Actualmente el coste de la distribución es asumido por todos los cooperativistas de forma equitativa, con lo que se permite el suministro a todas las farmacias con independencia de su ubicación geográfica o de la capacidad de compra. Tal solidaridad permite la existencia de farmacias en zonas rurales y con pocos habitantes, que de otro modo no podrían subsistir.
La empresa farmacéutica Pfizer ha decidido que ella misma repartirá a partir de junio sus medicamentos en España, para así prescindir de todo intermediario. Esto puede suponer la ruptura de un modelo sanitario que sostienen los farmacéuticos y las cooperativas distribuidoras.
La distribución de medicamentos en España es en su mayor parte propiedad de los farmacéuticos, que mediante cooperativas se encargan de repartirlos por todo el país. Ninguna farmacia queda desabastecida, ya esté en el centro de grandes ciudades o en el pueblo más apartado. El coste de la distribución es asumido por todos los cooperativistas de forma equitativa, con lo que se permite el suministro a todas las farmacias con independencia de su ubicación geográfica o de la capacidad de compra. Tal solidaridad permite la existencia de farmacias en zonas rurales y con pocos habitantes, que de otro modo no podrían subsistir.
Según Cofares, la principal empresa de distribución y cooperativa formada por 8.500 farmacéuticos en España, Pfizer pretende aplicar esta pauta en el resto de Europa, y así resquebrajar el modelo de distribución en cada país. La transnacional estadounidense ha llegado a ignorar un 60% de los fármacos pedidos por la cooperativa los últimos meses. Al carecer de ellos, las farmacias se ven obligadas a sustituirlos por otros análogos, pero eso no siempre es posible. No contenta con eso, Pfizer mandó recientemente una carta a los farmacéuticos en la que se podía leer: «venimos recibiendo quejas vuestras por anomalías en el aprovisionamiento de nuestros medicamentos». Así justificaba su decisión de prescindir de las cooperativas. Cofares tuvo entonces que dirigirse a las farmacias para denunciar que el desabastecimiento viene en realidad provocado por la misma transnacional.
De entrada, la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía ha decidido que descontará a partir de junio el margen que corresponde a las distribuidoras del precio total del fármaco, sea cual sea el medio por el que se adquieren los medicamentos de Pfizer. Con esta medida, los farmacéuticos se verán obligados a comprar a Pfizer para no ver disminuidos aún más sus ingresos.
La iniciativa de la Junta de Andalucía es una llamada sin vacilación a las multinacionales para que acaparen el servicio de distribución español. Las grandes empresas como Pfizer tienen la capacidad de ofrecer a las farmacias sugerentes ofertas, como no cobrar por un tiempo la distribución de medicamentos. Promociones, bonificaciones o aplazamientos de pagos son también muy tentadores. Las transnacionales pueden ofrecer a corto plazo los medicamentos casi a precio de costo aunque pierdan dinero.
Una vez las cooperativas españolas sean arruinadas y los farmacéuticos se den de baja de sus servicios, la nueva distribuidora las convertirá en empresas de lucro. Seguirá encargada de repartir los medicamentos, pero el coste a partir de entonces será otro, y las condiciones variarán al gusto de Pfizer y sus asociadas. Podrán exigir entonces compra por lotes, pedidos mínimos, facturación semanal o al contado, se prohibirán las devoluciones y otras medidas que aumentarán el costo y el desamparo de las farmacias frente al poder de las transnacionales.
¿Quiénes son los perjudicados? Las cooperativas nacionales, los farmacéuticos y los ciudadanos, que no pueden recibir los medicamentos que precisan. Todo se supedita a conseguir como sea la distribución de los medicamentos en España, que es un sector que factura al año más de seis mil millones de euros (es decir, más de un billón de pesetas). En esta lucha no sería descartable, como ya ha ocurrido otras veces, que gestores y representantes fueran persuadidos para respaldar sus pretensiones.
Los objetivos de las transnacionales, que muchos gobiernos alientan, son capaces de poner en peligro los intereses públicos. Las grandes multinacionales buscan eliminar la competencia de sectores rentables, lo que les brinda maniobras de actuación que no conocen fronteras. Corremos además el peligro de que este modelo de farmacia se quiera imponer en otros países de Europa. No obstante, la sociedad no tiene por qué dejarse llevar con los ojos cerrados. Decisión del cordero será la de vigilar al lobo.