaró mucho el camino. Con un proyecto que es así de inicio, es muy difícil abrirse camino. Y nosotras no teníamos mucho dinero. Éramos tres mujeres y cada una puso 150 mil pesetas, lo que costaba el abogado. Económicamente, tuvimos que plantearnos cómo íbamos a hacer. Teníamos una gran ventaja: no tendríamos que pagar los derechos de publicación de Alfonso Sastre, uno de los autores más importantes con que contábamos. Lo otro era estudiar cuidadosamente cada obra que pretendiéramos publicar.
Luego, decidimos presentarnos a todas las ayudas que pudiéramos obtener del Estado, pero teniendo muy claro que si no las recibíamos, íbamos a seguir.
Estaba el asunto de la propaganda. Pensábamos cómo, dentro de las modestas posibilidades de nuestro proyecto, podríamos hacer la promoción, colocarla y venderla. Ya ahí entraban distintos factores.
Económicamente partimos así, y fue una verdadera aventura.
Otra circunstancia que pesó desde el principio, y creo ha sido una de las cosas que nos ha salvado, es que no nos hemos especializado. Somos una editorial muy abierta, con una ideología clara: los libros tienen que ser enriquecedores, pero no en sentido monetario, sino cultural, político, libros complejos que no se encuentren fácilmente en el mercado. Obras, por tanto, con las que se corre un riesgo, considerados por las grandes editoriales como poco rentables. Es que realmente no dan mucho dinero, pero sí son muy gratificantes.
¿Cómo se insertó Hiru entre la competencia de las grandes editoriales?
Como ya dije, tener claro lo que queríamos publicar. Lo otro fue vencer las muchas dificultades que fueron apareciendo por el camino. Hemos aprendido mucho en estos años. La editorial se ha complejizado, cuenta con más colecciones, más libros.
Algo muy interesante ha sido la relación con los distribuidores. Con los distribuidores siempre se enfrentan conflictos, por eso hemos intentado evadir a los tradicionales. Para ello hemos empleado a los distribuidores alternativos, lo cual, pienso, fue un gran acierto. Utilizamos a los pequeños grupos, que se desplazaban con facilidad y se situaban en ferias, festivales y otros eventos. Con esa gente sucedía que tenían buen público, pero siempre arrastraban problemas de dinero. Y como si demoraban el pago era posible que ya no lo hicieran, afectándonos a nosotros, llegamos al acuerdo, satisfactorio para ambas partes, de dejárselos muy baratos, concederles un gran descuento, pero que pagaran al contado.
Internet vino a ser otro elemento de vital importancia en la distribución, puedo decir que fue un salto muy grande. Desde que decidimos hacer la página web, que la confeccionó una de nosotras, empezaron a llegar solicitudes a través de esa vía. Según aumentábamos la colección, veíamos crecer el público.
Ha llegado el momento hoy en que más del 50% de las ventas se realizan por Internet. Eso es fundamental, porque ha contribuido también a eliminar los distribuidores. O sea, un 50% se vende en la Red y más de la otra mitad sale a través de los distribuidores alternativos.
No dependemos de los tradicionales, los que sirven principalmente a las grandes librerías, que quieren ventajas económicas, como dejarles los libros en depósito sin pagarlos. Nosotros nos hemos quedado con solo cuatro de estos grandes distribuidores tradicionales ―lo que es muy poco para una editorial― y estas son personas que han entendido que nuestros libros son buenos y nuestra política es distinta.
¿Cuáles son las temáticas más recurrentes en Hiru, y qué autores son los de mayor presencia en la Editorial?
La selección se fue haciendo sola. Habíamos empezado con el teatro, por cuestiones económicas. Inmediatamente después publicamos aquellos libros que más fácilmente conseguíamos, a la vez que eran interesantes. Tuvimos ―no se puede decir suerte― porque la selección la hicimos nosotras, pero sí cayeron en nuestras manos obras realmente atractivas. La suerte estuvo en que bien podían los autores negarnos los derechos de publicación.
Por ejemplo, publicamos El juego de la mentira, de Michel Collon. Un libro que se interna en los vericuetos de la situación en Yugoslavia, de las motivaciones e intereses ocultos tras la superficie. La primera edición se agotó rápido. Vimos el éxito que tuvo y continuamos publicando libros que abordaban la manipulación informativa. Fueron materiales muy pedidos, que se vendían.
Otro es el de Jacques Pauwels, que ahora se acaba de publicar en Cuba, El mito de la guerra buena. Uno en particular que cayó en nuestras manos y que nadie tenía interés en publicarlo era La otra historia de los Estados Unidos, de Howard Zinn. Lo publicamos muy pronto, a los pocos años de estar abierta la editorial. Era una obra muy voluminosa, y para nosotros significaba mucho dinero. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo para publicarlo y se vendió muy poco; el problema es que tampoco teníamos dinero para la propaganda, y además Zinn era desconocido en Europa.
Vendíamos poco a poco, pero cada vez más. Ya va por la quinta edición el de Zinn, es un libro que ya se pide muchísimo, pero su demanda creció lentamente. Esta es otra característica de nuestra editorial. Nunca hemos tenido, o muy pocas veces, un libro que haya sido un bestseller rápido. Los libros que publicamos son sólidos, y poco a poco, boca a boca, se van dando a conocer. Tampoco hoy nos valemos de la publicidad. La gente se lo va diciendo y cada vez se pide más. Este mismo libro, en la vida ha tenido una crítica en España. Y en El País, el año pasado, colocaron una página entera dedicada a La otra historia de los Estados Unidos, que se había editado estupendamente en Francia, y es que a los editores franceses se la habíamos dado nosotros. Y el comentario de El País resaltaba a los franceses, pero nos ignoraba por completo. A ellos le han dado ya tres premios y nosotros hemos pasado desapercibidos.
Otro libro complicado fue La estética de la resistencia, de Peter Weiss. Un libro fabuloso, en Italia se ha hecho las traducciones con el dinero del Estado, en Francia también. Cuando lo publicamos, yo estaba enfadada con los grandes medios de prensa, por tantas ocasiones que les había enviado las obras y ellos jamás habían emitido una crítica sobre estas. De pronto, aparecieron en el ABC tres páginas y la portada dedicada a este libro; en El País, una página; y el director de El Mundo me llamó personalmente para reclamarme que no le había mandado ningún ejemplar. Les respondí que durante años lo hice y ellos no se inmutaron, así que ya no enviaba nada.
¿Ha incluido títulos de autores cubanos en Hiru?
De momento, uno. Una colección de cuentos que ganó el Premio Carpentier 2003. Los malditos se reúnen, de David Mitrani.
¿Cómo ve usted la cobertura de los medios de prensa españoles a la literatura cubana?
La literatura cubana, si trata de atacar a la Revolución, o el escritor da una imagen terrible de la Revolución, o algo por el estilo, es muy favorecido.
¿Y el resto de los autores, los que permanecen aquí y escriben de otras temáticas, digamos más literarias, menos políticas?
Es que la literatura normal, no sé hasta qué medida se esté publicando allá porque los libros que se publican aquí, en Cuba, allá no llegan. Luego, de los libros que las editoriales compren y publiquen, no sé. Sí sé que se le da mucha atención a la literatura de oposición.
¿Es posible en España acceder a la literatura cubana? ¿Se pueden encontrar libros de escritores cubanos en España, pero que estén en Cuba, que no se hayan ido?
Sí. Depende. Se sigue mucho el criterio de los clásicos. Lezama Lima, Carpentier, Virgilio Piñera, Dulce María Loynaz, esos sí.
¿Y los contemporáneos?
No lo sé. Por ejemplo, a lo que son ficciones, le hemos sacado un espacio, porque hemos visto que era necesario hacerlo dentro de la editorial. Pero no he seguido la cuestión. No sé cómo las demás editoriales tratan el tema de la literatura cubana.
¿Qué es prioritario para la Editorial Hiru, un autor clásico de ventas aseguradas, un autor de moda, o una joven que tiene una propuesta interesante pero experimental, y que no se cuenta con su éxito?
Para nosotros lo fundamental es, independientemente de que el autor sea clásico, moderno o joven, que tenga calidad. Mejor si es nuevo, pero lo primero es la calidad. También seleccionamos su obra por cómo pueda incidir en el entorno, incidir no de una manera estrecha, solamente social o política, sino en la medida que pueda aportar algo nuevo en un sentido creativo. Si hallamos una cosa experimental buena, ese puede ser el libro. Y si lo que encontramos es uno de agitación bueno, o un testimonio que aporte información sobre lo que está ocurriendo, pues esos pueden ser publicables también. Nuestra política editorial es publicar cosas muy amplias, pero que incidan en la sociedad y que aporten, que nos sitúen a la altura del momento.
Si cae en nuestras manos un trabajo sobre un experimento interesante, lo vamos a publicar, lo haya escrito quien lo haya escrito; si es un clásico que toca un tema que probablemente muestre un paralelismo con algo que ocurra en el momento, pues lo editamos. A lo mejor publicamos, una Medea, porque puede ser interesante una puesta al día de Medea. Ese es un poco el criterio.
Usted ha dicho que Hiru vende muchos de sus libros a través de Internet. Actualmente son muchas las vías de acceso al libro. Además de la Red, están los supermercados. La oferta se sitúa hoy fuera de aquellos lugares sagrados llamados librerías. ¿No le preocupa que de esta manera el lector tenga demasiado acceso a mucha literatura fácil, y que se vicie su gusto?
Según la experiencia, eso ocurre generalmente dentro de los grandes espacios de venta. Cuando la gente va al supermercado a comprar comida, y a la vez coge un libro, muchas veces no tiene un criterio de selección. Elige tal cual se lo han preparado allí. Sin embargo, nuestra experiencia por Internet es diferente. Sea por una razón u otra ―a lo mejor porque Internet todavía está muy limitada a gente de determinado nivel cultural y con acceso a la tecnología― el público que compra a través de Internet, selecciona muy bien. Como nuestra página web muestra el catálogo completo, y es muy diverso, muchas veces sucede que alguien interesado por determinada obra, halla otras que también le atraen. Una persona pretende adquirir algo de teatro, y va a la colección Skene, también observa los demás ejemplares, que pueden parecerle interesantes.
Entonces, por el mecanismo que sea, se no compra al azar. De hecho, guardamos una colección de cartas llegadas vía e-mail, la cual nos parece útil para la historia de la Editorial, porque además de encargar libros, dicen palabras que pueden ser de aliento, o sugerencias como: «es magnífica la labor que están haciendo», «sigan así, es estupendo lo que hacen», «he encontrado en tal sitio un título que sería bueno que ustedes reeditaran, que se agotó en los años 30», «amigablemente queremos decirles que en tal página hay una errata». Se lo toman como si fuéramos una editorial estatal, oficial.
Esto es muy peculiar. Es un tipo de lector nuevo, se le podría denominar participativo. A la vez que te pide libros, te aconseja y te da noticias. Eso enriquece nuestro trabajo. Es gente que participa de una manera muy cercana.
¿Se puede practicar la resistencia desde las editoriales? Me refiero a la resistencia a la cultura globalizada, que intentan imponer para homogeneizar a la población y aniquilar las culturas locales.
Dentro de lo que es la lucha política, poco puede hacer una editorial. Lo mismo que un poeta, un escritor. Pero en lo que es, digamos, la zona más limitada dentro de lo cultural, sí se puede ejercer una resistencia importante desde una editorial.
Aunque primero deben sentarse las bases para poderla ejercer. Es decir, una editorial tiene que ser lo más libre posible. Nunca se logra totalmente, porque en una sociedad capitalista nunca se es libre. Pero es importante serlo en la mayor medida posible para poder trabajar. En ese sentido, la independencia se la tiene que ganar. Por tanto, una editorial tiene que tratar de ser lo más autónoma posible. Y, ¿qué es lo que te puede atar? Lo económico. Claro, siempre hablo dentro del sistema capitalista, porque es dentro de él que yo me muevo. Si pido una ayuda estatal, esta ayuda me condicionará. Quizás la primera vez ellos caigan por descuido, y me la den para publicar un libro que puede no interesarles. Pero a la segunda ocasión no ocurrirá lo mismo. No otorgarán la ayuda.
¿Qué hacer frente a eso? Nosotros decidimos desde el primer momento pedir todas las ayudas posibles, lo mismo nacionales que internacionales. Siempre y cuando ello no nos condicionara a qué publicar. Si pedimos una ayuda y no nos la dan, ese libro se publicará igualmente.
Es importante tener claro hacia dónde se quiere ir. Eso nos ha ayudado. Sabemos que los libros que publicamos no se venderán tanto, por lo tanto tampoco los publicarán muchas editoriales.
Entonces, si se tiene escaparate, las cosas fluyen mejor. La gente ve repetirse los títulos de una librería a otra, de una editorial a otra, y cuando aparecemos nosotros con una propuesta diferente, pues nos hace más caso. El escaparate es fundamental. Lo que ha ocurrido es que nuestro escaparate es Internet.
Luego, no todo el mundo vende bien por Internet. En el caso de nosotros, el público ya sabe que nuestro catálogo incluye sólo determinadas cosas, de un sentido ideológico específico. Eso explica que vendamos por Internet más que otras editoriales.
Durante muchos años, hemos visto editoriales pequeñas que se han puesto a trabajar -como editoriales pequeñas a lo mejor tienen muchos logros de diferentes maneras- pero sin una ideología clara de lo que quieren hacer. Se montan a imagen y semejanza de las grandes editoriales, entran en la competencia, privilegian el concepto de la ganancia monetaria y hacen concesiones con los temas que pueden ser muy populares pero no tan buenos. Nosotros nunca vamos a entrar en ese tipo de competitividad. Nunca editaremos algo que no nos guste por ganar dinero. Tampoco permitiremos que un escritor se pague su libro -práctica común entre las pequeñas editoriales, y también entre las grandes, cuando el autor no es tan conocido. Pensamos que debemos pagarle bien al autor. De ser posible, y estamos intentándolo, pagarles más del 10%. También hay que buscar buenos traductores. La cuestión es hacer cosas de calidad. Eso hace que la editorial se autofinancie. Aunque nunca hagamos grandes fortunas, sí podremos hasta hacer gestos de solidaridad, como acabamos ahora que hemos editado unos libros sobre Iraq.
En su opinión, ¿el libro debe ser fuente de entretenimiento o de pensamiento y reflexión?
Hay una gama muy amplia de libros que pueden hacer aportaciones muy enriquecedoras. Libros no faltan, lo que falta es capacidad económica para publicarlos. Creo que si dispusiéramos de un instrumental importante, si Hiru, en lugar de ser una pequeña editorial, modesta, sin recursos económicos, siempre en la cuerda floja, estuviera apoyada por un Estado o un gobierno, eso sería lo ideal. Es lo que pasa aquí, en Cuba, hay un apoyo estatal. Eso es importante. Con eso se garantiza que no te mueras de hambre, que se siga, que no se hunda. Aún así, creo que es necesaria la experiencia en una sociedad capitalista, hacer lo que nosotros es una aventura en la que se corren muchos riesgos, pero merecen la pena. Es una aventura, pero no tan peligrosa como para que uno muera en el intento. Sin embargo, solamente con arriesgarse, se puede mantener una verdadera independencia y conseguir publicar lo que uno quiere, aunque cueste difundirlo.
Lo que pienso que no se puede es a medias tintas. Si buscas ayuda y te adaptas, si pactas con el enemigo; cuando se comienza a negociar, a ponerse en esa línea intermedia en que no está claro qué se hará, llega el momento en que sucumbes. Casi seguro que sucumbes.
En general, creo que un buen libro contribuye, de alguna manera, al enriquecimiento de uno. Aunque sea solo como divertimento, si es un buen libro, está cumpliendo una función válida. Produce placer, que es muy importante para la vida humana. Pero, si además te hace pensar, pues cumple otra función también importante. Si es crítico, aún mejor.